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REFLEXIONES Y DEBATES
La Economía Social y Solidaria y los debates en el desarrollo en clave territorial. Reflexiones sobre experiencias y desafíos a partir de una práctica socioeducativa universitaria
Número 217 / Año 2015 / Por Pastore, Rodolfo - Altschuler, Bárbara
El presente trabajo indaga sobre una cuestión que, a pesar de su relevancia contemporánea, por lo general tiende a ser escasamente considerada en el campo de reflexión de la economía política: la importancia de las experiencias y propuestas de la economía social y solidaria (ESS) para los debates contemporáneos sobre el desarrollo en clave territorial. El artículo surge de nuestra experiencia universitaria en investigación, docencia y vinculación con la comunidad, desde el Proyecto CREES (Construyendo Redes Emprendedoras en Economía Social) de la Universidad Nacional de Quilmes, a partir del cual planteamos reflexiones, aprendizajes y desafíos sobre dicha cuestión. Para abordarla, el trabajo se estructura en tres apartados. En el primero, consideramos el debate crítico sobre desarrollo y territorio, extrayendo algunos elementos que nos parecen claves con el objeto de restituir en los análisis de las prácticas territoriales las relaciones sociales y de poder y su interrelación en contextos socio-históricos determinados. En segundo lugar, presentamos nuestra perspectiva conceptual sobre las diferentes dimensiones que conforman la ESS, con la intención de contribuir en la construcción de conocimientos orientados al fortalecimiento de las prácticas socioeconómicas asociativas, solidarias y democráticas. En tal sentido, el trabajo resalta que la creciente importancia de la dimensión empírica de la ESS, se relaciona con su mayor peso en las otras dos dimensiones, la política y la simbólica. Por último, en el tercer apartado, presentamos algunas de las posibles vinculaciones entre la ESS y los debates sobre el desarrollo en clave territorial.
Social and solidarity economy, and the debates about development regarding the territory. Experiences and challenges from a socio-educational practice at university. This work analyses a topic that, in spite of having a great significance in current times, is barely considered in the scope of reflection of the political economy: the importance of the experiences and proposals of the social and solidarity economy (SSE) in the contemporary debates about development regarding the territory. The article is the result of our university experience in research, teaching, and community outreach promoted by Proyecto CREES (the Spanish acronym for Building Entrepreneurial Networks in Social Economy) of the Universidad Nacional de Quilmes. Based on this project, we extracted conclusions, experiences and challenges. The article has been divided in three sections in order to address our topic. Firstly, we consider the critical debate on development and territory, extracting some elements that we deem key, in order to bring back to the analysis of the territorial practices the social and power relationships, and their connection within certain socio-historical contexts. Secondly, we present our conceptual perspective on the different dimensions that form the SSE, in an effort to contribute to generating knowledge oriented towards the strengthening of associative socio-economic, solidarity and democratic practices. In that sense, this article highlights that the increasing importance of the empiric dimension of the SSE is related to its higher impact on the other two dimensions, the politic, and the symbolic ones. Finally, in the third section, we present some of the possible links between the SSE, and the debates on development regarding the territory.
A economia social e solidária e os debates sobre a chave territorial do desenvolvimento. Reflexões sobre experiências e desafios partindo de uma prática socioeducativa universitária. O presente trabalho pesquisa sobre um assunto que, apesar de sua relevância contemporânea, em geral, há uma tendência a ser pouco considerado no campo de reflexão da economia política: A importância das experiências e propostas da economia social e solidária (ESS) para os debates contemporâneos sobre a chave territorial do desenvolvimento. A partir do Projeto CREES (Construindo Redes Empreendedoras na Economia Social), da Universidade Nacional de Quilmes, foi que o artigo nasceu com base na nossa expêriencia universitária em pesquisa, docência e vinculação com a comunidade. Daí tiramos, para colocar em questão, reflexões, aprendizagens e desafios sobre o assunto dito. A abordagem do trabalho foi pensada em três eixos. No primeiro eixo, consideramos o debate crítico sobre desenvolvimento e território, salientando alguns elementos chaves, visando restituir nas análises das práticas territoriais as relações sociais e de poder, e seu interrelação em contextos sociohistóricos determinados. No segundo eixo, apresentamos nossa perspectiva conceptual das diferentes dimensões que conformam a ESS com o intuito de contribuir na construção de conhecimento encaminhado ao fortalecimento das práticas socioeconômicas associativas, solidárias e democráticas. Nesse sentido, o trabalho salienta o fato de a crescente importância da dimensão empírica da ESS estar relacionada com sua primazia sobre as outras duas dimensões, a saber: a política e a simbólica. Por fim, no terceiro eixo, apresentamos algumas das possíveis vinculações entre a ESS e os debates sobre a chave territorial do desenvolvimento.

Revista Idelcoop, nº 217, noviembre 2015. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates

Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP

 

La economía social y solidaria, y los debates del desarrollo en clave territorial

Reflexiones sobre experiencias y desafíos a partir de una práctica socioeducativa universitaria[1]

 

Rodolfo Pastore[2] y Bárbara Altschuler[3]

INTRODUCCIÓN

Como su título lo indica, el presente trabajo indaga sobre una cuestión que, a pesar de su relevancia contemporánea, por lo general tiende a ser escasamente considerada en el campo de reflexión de la economía política: la importancia de las experiencias y propuestas de la economía social y solidaria (ESS) para los debates contemporáneos sobre el desarrollo en clave territorial.

