Revista Idelcoop nº 245 - Marzo 2025 - ISSN Electrónico 2451-5418 / Sección Experencias y Prácticas
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa
Identidad y Cooperativismo en el Consorcio Esperanza Yerbatera
Milagros Bordalejo[1]
Introducción:
El Consorcio de Cooperación Esperanza Yerbatera[1] (CEY) representa una iniciativa destacada en la organización de cooperativas productoras de yerba mate en la provincia de Misiones, estructurada bajo una figura formal de consorcio. El objetivo principal de esta organización radica en la integración de esfuerzos colectivos para superar la dependencia de la venta de hoja verde o canchada,[2] y avanzar hacia la comercialización de yerba mate procesada y lista para el consumo. Esta estrategia busca no solo incrementar el valor agregado del producto final, sino también fortalecer la autonomía económica de las cooperativas, mejorando su posicionamiento en el mercado y promoviendo el desarrollo local sostenible.
A partir del trabajo de campo realizado, se constató que el Consorcio de Cooperación Esperanza Yerbatera (CEY) agrupa a 11 cooperativas[3] ubicadas en la provincia de Misiones, cuya actividad económica central es la producción, elaboración y comercialización de yerba mate. Este grupo de cooperativas yerbateras se organizaron para mejorar la producción, industrialización y comercialización de la yerba mate, fortaleciendo a les pequeñes y medianes productores a través del trabajo conjunto. Su propósito se basa en enfrentar colectivamente los desafíos asociados a los altos costos de cosecha, la escasez de fondos y el desfasaje financiero entre el acopio de hoja verde y el cobro por la venta de yerba mate procesada o envasada, un proceso que puede extenderse entre 18 y 24 meses.
El principal objetivo del CEY fue combinar recursos y capacidades para avanzar en la cadena productiva de la yerba mate, así como incidir en la formulación de políticas gubernamentales que respaldan al sector. Las cooperativas integrantes se caracterizaban por su heterogeneidad en cuanto a las capacidades de transformación e industrialización de la hoja verde de yerba mate (Secretaría de Agricultura Familiar, 2017). En el momento de su conformación, ninguna de las cooperativas lograba producir yerba mate fraccionada lista para el consumo, aunque sus posibilidades de alcanzar este objetivo variaron significativamente (Consorcio de cooperación Esperanza Yerbatera. Diagnóstico de base al año 2017). Estas diferencias radican en la infraestructura disponible, como molinos y secaderos, y en la existencia o no de una marca comercial propia para la comercialización del producto. Actualmente, algunas cooperativas del consorcio continúan vendiendo hoja verde, otras han avanzado en la venta de yerba canchada, y algunas logran producir yerba mate lista para el consumo.
Antecedentes:
La categoría de identidad ha sido analizada desde múltiples enfoques teóricos, incluyendo las perspectivas antropológica, sociológica, psicológica, cultural, posestructuralista y poscolonial. Desde la antropología, Barth (1969) argumenta que la identidad no es una característica inmutable o innata, sino que se forma y se transforma mediante las interacciones sociales. En este sentido, la identidad se construye en relación con les "otros" y se fundamenta en las fronteras sociales que se trazan entre grupos.
Por su parte, Archetti, et al. (2017) examinan la categoría de identidad desde la antropología cultural, centrando su análisis en cómo las identidades se construyen y negocian en contextos sociales específicos. Les autores argumentan que la identidad no es una esencia fija, sino un proceso continuo de formación, influenciado por las relaciones de poder, la cultura y las experiencias colectivas e individuales. Sostienen que la identidad es una construcción social, determinada por factores como la historia, la política, el género y la economía, y que se expresa de manera distinta según el contexto cultural. Destacan, además, el carácter relacional y contextual de las identidades, remarcando que estas no son estáticas, sino dinámicas y sujetas a cambios en función del entorno y las relaciones intergrupales. Por último, vale la pena mencionar que, siguiendo la teoría de Archetti y Stølen (1975), la identidad también se refleja en los procesos de organización colectiva y en las movilizaciones de los actores sociales.
