Un golpe a la democracia
Compartimos el comunicado emitido por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC) en el que manifiesta la profunda preocupación respecto a la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, ya que lo considera un hecho de extrema gravedad institucional.

Un hecho de extrema gravedad institucional se ha concretado en la República Fe­derativa de Brasil: la destitución de la presidenta Dilma Rousseff.

Los 61 votos de los senadores opositores que posibilitaron la drástica medida pu­dieron más que los 54 millones de votos de la ciudadanía que reeligió en 2014 a Dilma, para presidir al país hermano por un segundo período.

Así, mediante argumentos calcados del manual destituyente que se ha instalado en la re­gión de América Latina y el Caribe desde hace algunos años, se reitera el proceso que co­menzó en Honduras, siguió en Paraguay y con matices que incluyen formas vio­lentas, se in­tenta en Bolivia y Ecuador.

Los gobiernos surgidos por la voluntad popular en elecciones democráticas son acosados por la constelación de fuerzas políticas restauradoras de los modelos de con­centración de la riqueza y exclusión social, acompañadas por los medios de comunica­ción dominantes y secto­res hegemónicos del poder judicial.

En todos los casos, el denominador común es la vuelta al pasado en materia de po­líticas económicas y sociales, junto con el debilitamiento o el intento de disolución de los organis­mos de integración regional como el Mercosur, la Unasur y la Celac.

Esta dolorosa circunstancia que vive el país hermano, el principal aliado estratégico de la República Argentina, debe ser motivo de profunda reflexión para las organizacio­nes populares y muy particularmente en el movimiento cooperativo, dado su compro­miso irrestricto con la democracia y el respeto por los derechos humanos, incluyendo los denominados económicos, sociales y culturales.

La integración a nivel nacional, regional e internacional del cooperativismo debería incidir en el fortalecimiento de las instituciones democráticas, cuya vigencia en el ám­bito latinoame­ricano dista de haberse consolidado en las pocas décadas transcurridas desde la finalización de los gobiernos dictatoriales.

Tal como lo señaló el IMFC durante la crisis de Semana Santa en 1987, cuando es­tuvo en peligro la reciente recuperación de la vigencia constitucional en nuestro país, la democracia se defiende con participación popular, solidaridad y justicia social. Y para ello, el movimiento cooperativo puede y debe realizar un aporte sustantivo.