En efecto, puede observarse la renovada importancia empírica, conceptual y política de la ESS en las últimas décadas, tanto en Argentina y América Latina, como en otros países y regiones a nivel mundial. Desde un punto de vista empírico, es destacable la expansión y multiplicidad de iniciativas, emprendimientos, entidades, organizaciones o redes que realizan actividades económicas con la finalidad principal de contribuir a la reproducción y mejoramiento de las condiciones de vida de personas, grupos y comunidades en diversidad de territorios. Han resurgido en las últimas décadas desde la potencia de la vitalidad humana, como respuestas subjetivas y colectivas ante los devastadores efectos de la globalización excluyente. A su vez, esta creciente importancia empírica de la ESS, se relaciona con su mayor peso en otras dos dimensiones, la política y la simbólica. En la dimensión política, se expresa en una creciente importancia de la ESS en las agendas públicas estatales, así como en una mayor confluencia organizativa de los agrupamientos colectivos del sector. En la dimensión simbólica y conceptual, se destaca el mayor peso de la temática en espacios universitarios, tanto en el debate académico crítico sobre “lo económico”, como en la oferta académica y de proyectos de vinculación socio-comunitaria de las universidades públicas. En ese contexto, si bien existen algunos esfuerzos en este sentido, hay mucho por avanzar en las reflexiones sobre los vínculos de la ESS con las temáticas del desarrollo y el territorio. El presente trabajo busca avanzar en esa dirección, con la intención más de fondo de contribuir también a establecer puentes entre la economía política y el campo simbólico en construcción de la economía social y solidaria.

Diversos indicios dan cuenta de que reflexionar sobre el lugar de la ESS en los debates del desarrollo y el territorio puede ser fructífero. Por una parte, desde hace poco más de una década las políticas vinculadas al desarrollo local se vienen asociando también a la economía social, al menos en su componente de desarrollo territorial inclusivo. De igual forma, es notable la expansión de ofertas académicas en esta temática (tanto en posgrado como en tecnicaturas), que ponen en visibilidad la pluralidad de formas de organizar lo económico, destacando a la ESS como un componente central para avanzar en procesos de transformación social y desarrollo integral de las comunidades. En la misma dirección, también han proliferado en los últimos años los proyectos universitarios de voluntariado, extensión universitaria o investigación-acción participativa, los cuales priorizan en su diseño y acción las vinculaciones con las comunidades y con las políticas públicas orientadas al desarrollo territorial inclusivo. De hecho, este es, en buena medida, nuestro propio recorrido como proyecto universitario CREES (Construyendo Redes Emprendedoras en Economía Social y Solidaria) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), en tanto experiencia de investigación, docencia y vinculación académica desde la que surgen las reflexiones que aquí compartimos. En tal sentido, este artículo se escribe desde una propuesta universitaria comprometida de manera intelectual y política con la construcción social de conocimientos útiles para potenciar las prácticas socioeconómicas democráticas y asociativas orientadas a la ampliación y el mejoramiento de la vida; prácticas insertas en entramados materiales y simbólicos socio-históricamente construidos, es decir, en determinados territorios.[4]

Con la finalidad de abordar estas cuestiones, el trabajo se estructura en tres apartados. En el primero, consideramos el debate crítico sobre desarrollo y territorio, extrayendo algunos elementos que nos parecen claves, con el objeto de restituir en los análisis de las prácticas territoriales las relaciones sociales y de poder, las fuerzas sociales y su interrelación en contextos socio-históricos determinados. Luego, presentamos nuestra perspectiva conceptual sobre las diferentes dimensiones que configuran la ESS, con la intención de contribuir en la construcción de conocimientos orientados al fortalecimiento de las prácticas socioeconómicas asociativas, solidarias y democráticas. Por último, en el tercer apartado, presentamos algunas de las posibles vinculaciones entre la ESS y los debates sobre el desarrollo en clave territorial.

1.DEBATES Y CONCEPCIONES CRÍTICAS SOBRE DESARROLLO Y TERRITORIO

Desde su origen en el contexto de la segunda posguerra, las teorías sobre el desarrollo dieron lugar a diversas conceptualizaciones críticas e intensos debates. Más aún, en las últimas décadas, han aumentado las voces críticas al enfoque dominante del desarrollo, caracterizado por visiones evolucionistas, economicistas y etnocentristas, así como a las prácticas y políticas que se han asociado al mismo en América Latina.[5] En este camino, las visiones críticas de la década del ´70, provenientes de la teoría de la dependencia,[6] reintrodujeron en el análisis los procesos históricos y las asimetrías de poder entre centro y periferia, la totalidad del sistema mundial capitalista, para entender los procesos de subdesarrollo y dependencia. Más recientemente, las críticas provenientes de la antropología,[7] desde una mirada poscolonial y posestructuralista, propusieron la deconstrucción del desarrollo, poniendo en evidencia al mismo como un discurso construido desde los centros mundiales de poder, que se había vuelto hegemónico incluso en el llamado “Tercer Mundo”, a través de prácticas de poder materiales y simbólicas de gran impacto. El carácter normativo y modernizador del discurso del desarrollo, al tiempo que ponía como modelo implícito a las sociedades occidentales y capitalistas de los “países ricos”, ocultaba y/o descalificaba una multiplicidad de formas de vida y organización socioeconómica cuyos valores y principios se alejaban de esta normatividad y eran categorizadas por este discurso como “atrasadas”, “primitivas”, “de subsistencia” o “inviables”, según los casos.