Desde el enfoque propuesto en este trabajo, se toman los aportes de la escuela europea, cuyos principales exponentes son Melucci (1989), McAdam, Tarrow y Tilly (2005), entre otros, para reflexionar en torno a los factores que influyen en la movilización de personas y cómo se organizan los movimientos sociales para lograr sus objetivos.
En esta línea analítica, Melucci (1989), sostiene que los movimientos sociales surgen a partir de la existencia de distintos proyectos de sociedad que no incluyen y representan a todes les individuos y colectividades. Según el autor, son formas de acción colectiva que se originan cuando les individuos y los grupos se sienten excluidos o marginados de los procesos de toma de decisiones que afectan sus vidas. Estos son identificados a partir de la movilización de grupos, los cuales poseen cierta identificación en común, y se proponen el objetivo de modificar cierto aspecto del orden social (Revilla Blanco, 1990). Aquí se entiende a estas formas de acción colectiva como “la acción conflictiva de un actor dirigente o popular hacia el control de los modelos y los recursos de una sociedad, es decir, su historicidad” (Touraine, 1992: 69). El autor sostiene que las conductas deben ser explicadas, considerando el contexto de relaciones sociales en el que surgen, así como el contexto de oposición de clases.
Coincidimos con Tilly (1978, 1994) en su forma de concebir a los movimientos sociales como un proceso político en el que los intereses excluidos intentan tener acceso a la política establecida. En esta definición de movimiento social, se lo entiende como “series continuas de interacciones entre los detentadores del poder e individuos que reclaman con éxito hablar en nombre un sector de la sociedad carente de representación formal, en el curso de las cual estas personas realizan públicamente demandas de cambio en la distribución o ejercicio del poder, y respaldan estas demandas con manifestaciones públicas de apoyo” (Tilly, 1984: 303. Como se citó en Diani, 2015).
Siguiendo los planteamientos teóricos sobre la identidad y la movilización social, este estudio adopta un enfoque cualitativo con el objetivo de explorar las experiencias de movilización de las cooperativas productoras de yerba mate en Misiones, particularmente en el Consorcio Esperanza Yerbatera (CEY). El marco teórico propuesto, que resalta la construcción dinámica y relacional de la identidad en contextos sociales específicos, guía la elección de las técnicas metodológicas empleadas en la investigación.
Las fuentes de datos empleadas en esta investigación incluyen tanto material documental como datos de campo. En primer lugar, se realizó un análisis bibliográfico exhaustivo de la literatura relevante sobre el cooperativismo y movilización social en Misiones. En segundo lugar, se recurrió a siete entrevistas semi-estructuradas realizadas a les productores yerbateros y miembros de cooperativas en Misiones. Estas entrevistas se llevaron a cabo entre los meses de julio y septiembre de 2022, con el objetivo de explorar las experiencias y perspectivas de les colones en torno a su participación en cooperativas. Finalmente, se empleó la observación participante, desarrollada en tres diferentes cooperativas durante estancias de campo entre octubre de 2022 y febrero de 2023.
Génesis de la producción yerbatera:
La yerba mate, cuyo nombre científico es Ilex Paraguariensis, es un árbol nativo de la Selva Paranaense. Su cultivo y producción en Argentina[4] se remonta al período jesuítico, y posteriormente reconoce dos etapas: la del frente extractivo[5] y la de cultivo.[6] Desde fines del siglo XIX, Misiones se fue constituyendo en receptora de inmigrantes, a través de la Ley Avellaneda, la cual posibilitó el establecimiento de les mismos a cambio de tierras (Gallero. 2008).
La producción yerbatera en la provincia de Misiones ha sido un proceso histórico y socialmente complejo, en el que la figura del colone ha desempeñado un papel central. Este tipo social agrario se consolidó con la llegada de inmigrantes provenientes de Europa a fines del siglo XIX, bajo el amparo de la Ley Avellaneda, que facilitó su establecimiento en tierras destinadas a la colonización. Este proceso de asentamiento fue fundamental para la configuración de las actuales colonias agrícolas en Misiones, las cuales se desarrollaron a través de iniciativas oficiales y privadas que buscaban fomentar la ocupación de tierras y el desarrollo agrícola en la región.
