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RESEÑAS
El Maestro ambulante José Martí y las pedagogías nuestroamericanas
Número 220 / Año 2016 / Por López, Horacio
Diego Giller, Pablo Imen, Diana Lopez Cardona, Hernadez Ouviña y Mercedes Vergara. Buenos Aires: Ediciones del CCC e Idelcoop, 2016.

Revista Idelcoop, nº 220, noviembre 2016. ISSN 0327-1919 / Sección Reseñas

Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP

 

EL MAESTRO AMBULANTE

José Martí y las pedagogías nuestroamericanas

Diego Giller, Pablo Imen, Diana Lopez Cardona, Hernadez Ouviña y Mercedes Vergara.

Buenos Aires: Ediciones del CCC e Idelcoop, 2016.

Horacio López[1]

 

El libro que estamos reseñando es una producción colectiva de uno de los grupos que integra el Departamento de Educación del CCC, y en más de un sentido no será forzado tender un puente entre El Maestro Ambulante y el III Encuentro hacia una pedagogía emancipadora en Nuestra América, realizado a fines de septiembre de 2016.

De hecho, la aparición del libro coincidió prácticamente con el mencionado evento, en el cual, a su vez, se presentó brevemente este texto martiano y sus aportes a una educación emancipadora.

Además de una feliz coincidencia, las reflexiones y conclusiones del Encuentro se potencian con el contenido de este libro sobre Martí y las herramientas pedagógicas que el revolucionario cubano pone en juego, para repensarnos y rehacernos en educación y desde el lugar de sudamericanos. Precisamente, entre las conclusiones del Encuentro –del que participaron 500 personas–, se rescataron los idearios pedagógicos latinoamericanos y se planteó recuperar las historias de los sistemas de educación nuestroamericanos para poder pensar qué proyectos educativos necesitan nuestros pueblos. El punto de partida fue preguntarse cómo construir una pedagogía posible que acompañe un proceso emancipatorio.

En más de un sentido, este III Encuentro puede reivindicarse “martiano”. Por un lado, por la referencia a “Nuestra América” como aquel proyecto propio e inconcluso en el cual el propio Martí tuvo una participación a partir de la gesta independentista cubana, tanto en el plano militar, político y organizativo, como en el cultural e ideológico. “Nuestra América” es un ensayo fundamental del gran revolucionario cubano. Por otro lado, la apuesta llevada a cabo por el Departamento de Educación –con participación activa de Idelcoop, otra de las instituciones corresponsables del libro– se inscribe en la apuesta que Marx condensó en su tesis XI sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”.

Y así, esta perspectiva que combina de manera fértil teoría y práctica, ideas y acción, rigor y compromiso transformador, es fuente de una pedagogía emancipadora que Martí reveló en varios de sus escritos: “Conocer es resolver”, afirmaba el apóstol cubano a propósito del papel fundamental del conocimiento. Formar pueblos y repúblicas, crear hombres y mujeres buenos, nobles y útiles a un proyecto colectivo, hacer del trabajo un elemento central pedagógico fueron algunas de las potentes ideas para una educación emancipadora. Estas ideas estuvieron presentes en el citado encuentro pedagógico en el cual, por lo demás, hubo un momento de presentación del libro.

En este cambio de época –como definiera el presidente de Ecuador Rafael Correa a este tiempo–, más allá de circunstanciales retrocesos como los ocurridos en Argentina o Brasil, la intención de recuperar los legados de nuestros pedagogos y pedagogías, como se plantea en la Introducción del libro, está en consonancia con la voluntad descolonizadora de nuestros pueblos, que han avanzado en cuestiones como la creación de UNASUR CELAC, ALBA, y en la concientización sobre la necesidad de la integración de nuestras patrias chicas y nuestras naciones.

Por las exigencias de época, es muy oportuno traerlo a Martí al presente, como hace el grupo de Pedagogías Emancipatorias. “Desde nuestro nacimiento como grupo –escribe Pablo Imen– nos propusimos recuperar el legado de pedagogos de Nuestra América y repensar sus aportes posibles para una pedagogía emancipatoria”.

En la Introducción del libro leemos: “Nos parece que su propia vida, sus elecciones, sus batallas, sus apuestas, sus sufrimientos, sus textos y sus acciones constituyen sin duda un verdadero proceso pedagógico. La existencia de José Martí es una pedagogía del amor, de la justicia y de la rebeldía”. Escribir sobre José Martí es sencillo y difícil al mismo tiempo. Es sencillo porque es uno de nuestros grandes hombres de conducta y acción diáfanas, puras, revolucionarias, cuya vida y aporte intelectual serán siempre ejemplos para todas las generaciones que asuman luchar por los cambios sociales y políticos necesarios. Lo difícil es definirlo abarcando todo lo que fue y representó: patriota revolucionario en primer lugar, político, poeta, ensayista, periodista; en definitiva, cabal hombre de su tiempo y de nuestra historia de luchas incansables por la verdadera independencia.