Los planteos críticos se centraron también en el carácter economicista y reduccionista de la versión hegemónica del desarrollo, y abogaron, en oposición a ello, por una noción multidimensional e integral del mismo, que se diferenciara de la idea de mero crecimiento económico. Estas críticas dieron lugar a nuevas reformulaciones y adjetivaciones tales como desarrollo humano[8] y desarrollo social e integral[9]. Otros conceptos que tomaron fuerza fueron los de desarrollo desde adentro[10] y desarrollo endógeno[11]. Estos últimos, haciendo hincapié en el desarrollo de las capacidades y potencialidades propias de cada sociedad, se proponían como alternativa al paradigma dominante y a la implementación de modelos exógenos. Asimismo, en el marco de la crisis ecológica y las críticas ambientalistas que comenzaban a sentirse desde los años ´70 y `80, se introducía el concepto de desarrollo sustentable[12], que plantea la idea de equidad en el uso de los recursos naturales con las generaciones futuras.

Por otra parte, desde los años `80 en Europa y desde los años ’90 en América Latina, en el contexto de procesos de descentralización y regionalización, se produjo lo que se ha denominado en la literatura una “revalorización del territorio” y de los espacios subnacionales, regionales y locales. En este marco, las teorías, prácticas y políticas del desarrollo se fueron transformando, desde enfoques y planificaciones más centralizadas desde los gobiernos nacionales, hacia gobiernos provinciales y locales. Surgían así los enfoques del desarrollo regional, territorial y local, en coincidencia con procesos de reforma estructural en América Latina y de “descentralización sin recursos”.[13] Estos enfoques, provenientes del contexto europeo (España, Italia, Inglaterra), que postulaban la “promoción del territorio” por parte de los gobiernos locales y la “participación activa de los actores” del territorio en los procesos de desarrollo, fueron trasladados a América Latina, con mayor o menor adaptación crítica.[14] Se revalorizaba el concepto de territorio como un sujeto activo, entendido no en su sentido topográfico, sino en su complejidad, incluyendo su historia, sus recursos naturales, económicos, culturales y sociales, poniendo de relieve el modo de relacionamiento entre los actores públicos, privados y de la sociedad civil, la cultura y saberes locales, y las formas institucionales, entre otras cuestiones.[15]

De este modo, los “análisis territoriales” o la “dimensión espacial” de los procesos socioeconómicos ha sido crecientemente puesta en relevancia en los últimos años. También, diferentes políticas públicas y programas del orden nacional, provincial y local, en Argentina y América Latina, han replanteado recientemente sus marcos conceptuales y líneas de acción, reconociendo la necesidad de realizar “enfoques y abordajes territoriales” de las problemáticas y estrategias identificadas, muchos de ellos en articulación con experiencias de la ESS y el desarrollo local (DL).[16] Tales enfoques se proponen una mirada más compleja e integral del territorio, en oposición a los tradicionales enfoques sectoriales o de aquellos que hacen abstracción de los territorios y entramados sociales concretos en que tales problemáticas, iniciativas y experiencias se configuran.

Sin embargo, el modo de incorporación de la dimensión territorial –por ejemplo en los llamados enfoques del desarrollo territorial rural o local– no ha logrado, en términos generales, recuperar los aportes de una larga trayectoria de estudios y debates sobre el territorio provenientes de la geografía, y del entrecruzamiento de esta con otras ciencias sociales. Especialmente desde la llamada geografía crítica, que emerge hacia fines de los `70, enriquecida por una mirada interdisciplinar con la antropología, la sociología, la psicología y la ciencia política, ha sido problematizado y desnaturalizado el concepto mismo de territorio, así como otros vinculados como los de espacio, lugar o región.

Como resultado de este proceso crítico, las perspectivas contemporáneas aportan al menos tres cuestiones fundamentales e interrelacionadas para pensar el territorio.[17] En primer lugar, una relación estrecha y necesaria entre territorio y poder, concibiendo al poder de un modo relacional y presente en todas las relaciones sociales; de modo que para que exista “territorio” (a diferencia de la categoría de espacio) tiene que haber un ejercicio del poder por parte de personas o grupos sociales. En segundo lugar, la idea de territorio ya no evoca normalmente, como hasta hace un tiempo atrás, al territorio nacional y, por consiguiente, al Estado nación como único gestor del mismo. Los enfoques contemporáneos se proponen desnaturalizar a la nación, así como a las regiones, en tanto construcciones histórico-sociales y políticas, y asimismo, desnaturalizar al territorio como algo fijo o inmutable, dando lugar a concepciones flexibles y cambiantes de los territorios y sus formas históricas. Se plantea, así, en tercer lugar, que existen no solo territorios exclusivos (para cada cultura u orden jurídico-político), yuxtapuestos y continuos, sino también territorios superpuestos, discontinuos y en red, atravesados por diversas fuerzas y relaciones de poder.

Ahora bien, a pesar de las diversas críticas, aportes y reconceptualizaciones realizadas sobre los conceptos de desarrollo y territorio, en la práctica siguen predominando enfoques economicistas, reduccionistas y etnocéntricos. De este modo, la integralidad y complejidad muchas veces suele resultar meramente discursiva; (re)cae recurrentemente en viejos paradigmas y enfoques unidimensionales, sectoriales y/o normativos, que desconocen los aportes realizados en los debates contemporáneos. Los principales déficits –no es casual– suelen vincularse a la omisión o subestimación de las variables sociopolíticas y socioculturales, de modo que en los planteos tiende a otorgarse escasa consideración a las relaciones de poder y las correlaciones de fuerza realmente existentes en los territorios y en los procesos de desarrollo, así como a las heterogeneidades, asimetrías y desigualdades de diverso tipo que estos presentan. Por otro lado, tienden a subestimarse o invisibilizarse los diversos sentidos que los actores sociales construyen, así como la diversidad de estilos de vida, desarrollo y usos del territorio que subyacen al reconocimiento de la existencia de “múltiples modernidades”.[18] Por último, también, el territorio local suele aislarse de las relaciones complejas y no lineales que lo atraviesan[19] y en las que intervienen escalas de interacción, lógicas y actores de poder del orden provincial, regional, nacional y global.