La venta masiva de tierras en 1881, que abarcó más de dos millones de hectáreas a un reducido grupo de grandes compradores, dejó disponibles extensas áreas que fueron posteriormente ocupadas por inmigrantes europeos. Les colones, principalmente originarios del norte y este de Europa, se establecieron en las tierras no adquiridas por los grandes terratenientes, formando comunidades agrícolas que se dedicaron principalmente a la producción de yerba mate. El Estado otorgó parcelas de entre 25 y 50 hectáreas, con la condición de que al menos el 50% de la tierra fuera destinada al cultivo de yerba mate, lo que estableció una matriz social agraria centrada en esta actividad.
La figura del colone, según Bartolomé (1975), se refiere a une productore agrícola familiar con aspiraciones de acumulación. Este perfil se distingue del campesinado tradicional por su relación con la tierra y su organización productiva. A diferencia de otros sectores rurales, les colones suelen ser propietaries de las tierras que cultivan, una característica que refuerza su sentido de pertenencia a una comunidad agraria específica. Esta propiedad, generalmente heredada de generaciones anteriores a través de planes de colonización, les otorga una identidad diferenciada dentro del contexto rural de Misiones.
La identidad de les colones se construye en torno a la producción de yerba mate, que trasciende su dimensión económica para convertirse en un elemento cultural fundamental. La actividad yerbatera fomenta un sentido de pertenencia colectiva, en el que el trabajo agrícola compartido contribuye a fortalecer los lazos sociales y a marcar una distinción respecto de otros grupos rurales, como las comunidades indígenas y criollas. Esta diferenciación se refuerza por las tradiciones, prácticas y lenguas provenientes de Europa, que los colonos han preservado y adaptado a su nuevo entorno, consolidando así una identidad única dentro del agronegocio yerbatero.
Les inmigrantes europeos que llegaron a Misiones trajeron consigo no solo conocimientos y prácticas agrícolas, sino también tradiciones cooperativas que influyeron profundamente en la organización social y económica de la región. En sus países de origen, las cooperativas eran una forma común de organización entre les pequeñes productores, lo que les permitió enfrentar colectivamente los desafíos relacionados con la producción y comercialización de sus productos. Al asentarse en Misiones, les colones encontraron en la figura cooperativa una herramienta para superar las dificultades que enfrentaban, como la escasez de recursos, las limitaciones en el acceso a mercados y la necesidad de compartir el trabajo agrícola. [1] Esta tradición se adaptó rápidamente al contexto local, y las cooperativas se convirtieron en una forma de organización clave para unificar los esfuerzos de les pequeñes productores yerbateres. De este modo, la figura cooperativa permitió a les colones no sólo organizarse de manera más eficiente, sino también fortalecer su identidad colectiva, al ser reconocides como actores dentro de una estructura productiva que reflejaba sus intereses comunes. A través de esta forma de cooperación, les inmigrantes pudieron enfrentar con mayor eficacia los retos del sector yerbatero y construir una base sólida para su integración y desarrollo económico en la provincia.
En resumen, la configuración de la producción yerbatera en Misiones ha estado íntimamente ligada a la figura del colone, un tipo social agrario que emergió en el contexto de las políticas de colonización y que ha desarrollado una identidad propia en torno a la producción de yerba mate, al trabajo familiar en la propia chacra y a su vínculo con la cooperativa. Este proceso ha sido clave en la consolidación de las colonias agrícolas y en la definición del paisaje social y económico de la provincia. La yerba mate, como cultivo central, ha sido no solo una fuente de sustento económico, sino también un eje en la construcción de la identidad y la cohesión social de les colones misioneres.
Constitución del Consorcio Esperanza Yerbatera
Los inicios del Consorcio se remontan al año 2011, año en que once cooperativas deciden unificar esfuerzos para comenzar a desarrollar acciones y modificar su difícil situación económica. Esta última caracterizada por las dificultades para llegar a vender yerba mate lista para el consumo, lo cual las obligaba a ofrecer, en el mejor de los casos, yerba mate canchada a las grandes empresas.