 

El Bolívar de fin de siglo

Martí fue hijo y padre de Nuestra América; no de “Latinoamérica”, palabreja acuñada –al igual que las monedas acuñadas con nuestro oro y plata– en la verdadera “vieja Europa”.

Fue también, sí, un Bolívar de fin de siglo. Si el Libertador, decepcionado, se rindió a la vida lamentándose de que había arado en el mar, Martí –más de sesenta años después– afirma que nos hace falta la segunda y definitiva independencia.

Fueron campanadas de atención aquellas de Andrés Bello, Juan Montalvo, González Prada y, sobre todo, José Martí, las que repicaban sobre las conciencias adormecidas. “Nuestra América” de Martí es la campanada precisa, clara y contundente, tañida allá por 1891, cuando ya mucha agua había corrido bajo el puente de las intenciones sobre la integración. Alerta al aldeano vanidoso sobre los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima. Los Estados Unidos, el principal gigante que alejara a los otros de su altura con su monroísmo consecuente, elevaba su cresta avizora por sobre nuestras montañas y mares, escudriñándonos agazapado.

 

El autor de Versos sencillos[2] –nos relata Diego Giller en el libro analizado– alcanzó a advertir rápidamente sobre los rasgos imperiales de la “Roma Americana”. Principalmente, fue Nuestra América el texto donde identificó al expansionismo norteamericano como el “peligro mayor”. Allí aparecía enunciada la necesidad de construir una patria grande que pueda enfrentar y derrotar al “tigre” depredador que “vuelve de noche al lugar de la presa”.

 

La Introducción de El Maestro Ambulante desarrolla argumentos que se proponen ubicar el aporte pedagógico martiano en contexto, y leerlo desde la actualidad nuestroamericana en disputa.

Las primeras páginas del libro traen interrogantes valiosos: ¿cuál es el alcance y el límite de lo pedagógico?; ¿acaso se circunscribe al ámbito del aula y la institución escolar? Para los autores, lo pedagógico es una dimensión presente en todas las prácticas sociales –que tiene, pues, su faceta eminentemente educativa–. El repaso por la vida del propio Martí –su temprana prisión, su actitud consecuentemente rebelde y democrática, su patriotismo e internacionalismo, su amor a la Humanidad– parece constituir una verdadera “pedagogía del ejemplo”. En esas primeras hojas, también, hay unas primeras reflexiones sobre la mirada estrictamente pedagógica de Martí y sus categorías centrales en el campo de la educación.

 

El Che anticipado

El ideario político y pedagogía militante en José Martí (capítulo 5), de Hernán Ouviña, discurre en el análisis lúcido de la política como principal ocupación de José Martí, y sus derivas pedagógicas en el marco de una búsqueda incesante por la independencia cubana y por la unidad nuestroamericana.

Martí murió en acción militar, luchando por la independencia de su querida Cuba, con su alforja colmada de identidad americana. Fue –si se me permite la reflexión recursiva antidialéctica– un Ernesto Che Guevara anticipado en más de 70 años y eso lo dice todo, nos hace siempre ubicar su verdadera dimensión revolucionaria.

En su última carta, dirigida a su amigo Manuel Mercado desde el campamento de Dos Ríos, el 18 de mayo de 1895 –tan solo un día antes de caer para siempre en una emboscada–, escribe: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extienda por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. ¡Guevariana la carta! Sin duda, lo mismo hubiese escrito el Che, de haber entrado a combatir en Salta luego de redimir Bolivia.

 

Sarmiento: un europeo admirador de los yanquis

Otro elemento sustantivo es la perspectiva filosófica y epistemológica que José Martí sostuvo con claridad en su corta existencia. Tales miradas descolonizadoras, curiosas, con la defensa del derecho a ser lo que somos, se expresan en sendos capítulos del libro elaborado por Diego Giller y Diana López Cardona.

La pregunta por la identidad –¿qué somos los nuestroamericanos?– se trasunta en “La filosofía pedagógica de José Martí. Esbozos sencillos para transpensar en clave nuestroamericana” (capítulo 1).

Si la construcción de teoría y conocimiento constituyen una dimensión inherente a la epistemología, el capítulo 2 es atravesado por preguntas ligadas al qué, cómo y para qué se propone conocer el mundo Martí. “José Martí y el electivismo cubano. Aportes epistemológicos para una educación emancipadora”(capítulo 2) va en búsqueda de este sustento ético y cognoscitivo a través del cual el apóstol cubano se pregunta por la identidad y el proyecto que nos convoca.

Esta cuestión sobre lo que somos, o lo que creemos que somos, o lo que somos con lo que hicieron de nosotros recupera un diálogo áspero entre Sarmiento y Martí. Entre las complejidades de la historia, es Sarmiento quien convoca a Martí para colaborar como columnista del diario La Nación. Y aunque se reconoce admirado por la prosa del revolucionario cubano, no deja de cuestionarle su reivindicación explícita del indio americano. Refiere Pablo Imen:

 

La afirmación martiana de que “no hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza” parece dirigida a Domingo Faustino Sarmiento. No al Sarmiento hombre concreto, sino a la corriente que expresa. Sus concepciones estaban muy extendidas, eran predominantes y asumían la supuesta incapacidad de la América Morena y de sus Pueblos para asumir un proyecto histórico válido.