En este contexto, como hemos señalado, para hablar de desarrollo territorial de un nuevo modo y abrir el juego a las diversas trayectorias y estrategias vinculadas a la ESS, debemos repensar estas categorías, con sus largas historias de uso y significación. Despojado de sus sesgos economicistas y etnocéntricos, el desarrollo podría pensarse como un proceso de creciente autonomía[20] y ampliación de capacidades por parte de los sujetos, comunidades y territorios. En este proceso, se vuelve central la reapropiación sociopolítica del sentido del desarrollo (desarrollo para qué y para quién) y los diversos saberes con que cuentan los actores sociales y colectivos involucrados, teniendo en cuenta las propias metas y concepciones sociales sobre calidad y estilos de vida; formas de legitimidad, organización política y democracia; formas de organización del trabajo, la producción y el consumo; los modos de concebir y practicar la integración e inclusión social; la sustentabilidad ambiental y especificidad sociocultural en el modo de relación con la naturaleza, los usos del territorio y sus recursos, entre otros.

En el proceso de deconstruir viejos paradigmas dominantes y abrir nuevos caminos hacia miradas y prácticas renovadas, estamos convencidos de que la ESS, junto a otras perspectivas como las del buen vivir o vivir bien, el diálogo y ecología de saberes, y tantas otras a las que nos referiremos luego, tienen mucho que aportar en la construcción de otras economías y otras sociedades, más solidarias, participativas y democráticas.

  1. EL CAMPO ECONÓMICO, SIMBÓLICO Y SOCIOPOLÍTICO DE LA ESS

De igual forma que en los debates señalados sobre desarrollo y territorio, entendemos que la ESS constituye un campo multidimensional (económico, cultural y sociopolítico) de interacción y organización humana en torno a la reproducción de la vida, atravesado por diversas fuerzas y relaciones de poder internas y externas a la constitución de la misma. De allí que la multiplicidad de iniciativas socioeconómicas que constituyen la ESS coexista con distintas formas de designar y entender este proceso como una de las respuestas colectivas más amplias a la globalización excluyente, con sus secuelas de creciente desigualdad, fragilidad social, degradación socioambiental y crisis económicas recurrentes. Ello se expresa también en una diversidad de términos que dan cuenta de un campo dinámico de significaciones y acciones sociales en plena construcción, y que desde nuestro punto de vista, como hemos señalado en trabajos previos,[21] designa al menos tres dimensiones interrelacionadas:

a) una dimensión de trayectorias empíricas de otra forma de hacer economía, que une finalidad social de reproducción de la vida con dinámicas de gestión asociativa, democrática y solidaria;

b) una dimensión simbólica (conceptual, cultural, educativa y comunicacional) de maneras de concebir las prácticas humanas en la interacción económica, que centra su atención en las condiciones de reproducción de la vida y en las relaciones de las personas entre sí y con su hábitat vital; y

c) una dimensión político-organizativa de proyectos de sociedad en disputa, que se debate entre la adaptación a las lógicas hegemónicas de funcionamiento económico existente y la capacidad para transformar dichas reglas, en pos de profundizar la democracia y la solidaridad.

En su dimensión empírica, la ESS reconoce una diversidad de trayectorias socioeconómicas diferenciadas de las lógicas dominantes de la empresa lucrativa y de la organización estatal. En un sentido restringido, como sector socioeconómico específico, está conformada por iniciativas, emprendimientos, entidades, organizaciones y redes que realizan actividades económicas de manera regular (producción, distribución, financiamiento o consumo), pero que llevan adelante dichas actividades con la finalidad de ampliar y/o mejorar las condiciones de vida –sea de sus propios integrantes,[22] de un sector específico de la sociedad,[23] de la comunidad local[24] o del entorno[25]–. Al mismo tiempo, impulsan formas organizativas asociativas construidas en torno a principios de gestión democrática, compromiso con el medio, participación voluntaria y autonomía decisional, estructurándose en torno a valores constitutivos que privilegian a las personas, sus capacidades y vinculaciones. De allí que utilizamos la expresión ESS para designar un espacio socioeconómico compartido que incluye tanto a las experiencias asociativas más institucionalizadas (en particular cooperativas y mutuales), como a las formas organizativas más recientes de la socioeconomía, la llamada “economía social emergente” o “economía solidaria”.

En el caso de nuestro país, en las últimas décadas se ha desplegado el campo de la ESS a partir de las dos grandes familias de trayectorias mencionadas:

a) La economía social emergente o economía solidaria, que incluye:

- diversas formas de asociatividad entre pequeños productores de la economía popular;

- organizaciones de la agricultura familiar y movimientos campesinos;

- nuevas formas de comercialización solidaria, tales como las ferias francas, mercados, ferias y comercializadoras de la ESS, comercio justo, redes de consumo responsable;[26]

- iniciativas de finanzas solidarias, en particular con la expansión del microcrédito, impulsados por las políticas públicas específicas;[27] y

- las diversas formas de empresas sociales o comunitarias de inserción social, provisión de servicios sociosanitarios, hábitat, cuidado ambiental, reciclado o energías renovables.