La decreciente participación de las cooperativas en los mercados se profundizó en la década de los 90 ́, tiempos en que el kilo de la hoja verde llegó a sus valores históricos más bajos, provocando una protesta social que se conoce simbólicamente como “El Tractorazo” (Ramírez, 2010).[7] A pesar del cambio de política gubernamental a partir del año 2003, en el que se favoreció la consolidación de las cooperativas, se observa en los años subsiguientes una tendencia a la concentración e integración en los distintos eslabones de la cadena productiva. Esto se constituye en una debilidad/problema para les pequeñes y medianes productores yerbateres.
Generando una transferencia del excedente producido por les agricultores familiares, hacia las grandes empresas yerbateras.
Proceso de constitución:
La primera reunión, a la cual asistieron 25 cooperativas, fue realizada en una sede del Movimiento Agrario Misionero (MAM) en Oberá. Se convocó a les técniques de la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF) para discutir acerca de que las políticas de financiamiento, -así como el Plan Estratégico de la yerba mate que estaba siendo elaborado en ese momento por el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM)-, no eran acordes a las necesidades de les pequeñes agricultores. El plan comenzó a ser cuestionado por las cooperativas, ya que en el mismo se ubicaba a les pequeñes productores familiares como abastecedores de yerba mate canchada y a las grandes empresas como principales comercializadoras de yerba mate lista para el consumo. Esta situación era identificada como desventajosa para les agricultores familiares asociades en cooperativas. Los inicios de este proceso pueden ser pensados a partir de la profundización de las desigualdades en el sector yerbatero.
Fue así como se comenzaron a plantear algunas reuniones y algunos técnicos de la SAF recorrieron las diferentes cooperativas para relevar sus necesidades y evaluar su situación. De acuerdo a la vulnerabilidad de las cooperativas, un asociado señala: “El debate me parecía interesante en el sentido de que todos los que estaban sentados en ese espacio, las 11 cooperativas, compartimos realidades casi iguales en términos de ser el sector medio excluido digamos, más desprotegido, con menores posibilidades de desarrollarse” (Entrevista a Gómez. 7 de julio del 2023).
En las reuniones que se fueron realizando, uno de los técnicos con más participación en la organización del consorcio, menciona la identificación de 3 ejes de trabajo de acuerdo a necesidades de las cooperativas:
Gestión del capital de trabajo: diseñar estrategias para acceder a financiamiento que permita comprar hoja verde a les socies, estacionarla, y luego envasarla y comercializarla.
Desarrollo de infraestructura: adquirir y mejorar maquinarias para optimizar los procesos productivos.
Promoción para la comercialización: implementar estrategias que fortalezcan la inserción y visibilidad de les productos en el mercado.
Entre las principales necesidades que motivaron el surgimiento del Consorcio, estuvieron: la necesidad de articular el uso de la infraestructura de las cooperativas; comercializar de manera conjunta a través de alianzas comerciales y/o de una marca colectiva, así como, gestionar de manera conjunta ante el Estado en sus distintos niveles y estamentos (Entrevista a Ramírez. 10 de julio del 2023). A partir de estos ejes, se comenzó a gestar la idea de trabajar de coordinadamente en conjunto para lograr mejores resultados.
En 2012, Carlos Horacio Casamiquela, ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina entre 2013 y 2015, convocó al INYM para presentar el Plan Estratégico de la Yerba Mate, con la participación de les ingenieros responsables. Según el entrevistado, Gómez, también se invitó al Consorcio para exponer su propio plan. Durante la reunión, el ministro preguntó: "¿Aquí hay quienes piensan diferente? Veamos si los incorporamos, ¿pueden pararse?" (Entrevista a Gómez. 10 de julio de 2023). Desde entonces, el debate tomó otro rumbo. El Plan Estratégico no fue aprobado y se envió a revisión, lo que dio inicio a nuevas reuniones.