 

Para Domingo Faustino Sarmiento la civilización era atarse al carro de los Estados Unidos y también de Europa. Lo suyo era una vocación enajenante que echaba por tierra todo lo dicho, lo escrito, lo actuado y combatido durante el proceso de revolución continental. Sarmiento quedó prendado de los Estados Unidos, de su progreso, y quería imitarlo sea como sea, incluyendo una campaña conquistadora –copia de la que los yanquis realizaran en el lejano oeste– en la Patagonia, para implantar allí esa civilización soñada. Escribía Sarmiento: “Puede ser muy injusto exterminar salvajes (...) pero gracias a esa injusticia, la América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra”. Sarmiento fue un europeo anclado en tierras americanas.

Martí, un americano, abierto al mundo, pero asumiendo la identidad de una América Morena unida y emancipada.

“Estos países se salvarán porque (...) le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real”, nos dice Martí. Claro que el hombre real no es aún el hombre nuevo que se anticipó con el Che, pero camino hacia él es, al menos, el hombre comprometido con su tierra, con su pueblo.

Ese hombre real en Nuestra América, en la que no faltan los que siguen mirando a Europa, añorando a Europa, queriendo sentirse europeos, ese hombre real se fue sacando de a poco, o abruptamente en casos, la máscara europea:

 

Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura.

 

Claro que nos quedan muchos que siguen poniéndose los calzones de Inglaterra, los chalecos parisienses y, sobre todo, los chaquetones de Norteamérica. Son los blancos de este continente mestizo que fungen de virreyes, siendo nativos, y funcionarios del poder de afuera, que no sienten a América y que siguen despreciando los colores oscuros de los rostros sufridos de nuestros verdaderos nuestroamericanos.

Los capítulos 3 y 4 –“Los usos pedagógicos de José Martí” y “Educación y trabajo, algunas reflexiones desde una pedagogía emancipadora: ‘los tiempos están revueltos...’”–, de Pablo Imen y Mercedes Vergara, despliegan reflexiones que se preocupan por la perspectiva pedagógica martiana. Mientras el primero de ellos recorre sus principales aportaciones en ese campo; el segundo hace foco en una preocupación sustantiva de Martí. Se trata del papel del trabajo en un proyecto colectivo y, desde aquí, su relevancia para todo proyecto pedagógico nuestroamericano que aspire a contribuir a la emancipación continental.

En resumen, el texto que estamos comentando constituye un novedoso ejercicio de construcción colectiva que, partiendo de la lectura sistemática de la obra pedagógica de José Martí, se propone pensar su acervo en clave de los desafíos del presente.

Como entendemos que esta cuestión no supone una mera reivindicación nostálgica del pasado sino una traducción y actualización del Martí educador, nos permitimos valorar y señalar posibles riesgos de esta operación.

Uno de los aportes del libro es concebir a la educación como una propuesta, una relación y un proceso que puede desarrollarse no solo en el marco del aula. El texto toma distintos aspectos de las relaciones posibles de Martí con la educación: la perspectiva histórica, epistemológica y filosófica, su mirada específicamente pedagógica, su práctica política como elemento formativo, sus aportes a una educación para el trabajo liberador.

Muchas de sus reflexiones –y seguramente sus prácticas, pues ejerció efectivamente la docencia– son contundentes plataformas para pensar aspectos de lo educativo que confrontan con las apuestas tecnocráticas que reducen la “calidad educativa” al rendimiento aceptable de operativos estandarizados de evaluación.

La integralidad de su proyecto pedagógico, el papel del afecto y la bondad, la formación de sujetos útiles y completos, la aspiración a la construcción de un proyecto y una identidad colectivos, la militancia revolucionaria y el compromiso patriótico nuestroamericano constituyen dimensiones de la educación martiana.

El Maestro Ambulante recoge estas ideas pedagógicas y las valora en su contexto histórico, a la vez que las “traduce” como acervos para una pedagogía emancipadora propia.

El libro confirma que el grupo de Pedagogías Emancipatorias viene cumpliendo una labor importante en cuanto al rescate de pedagogos y pedagogías. Tenemos ya los estudios sobre Simón Rodríguez, ahora José Martí, enfocándonos en nuestra época primigenia de la lucha por la independencia y la igualdad. La labor es ardua; hay mucho para rescatar y descubrir de esa época.

Se me ocurre citar, como ejemplos a tener en cuenta, a Manuel Belgrano y al guatemalteco José Cecilio del Valle, arriesgando desde mi ignorancia pedagógica de investigador histórico. Lo que está claro es que rescatar los idearios pedagógicos de Nuestra América, sus pedagogos, junto a la elaboración de la verdadera historia de nuestra guerra de liberación de comienzos del XIX, son los pilares necesarios para formar con la educación ese hombre real que hará posible la segunda y definitiva independencia.

 

 


[1] Subdirector del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”.

[2] José Martí. Versos Sensillos. En obras completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.