b) El cooperativismo en la economía social institucionalizada

Junto a los procesos mencionados, también resulta destacable la expansión de entidades cooperativas y mutuales en las últimas décadas democráticas. En términos de sus dimensiones actuales, la información disponible del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES, 2008) indica la existencia de casi 17 mil entidades de la economía social institucional, de las cuales el 75% son cooperativas y el resto, mutuales. Asimismo, ambos tipos de entidades agrupan a más de catorce millones de asociados, representando más de un tercio de la población argentina y abarcando al menos un 10% del PBI. El mayor dinamismo puede observarse en el cooperativismo de servicios públicos (electricidad, telefonía, internet, agua potable y cloacas, gas envasado y por red, etc.), el de comunicaciones (televisión por cable, radiofonía, periódicos, revistas, telecomunicaciones, imprentas, desarrollo de sofware libre o productoras de contenidos audiovisuales) y, en particular, el crecimiento sostenido del cooperativismo de trabajo, que actualmente representa casi el 60% del total de entidades registradas y más del 75% de los puestos de trabajo generados en el sector. Este crecimiento del cooperativismo de trabajo viene motorizado por tres grandes vías: las cooperativas impulsadas por grupos autogestionados, las vinculadas a los procesos de recuperación de empresas y las inducidas por el estado con distintos programas públicos de inclusión social con trabajo (tales como el Programa “Argentina Trabaja” o el “Ellas hacen”).

En definitiva, teniendo en cuenta las trayectorias socioeconómicas previas y dichas políticas públicas, la información oficial calcula que actualmente la ESS genera más de 1,3 millones de puestos de trabajo, considerando los puestos comprendidos en todas las entidades cooperativas y mutuales, y los generados por los emprendedores de la economía social y las cooperativas de trabajo vinculadas a los programas públicos ya mencionados.

La necesaria visibilidad de la presencia empírica de la ESS para el desarrollo territorial no implica desconocer las importantes tensiones que atraviesan a este campo, tales como la heterogeneidad estructural de su constitución; sus fragmentaciones organizativas, políticas o ideológicas; las dificultades para hacer sostenible en el tiempo una parte importante de sus iniciativas; o la escasa visibilidad social de su presencia, sin duda embrionaria y en buena medida aún marginal desde el punto de vista de su poder material, político y simbólico, en comparación con otros espacios económicos dominantes guiados por las lógicas lucrativas o jerárquico-burocráticas.

Asociado a ello, creemos que para avanzar en una estrategia de desarrollo sistémico del campo de la ESS, es clave considerar simultáneamente los desafíos en el fortalecimiento del poder de las tres dimensiones enunciadas, esto es: a) el avance en el poder material, tecnológico y económico sistémico del campo solidario de la economía; b) la construcción social de poder simbólico y de saberes congruentes con los valores identitarios del campo; y c) el fortalecimiento del poder sociopolítico y de las estrategias de confluencia organizativa de la diversidad de actores vinculados al mismo. En el marco de esos desafíos, es que presentamos algunas referencias sobre la vinculación entre ESS y desarrollo territorial, como punto previo a las reflexiones finales del trabajo.

  1. LA ESS COMO UNA VÍA PARA EL DESARROLLO SOCIOTERRITORIAL INTEGRAL

Según hemos señalado, los fenómenos económicos y sociales no se producen en el vacío, sino que se insertan en entramados materiales y simbólicos socio-históricamente determinados, es decir, en determinados territorios. Más aún, las experiencias de ESS suelen tener anclajes territoriales significativos, tanto por el modo en que emergen y se desarrollan, como por los objetivos y colectivos a que se orientan o que los impulsan. En este sentido, cuando hablamos de procesos de desarrollo territorial, esta (re)introducción del territorio se propone, en términos generales, enriquecer los análisis y las posibilidades de acción colectiva, evitando aislar artificialmente a los actores económicos y sociales de su contexto concreto de acción e interrelación.

En la actualidad, existe un extendido consenso entre diversos investigadores sobre el hecho de que, si bien la Argentina ha visto crecer su economía de manera sostenida en la última década, recuperando a su vez en buena medida los indicadores sociales de empleo, pobreza y educación en relación a la década del `90 y la crisis del 2001, existe a su vez una significativa persistencia de altos niveles de desigualdad social y de brechas socioterritoriales de diverso tipo a nivel nacional, regional y local. En ello interviene de manera contundente la consolidación de una estructura socioeconómica, productiva, territorial y de mercados altamente concentrada y en buena medida extranjerizada, que trae de arrastre más de dos décadas previas de políticas neoliberales, procesos estructurales de globalización excluyente y reiteradas crisis de orden mundial. En este contexto, los esfuerzos para conducir el crecimiento hacia senderos de desarrollo social y territorial, aún con los avances innegables de la última década, resultan insuficientes en la medida que no se han producido los cambios necesarios que permitan modificar más ampliamente la estructura de poder desde entonces imperante.

En su contexto previo, la crisis de las economías regionales, sectoriales y urbanas que se remonta a los años `80 y ‘90, conllevó en muchos territorios el despliegue de procesos de reconversión territorial y productiva, a través de la “atracción” de inversiones extranjeras directas (IED) o la especialización sectorial de cara al exterior (exportaciones). Sin embargo, estos intentos de reactivación económica conllevaron en muchos casos resultados socioeconómicos adversos en cuanto a concentración económica y territorial, y desintegración sociolaboral y productiva. De este modo, tales procesos derivaron más en la construcción de “enclaves económicos”, que en procesos de desarrollo territorial, en el marco de territorios, sociedades y economías fragmentadas.[28]

Para revertir estos procesos, se vuelve fundamental fortalecer y profundizar las dimensiones sociales de la economía, de modo de restablecer un equilibrio entre los procesos de crecimiento económico y los de desarrollo socioeconómico y territorial. En particular, pensamos que la ESS, tal como la hemos definido, tiene potencialidad para cumplir un rol fundamental en este sentido, en tanto estrategia y campo socioeconómico, simbólico y político de acción orientado a una mayor democratización y desconcentración de los procesos socioeconómicos territoriales, contribuyendo a ampliar los espacios participativos de organización, gestión y decisión económica, e impulsando nuevas institucionalidades y prácticas de democratización laboral, mercantil, financiera, monetaria y ambiental.