A pesar de los esfuerzos iniciales por parte de los técnicos de la SAF, que comenzaron a promover reuniones con diversas instancias de gobierno, la vinculación entre las cooperativas y el Estado provincial resultó defectuosa. En las entrevistas realizadas, se señaló la falta de apoyo gubernamental provincial a la idea de unificar a las cooperativas: “en el INYM dejaron de haber estampillas para las cooperativas del CEY” y “se envasó y se envió un camión, pero la propia Secretaría de Comercio no le pagó a los productores”. Además, el gobernador de la provincia declaró que “lo que estaban haciendo iba en contra de los intereses de la provincia” (Entrevista a Pérez. 10 de julio del 2023).
Frente a este panorama, se comenzaron a organizar reuniones en Buenos Aires con el objetivo de transmitir sus demandas al gobierno nacional. En palabras de uno de los involucrados: "Esto nos llevó a un sinfín de reuniones. En ese momento, cuando teníamos vehículo, subíamos con todo el grupo y nos íbamos a Buenos Aires, a tocar puertas, a las oficinas, a la Subsecretaría de Agricultura Familiar, con Pérsico como funcionario" (Entrevista a Ramírez. 10 de julio del 2023).
Este proceso puede ser analizado a partir del concepto de "contienda política", definido por McAdam, Tilly y Tarrow (2001) como “la interacción episódica, pública y colectiva entre los reivindicadores y sus objetos cuando: (a) al menos un gobierno es uno de los reivindicadores, de los objetos de las reivindicaciones o es parte en las reivindicaciones, y (b) las reivindicaciones, caso de ser satisfechas, afectarían los intereses de al menos uno de los reivindicadores” (McAdam, Tilly y Tarrow, 2001: 5).
Tras una serie de idas y vueltas, se propuso la idea de conformar la figura de consorcio. Dicha iniciativa fue presentada por un técnico de la SAF, quien desempeñó un rol central en la organización de estas cooperativas y proviene de una familia colona dedicada a la producción de yerba mate.
Consorcio Esperanza Yerbatera:
A fines de 2012, principios 2013, se conforma la figura de “Consorcio Esperanza Yerbatera”, como resultado del proceso de disputa en torno a la asimetría en la apropiación del excedente generado en el circuito.
A partir de las interacciones del Consorcio con distintas instancias gubernamentales, se concretaron diversos proyectos y subsidios que favorecieron su desarrollo. Entre los principales logros se encuentra la obtención de un fondo rotativo de dinero. Además, surgieron proyectos de desarrollo social, los cuales fueron resultado directo de las gestiones realizadas por el Consorcio en Buenos Aires. En este contexto, el Ministerio de Agricultura de la Nación, a través de la cooperativa “CÁFICLA”, priorizó la asignación de recursos para el financiamiento del capital de trabajo, mientras que el Ministerio de Desarrollo Social brindó apoyo financiero para la instalación de infraestructura clave, como molinos y secaderos. Asimismo, el Consorcio propició el programa Yerba para Todos, una iniciativa que buscó garantizar el acceso a la yerba mate a precios accesibles para los sectores más vulnerables de la población. Este programa, implementado con la colaboración del gobierno nacional, permitió a les productores cooperativos ofrecer su producto directamente a les consumidores, reduciendo la intermediación y fomentando una comercialización más justa.
La conformación del Consorcio Esperanza Yerbatera y el proceso de movilización de actores en la búsqueda por modificar su situación al interior del circuito productivo yerbatero, generó beneficios a les socies productores. Les entrevistades destacaron cómo la unión bajo una misma organización les otorgó una mayor fuerza en el mercado: "Antes estábamos cada uno por su lado, sin poder negociar, pero al unirnos en el consorcio, tenemos más fuerza" (Entrevista a Lande. 11 de julio del 2023). Esta unión también les permitió escapar de la dependencia de les intermediarios que imponían los precios, brindándoles autonomía en la comercialización: "Antes dependíamos completamente de los intermediarios que nos pagaban lo que querían, a partir de la posibilidad de vender nuestra yerba con nuestra propia marca, nos permite elegir si la vendemos a los grandes molinos o la comercializamos nosotros"(Entrevista a Gómez. . 9 de julio del 2023). Además, la pertenencia a un grupo cohesionado les proporcionó un sentido de identidad común: "Nos dio un sentido de pertenencia a un grupo, a una causa común" (Ramírez. Comunicación personal. 9 de julio del 2023).