Pero ¿cuál es la fortaleza de la propuesta y estrategia de la ESS como vía para el desarrollo socioterritorial? Entendemos que, en el marco de territorios y sociedades fragmentadas, resulta clave impulsar procesos de desarrollo territorial que se orienten al mejoramiento de las condiciones de vida, a la profundización democrática y a la ampliación de las formas solidarias de vinculación; por ejemplo, con la articulación estratégica de pequeñas y medianas unidades socioeconómicas, junto con diversos colectivos, movimientos sociales, entidades, organizaciones y redes de mayor envergadura del campo de la ESS. Sin desconocer las contradicciones y complejidades inherentes a los procesos asociativos o cooperativos, puede señalarse que estos posibilitan una serie de ventajas socioeconómicas tales como el aumento de la escala productiva y, por tanto, el acceso a demandas seriadas o de mayor volumen; la mejora en los términos de negociación, tanto para la compra de insumos o consumo solidario, como para la venta de productos o servicios; la mejora en la productividad y los menores costos por el uso de infraestructura, maquinarias o tecnologías compartidas; la posibilidad de acceso conjunto a capacitación y asistencia técnica a partir de grupos organizados y su vinculación con instituciones públicas o privadas; las posibilidades de avanzar en la cadena de valor hacia la elaboración de manufacturas, el fraccionamiento de la producción, el agregado de diseño y saberes; y las posibilidades de avanzar en la comercialización a través de la organización del consumo y el desarrollo de mercados solidarios; entre otros. La experiencia al respecto muestra significativos antecedentes de gran interés empírico, conceptual y político, y también la complejidad de tensiones y limitaciones inherentes a estos procesos, en el marco de la hegemonía de la lógica de acumulación de poder económico y político jerárquico, en el cual dichas experiencias actúan, y que a la vez se proponen transformar.

Considerando las dimensiones socioculturales, subjetivas y simbólicas, la participación en redes solidarias o en colectivos asociativos, en tanto procesos de trabajo enriquecidos respecto del tradicional “empleo”, estimula el desarrollo de capacidades cognitivas, comunicacionales, organizativas y vinculares de las personas. Asimismo, la implicación de los trabajadores y trabajadoras en un proceso colectivo y autogestivo genera, por un lado, mayores compromisos con los procesos y los resultados alcanzados, y por otro, el desarrollo de vínculos solidarios y horizontales hacia adentro y hacia afuera de la unidad, con otras organizaciones o unidades y con el territorio de inserción, tal como lo demuestra la rica trayectoria de empresas recuperadas y organizaciones sociales que componen el campo de la ESS en nuestro país.

Por otra parte, la experiencia también demuestra que los procesos asociativos, autogestivos y cooperativos representan dificultades y esfuerzos adicionales, tanto de parte de los propios actores, como de parte de las instituciones que los promueven o acompañan. Las experiencias de ESS y los procesos de desarrollo territorial requieren significativos esfuerzos de capacitación, aprendizajes colectivos, trabajo en red, acompañamiento institucional, regulación y promoción; así como la creación de nuevas formas o tecnologías, tanto duras como blandas, para la gestión asociativa, desconcentrada y de mediana escala. Ello hace necesario sistematizar y poner en conocimiento y comunicación múltiples experiencias existentes en los territorios, a la vez que desarrollar nuevas tecnologías y formas apropiadas de trabajo, producción, gestión, comercialización y consumo, que resultan sumamente necesarias para promover y potenciar procesos de manera sostenida y a mayor escala.

De este modo, resulta fundamental para impulsar estos procesos, el desarrollo de capacidades públicas, estatales y sociales. Estamos convencidos de que las universidades, junto con otras entidades educativas y científico-técnicas, pueden cumplir un rol estratégico. Como hemos señalado antes, de lo que se trata es de promover y acompañar estrategias integrales de fortalecimiento del poder económico, sociopolítico y simbólico, que disputan hoy diversas redes, grupos y actores sociales del amplio y diverso campo de la economía popular, social y solidaria. En tanto desafíos, esas estrategias de fortalecimiento incluyen la construcción de valores compartidos en clave de economía solidaria; la ampliación de derechos laborales a todos los trabajadores y las trabajadoras, incluyendo a la economía popular; y el impulso a los procesos de organización, asociatividad, representación sociopolítica y redes vinculares, entre sí y con otros actores territoriales.

REFLEXIONES FINALES

La ESS, al igual que los procesos de desarrollo territorial a que nos hemos referido, constituye un campo complejo de acción e interacción humana, en tanto (re)integra, simbólica y prácticamente, dimensiones de la vida social que desde la modernidad capitalista occidental se han presentado como si estuvieran escindidas: lo económico por un lado, lo social y lo político por otro; lo personal/ subjetivo separado y en tensión con lo interpersonal y colectivo; lo propio y lo compartido; yo- nos- otros. La dinámica compleja de interrelación entre las tres dimensiones que hemos mencionado (la empírica, la simbólica y la política) es una forma de dar cuenta de esa complejidad multidimensional que a nuestro entender implica el campo de la ESS.

En su dimensión empírica, como hemos visto, la ESS incluye una diversidad de trayectorias prácticas diferenciadas, pero que comparten una matriz común del hacer económico orientado a la reproducción de la vida, con formas de organización asociativa y democrática fuertemente vinculadas con los territorios de pertenencia. En tal sentido, a lo largo del trabajo hemos planteado que pensar los procesos sociales y las experiencias de la ESS en su inserción en territorios concretos, supone también introducir la dimensión histórica y política en el análisis del territorio y de las estrategias de los actores involucrados, es decir, las relaciones de poder y correlaciones de fuerza, la consideración de los conflictos y las asimetrías de diverso tipo que existen entre los mismos, así como la inter-escalaridad que atraviesa a los diversos territorios y las variables simbólicas que lo constituyen y lo definen, en procesos a su vez de reconfiguración y transformación.

Por su parte, en la dimensión simbólica, significa, entre otras cuestiones, ampliar la visibilidad y reconocimiento mutuo de los heterogéneos y –en muchos casos– fragmentados actores que constituyen y dan vida al campo de la ESS. Para ello, es necesario profundizar en lo conceptual, metodológico y práctico, un enfoque complejo y multidimensional que nos permita multiplicar los aprendizajes mutuos y la construcción social de conocimiento útil, emancipatorio y transformador. Desde un punto de vista metodológico, además de la educación popular y las comunidades de aprendizaje[29] con las que venimos trabajando distintos grupos involucrados en la promoción y desarrollo de la ESS,[30] nos parece importante destacar otros aportes significativos de enfoques conceptuales que se encuentran en estrecha vinculación con estos. En primer lugar, el enfoque de la complejidad, el cual nos propone abordar la unidad en la diversidad, la multidimensionalidad de la vida biológica y social, desde el trabajo interdisciplinario[31] y la co-construcción con otros como sujetos de aprendizaje, conocimiento y acción socioeconómica, política y simbólica en las comunidades y territorios. Ello requiere avanzar en prácticas interdisciplinarias y de construcción de puentes epistemológicos de diálogo y enriquecimiento mutuo entre diversas disciplinas y ciencias sociales, naturales, tecnológicas, de la salud, ambientales, etc. Otro tipo de enfoques y herramientas que rescatamos son los avances realizados en términos de sistematización de prácticas[32] y de la investigación-acción-participativa, las cuales resultan fundamentales para avanzar en las líneas antes propuestas. Dichas estrategias y prácticas de formación-investigación-acción son realizadas desde un diálogo de saberes que busca recuperar las experiencias vitales, comunitarias o étnicas aportadas por los participantes, así como los saberes que de ellas se desprenden, de manera des-jerarquizada respecto de los conocimientos académicos formalizados. Esto es, una perspectiva de ecología de saberes[33], en la que cobran voz diversos conocimientos que la modernidad occidental desterró, oscureció o subalternizó, incluyendo allí los enfoques dominantes del desarrollo. En esa ecología, nos referimos a los saberes de los pueblos originarios,[34] pero también a los de las culturas populares, a los sentidos y saberes originados en la vida cotidiana de diversas comunidades. Entendemos que este diálogo de saberes y construcción compartida de aprendizajes debe incluir decididamente los conocimientos para la vida y no solo para la producción, desde las necesidades integrales de las personas y los vínculos interpersonales y colectivos, fundamentales para la construcción de cualquier organización social.

Sostenemos como hipótesis y guía de acción que las tres dimensiones pueden ser partes de un mismo proceso dinámico de retroalimentación y potenciamiento solidario para el desarrollo socioterritorial. Por una parte, es el desarrollo de la dimensión empírica (es decir, el avance en las prácticas y experiencias concretas de la ESS) lo que nos da el material de base para reflexionar y crear conocimientos socialmente útiles desde la dimensión simbólica. Pero a su vez, son estas construcciones de sentido y de saberes las que, atravesadas por los deseos, creatividad y posicionamientos ético-políticos, nos permiten día a día re-significar las prácticas, darles nuevos horizontes y perspectivas emancipatorias, en tensión constante con los marcos conceptuales, emocionales y vitales hegemónicos de la sociedad, que nos atraviesan como personas y como colectivos. De este modo, las prácticas y las construcciones simbólicas de sentido se constituyen mutuamente, en articulación con la dimensión política de transformación social y construcción de sujetos colectivos, como desafío a la vez empírico, conceptual y político, para avanzar en senderos acumulativos de aprendizaje, fortalecimiento y expansión de la ESS.

En definitiva, las heterogéneas trayectorias de experiencias de la ESS, si bien conviven con dificultades propias y contextuales de peso, señalan al mismo tiempo caminos efectivos y potenciales de aportes para avanzar en procesos de desarrollo territorial más democrático, inclusivo y solidario. Desde estas visiones y andamiajes conceptuales es que buscamos llevar adelante nuestras prácticas académicas territoriales de aprendizaje, desarrollo e investigación-acción participativa en ESS, lo cual conlleva no solo el conocimiento racional, sino también y fundamentalmente la reflexión-acción sentipensante propuesta por pensadores latinoamericanos de la talla de Fals Borda, Eduardo Galeano y Humberto Maturana. Ello implica una apuesta intelectual y práctica para el fortalecimiento y expansión del campo material, simbólico y político de la ESS. El mismo incluye una diversidad de trayectorias socioeconómicas solidarias que apuntan, con sus matices y problemáticas, a procesos de ampliación de derechos, inclusión social, gestión democrática, organización colectiva y participación activa de los sujetos y actores involucrados. Tienen, de este modo, una potencialidad para contribuir a la expansión de nuevas institucionalidades y prácticas de democratización laboral, mercantil, financiera o monetaria, y más aún en la medida en que se articulen con estrategias de desarrollo territorial más integrales. En definitiva, ponen en evidencia los diversos caminos asociativos y colectivos que, con sus marchas y contramarchas, vienen construyendo el campo plural y embrionario de una economía solidaria, democrática, participativa, socialmente responsable y comprometida en la construcción de comunidades más justas e integradas.