La representatividad adquirida en el marco del Consorcio también fortaleció su capacidad de competir en el mercado yerbatero. Como afirmaron algunes entrevistades: "El conjunto de estas cooperativas en el marco del consorcio va a tener mayor representatividad dentro del sector, uno tiene más peso para poder competir con el sector más concentrado" (Entrevista a Pérez. 9 de julio del 2023). A pesar de que el volumen que representan dentro de la cadena productiva es aún limitado, el Consorcio significó una inserción en una red más amplia, lo cual proporcionó una referencia en precios que impacta en todo el sector: "El Consorcio significó la inserción en una gran cadena, aunque el porcentaje que representan en esa cadena sea poco en el volumen total, te muestra una referencia en precio que te mueve todo" (Entrevista a Ramírez. 9 de julio del 2023).
Movilización social e identidad:
Siguiendo la teoría de Archetti y Stølen (1975), la identidad también se refleja en los procesos de organización colectiva y en las movilizaciones de los actores sociales. En Misiones, una de las primeras experiencias de organización colectiva fue el cooperativismo, cuyo surgimiento, como ya se indicó, está estrechamente relacionado con la llegada de inmigrantes de Europa a principios del siglo XX. Les inmigrantes, con antecedentes de trabajo colectivo, especialmente en la agricultura, se enfrentaron a desafíos económicos, geográficos y climáticos, lo que los llevó a la necesidad de compartir recursos y conocimientos. Las dificultades en la producción y comercialización de yerba mate impulsaron la creación de estas cooperativas (Rodríguez, 2018).
Asimismo, el caso del Consorcio Esperanza Yerbatera, con el similar objetivo de fortalecer la producción, industrialización y comercialización de la yerba mate, se ha forjado a través de la organización colectiva y movilización social de actores que disputan la apropiación diferencial del producto. Es decir, el proceso de construcción de la identidad en los colonos de Misiones trasciende la organización en cooperativas y se manifiesta también en las movilizaciones colectivas.
Siguiendo la perspectiva de les autores mencionades, las identidades son dinámicas y se transforman a través de las interacciones sociales y los desafíos enfrentados por los grupos. Un ejemplo ilustrativo es el relato de Hugo, un colono que describe la movilización conocida como “El Tractorazo” en defensa de sus derechos: “Hicimos el acto en el cruce, y había cerca de 80 tractores. Así que por la ruta 14 fuimos a Oberá, hicimos un acto ahí, y alguien dijo ‘bueno, tenemos que ir a Posadas’, y bueno, ahí fuimos a Posadas, nos organizamos y fuimos en tractores. Dormimos por el camino” (Entrevista a Gómez, 7 de julio del 2023). Este testimonio evidencia cómo les colones se organizan para visibilizar sus demandas, utilizando el territorio y la acción conjunta como herramientas para consolidar su identidad y reivindicar su lugar en el sector productivo.
El relato subraya que el territorio no solo aparece como un recurso económico, sino también un espacio de resistencia y movilización. Los colonos emplean el espacio geográfico, -rutas y ciudades-, como escenarios para manifestarse y defender sus derechos. Este proceso de organización y lucha fortalece el sentido de pertenencia colectiva y redefine su relación con el territorio que habitan y cultivan. Además, el uso de tractores como símbolo de protesta no es casual, sino que refuerza su identidad como productores agrícolas, vinculando su trabajo diario con sus acciones de resistencia.
El CEY, más allá de ser una respuesta a las adversidades económicas, representó un espacio de construcción colectiva donde la identidad de le s productores agrarios se vio reforzada a través de la movilización social. La organización en torno al consorcio no solo buscó mejorar las condiciones de comercialización de la yerba mate, sino que también permitió a le s agricultores familiares reconocerse como parte de un mismo colectivo con problemáticas e intereses compartidos. A través de asambleas, reuniones y acciones conjuntas, el CEY se convirtió en un ámbito donde la identidad colona y la pertenencia a la economía cooperativa se consolidaron, fortaleciendo su capacidad de acción y resistencia frente a las dinámicas desiguales del sector. Asimismo, la identidad cooperativa, fue un punto de encuentro que fomentó la acción colectiva, fortaleciendo la cohesión del grupo en la búsqueda de objetivos comunes.
El consorcio no solo se enfocó en superar las limitaciones inmediatas relacionadas con la producción y comercialización de la yerba mate, sino que también representó un esfuerzo por avanzar en la cadena de valor del producto. La intención de dejar de vender yerba mate en su forma más básica, para llegar a ofrecer yerba lista para el consumo, reflejó una estrategia de integración vertical destinada a mejorar la posición de le s productores en el mercado. Este enfoque no solo busca aumentar sus ingresos, sino también reducir la dependencia de intermediarios y mejorar las condiciones económicas de las comunidades rurales.
Consideraciones finales[2] [3]
El análisis del Consorcio Esperanza Yerbatera (CEY) permite comprender cómo la organización cooperativa y la movilización social han sido herramientas fundamentales para que les pequeñes productores yerbateres enfrenten las desigualdades estructurales en la cadena de valor. A partir de la articulación entre distintas cooperativas, el CEY ha permitido una mayor integración de les productores en los procesos de producción, industrialización y comercialización, reduciendo su dependencia de intermediaries y promoviendo una mayor autonomía económica. En este sentido, el cooperativismo no solo ha funcionado como una estrategia de resistencia frente a los procesos de concentración y exclusión en el sector yerbatero, sino también como un espacio de construcción de identidad colectiva, en el que la pertenencia a la organización fortalece la cohesión del grupo y refuerza su capacidad de negociación en un mercado históricamente desigual.
Desde una perspectiva teórica, la experiencia del CEY puede interpretarse a la luz de la noción de identidad colectiva, entendida como una construcción dinámica que emerge a partir de la interacción social y de la necesidad de les actores de posicionarse en un contexto estructural determinado (Archetti y Stølen, 1975; Melucci, 1989). En el caso de les productores yerbateres, la identidad colona ha funcionado como un eje articulador de la acción colectiva, definiendo tanto sus formas de organización como sus estrategias de resistencia ante la apropiación diferencial del excedente productivo. Esta identidad se configura en la intersección entre el trabajo agrícola, la pertenencia territorial y la tradición cooperativa, lo que ha permitido que el CEY no solo funcione como un instrumento económico, sino también como un espacio de reconocimiento y valorización de la producción yerbatera como parte de un proceso histórico de lucha y reivindicación.
Por otro lado, la construcción de una identidad cooperativa ha sido crucial en el fortalecimiento de la cohesión social dentro de la comunidad productiva. Según Archetti (2004) y Stølen (2007), la identidad colectiva se configura a partir de la lucha compartida por objetivos comunes. En este sentido, les productores de yerba mate en Misiones no solo se han identificado con una actividad económica, sino con una cultura agrícola profundamente enraizada en la región, lo cual ha permitido la integración de estos actores en una red de cooperación más amplia. Como afirman les entrevistades, "Nos dio un sentido de pertenencia a un grupo, a una causa común" (Entrevista a Pérez. 8 de julio del 2022). Este sentido de pertenencia ha sido un motor clave para avanzar en la adopción de nuevas tecnologías y prácticas agrícolas más sostenibles, así como en la mejora de la calidad del producto, fortaleciendo el vínculo entre les productores y la región.
En cuanto a los efectos positivos de este proceso, el fortalecimiento de la producción local ha sido uno de los resultados más significativos. Al unirse bajo el Consorcio, les productores han logrado una mejor organización que les ha otorgado un mayor poder de negociación frente a las grandes empresas del sector. Esta mejora en la capacidad de negociación se traduce en mejores precios y condiciones para les productores locales, lo cual beneficia directamente a la economía regional. En palabras de une entrevistade, "Hasta antes del consorcio, ninguna cooperativa vendía su yerba envasada y lista para el consumo” (Entrevista a Pérez. 8 de julio del 2022).