                                      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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NOTAS

 

[1]  Artículo presentado en el Eje 4: Economía Social y Cooperativismo del I Congreso de Economía Política CCC - UNQ realizado el 18 y 19 de noviembre de 2014 en el Centro Cultural de la Cooperación "Floreal Gorini".  Además, el trabajo es resultado de una construcción colectiva elaborada desde nuestra práctica académico territorial en el del Proyecto CREES (Construyendo Redes Emprendedoras en Economía Social) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). En tal sentido, retoma algunos de los principales aportes realizados colectivamente en dos trabajos previos de nuestro equipo de investigación -Pastore y Altschuler (2014) y Pastore, Altschuler, Sena, et al, (2015).

[2]  Rodolfo Pastore. Argentino. Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Correo electrónico: rpastore@unq.edu.ar. Director del Programa CREES (Construyendo Redes Emprendedoras en Economía Social) y del Observatorio del Sur de la ESS (http://observatorioess.org.ar) de la UNQ. Economista (UBA), con estudios de posgrado en argentina y de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Investigador categoría II Programa de Incentivos. Ex Director del Departamento de Ciencias Sociales y de la Carrera de Comercio Internacional de la UNQ.

[3]  Bárbara Altschuler. Argentina. Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Correo electrónico: baltschuler@unq.edu.ar. Directora de la Carrera de Especialización en Gestión de la Economía Social y Solidaria (EGESS). Socióloga, Máster en Desarrollo Económico de América Latina y Doctoranda en Ciencias Sociales. Docente Adjunto de la Tecnicatura Universitaria en Economía Social y Solidaria (TUEES) de la UNQ. Autora de diversos artículos sobre desarrollo local, territorio y economía social.

[4] Pastore y Altschuler (2014).

[5] Para este apartado nos basamos principalmente en dos trabajos previos sobre la temática (Altschuler, 2008 y 2013).

[6] Cardoso y Faletto (1969); Caputo y Pizarro (1975).

[7]  Wolfang Sachs (1991); Escobar Arturo (1996 y 2002).

[8] PNUD (1990).

[9] CEPAL (1992).

[10] Sunkel, O. (1991).

[11] Boisier, S. (2002) y otros.

[12] Naciones Unidas (1987).

[13] Altschuler (2006).

[14] Para un análisis crítico de la traslación de estos conceptos difusos o “fuzzi concepts” a América Latina, desde centros mundiales de pensamiento, puede consultarse Fernández, R. y Vigil, J. (2007) u otros del autor.

[15] Altschuler (2013).

[16] Además del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, otros organismos con iniciativas de este tipo son los Ministerios de Ecuación y Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, el INTA y la Subsecretaría de Agricultura Familiar, entre otros, así como en sus contrapartes y unidades del orden provincial y local.

[17] Altschuler (2013). En este artículo se desarrollan con mayor profundidad tales aportes y debates. Algunos de los autores que trabajamos en el mismo son los ya clásicos Raffestin (1993 [1980]) y Robert Sack (1986) y, dentro de la fructífera trayectoria brasilera, los trabajos de Rogério Haesbaert (2002 y 2004), Lopes de Souza (2001) y Renato Ortiz (1996), entre otros.

[18] Escobar (2002).

[19 Ortiz (1996).

[20] Lopes de Souza (2001).

[21] En lo que sigue nos basamos libremente en un trabajo reciente sobre el tema (Pastore, 2014), así como en dos trabajos previos (Pastore, 2006 y 2010), donde puede consultarse una amplia bibliografía al respecto.

[22] Por ejemplo una cooperativa de trabajo o una asociación de productores y/o emprendedores.

[23] Tal el caso de las empresas sociales de inserción, que buscan la integración socio-laboral de colectivos en situación de vulnerabilidad, tales como personas con padecimiento mental, situación de calle, recuperación de adicciones, reinserción social, etc.

[24] En particular este es el caso de las cooperativas de servicios de electricidad, telefonía o gas entre otras, de significativa importancia en distintas localidades del interior del país.

[25 Por ejemplo las asociaciones, cooperativas o empresas sociales que trabajan en la preservación del medio ambiente o en la recolección y reciclado de residuos.

[26] Un dato sobre la magnitud de este fenómeno lo da por ejemplo el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que indica que desde el 2003 al 2012 se habían apoyado más de 15 mil acciones en espacios de comercialización y promoción de la economía social, en tanto que para el año 2013 existirían unas 140 ferias de la ESS apoyadas de forma más permanente.

[27 En efecto, desde su creación en el 2006 la Comisión Nacional de Microcrédito ha otorgado hasta el presente casi 500 mil microcréditos, con la participación activa de unas 1.500 organizaciones sociales como entidades ejecutoras.

[28] Altschuler (2008). Tal como lo desarrollamos en dicho trabajo (sobre el cual basamos este apartado), entendemos por “enclaves económicos” aquellos procesos de crecimiento económico cuyos beneficios no se distribuyen social ni territorialmente en las tramas socio- productivas locales y/o regionales. Por el contrario, los procesos de “desarrollo territorial” tienden a la inclusión social, la generación de trabajo digno, la potenciación de las capacidades individuales y colectivas y el fortalecimiento de la autonomía, arraigo e identidad de las comunidades locales o regionales.

[29] Coll (2004); Torres (2004).

[30 Sena y Marciano (2013); Gallo y Mendy (2013), y muchos otros.

[31] Morin, E. (1977, 1984 y 1994); García, R. (2007).

[32] Jara, O. (1994); Núñez Hurtado (1986).

[33] Boaventura de Sousa Santos (2006) y otros.

[34] Delgado B. F. (2013).