A su vez, el análisis de la movilización del CEY en instancias gubernamentales revela la importancia de considerar el carácter político del cooperativismo y su capacidad de incidencia en la formulación de políticas públicas. Como plantean McAdam, Tarrow y Tilly (2005), la acción colectiva es un proceso de confrontación con estructuras de poder, en el que les actores buscan disputar su lugar en la toma de decisiones. La falta de reconocimiento por parte del Estado provincial y las dificultades en la articulación con organismos estatales nacionales evidencian los desafíos que enfrentan las organizaciones de productores en su intento por modificar las reglas del juego dentro del sector. En este contexto, el CEY ha logrado posicionarse como un actor clave en el debate sobre la regulación del mercado yerbatero, tensionando las políticas que históricamente han favorecido la concentración del sector en manos de grandes empresas.
Además de los beneficios económicos, la consolidación de una identidad cooperativa ha permitido a les productores ganar visibilidad y reconocimiento dentro de espacios de disputa política y económica. Como subraya Stølen (2007), los procesos de movilización y construcción de identidad no solo están orientados a la mejora de las condiciones materiales, sino también a la integración de les actores en un espacio de negociación que les permita acceder a derechos y recursos de manera más equitativa.
Por otro lado, la estrategia de integración vertical adoptada por el CEY representa un punto de inflexión en la dinámica productiva del sector, ya que permite a las cooperativas trascender el rol de simples proveedoras de materia prima y acceder a mercados con un producto elaborado bajo su propia marca. Esta transformación, sin embargo, enfrenta barreras estructurales relacionadas con la falta de infraestructura, el acceso limitado a financiamiento y la competencia con grandes empresas que controlan los canales de comercialización. En este sentido, la consolidación del CEY dependerá no solo de su capacidad organizativa interna, sino también del acceso a políticas públicas que promuevan modelos de producción y comercialización más equitativos.
En resumen, la relación entre movilización social e identidad cooperativa ha sido determinante en la creación del Consorcio Esperanza Yerbatera, tanto para el fortalecimiento económico como para el empoderamiento social de les agricultores. A través de la consolidación de una identidad colectiva basada en la cooperación, han podido enfrentar las adversidades del mercado y las políticas públicas, favoreciendo su integración en una red de cooperación más amplia. Esta dinámica no solo ha tenido repercusiones en la mejora de la producción y comercialización de la yerba mate, sino también en la preservación de la cultura agrícola de la región, garantizando su continuidad como un producto emblemático de Misiones.
En conclusión, la experiencia del Consorcio Esperanza Yerbatera muestra que el cooperativismo sigue siendo una herramienta fundamental para la resistencia y la transformación del sector yerbatero, tanto en términos económicos como en términos de identidad y movilización social. La consolidación de una identidad cooperativa y colona ha permitido que les productores enfrenten los procesos de concentración y exclusión dentro de la cadena de valor, fortaleciendo su autonomía y capacidad de negociación. Sin embargo, los desafíos persisten y requieren un marco de políticas que reconozca el rol de les pequeñes productores como actores clave en la economía yerbatera, promoviendo un modelo de desarrollo basado en la equidad, la integración productiva y la sostenibilidad del sector.
Bibliografía
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Tilly, C. (1984). Como se citó en Diani, 2015.
[1] Un consorcio es una asociación de varias empresas, organizaciones o entidades que se unen para colaborar en un proyecto común, compartiendo recursos, conocimientos y esfuerzos con un objetivo específico. A diferencia de una fusión, en un consorcio los miembros mantienen independencia legal y operativa, pero trabajan juntos bajo acuerdos de cooperación para lograr beneficios mutuos.
[2] El proceso de elaboración de la yerba mate, atraviesa diferentes instancias, entre ellas: el sapecado y el secado. El sapecado consiste en un secado muy rápido del orden de los 30 segundos de exposición del material verde directamente a las llamas. Inmediatamente después del sapecado la yerba mate ingresa al proceso de secado en el cual mediante aire caliente se elimina el resto de humedad.
[3] Las cooperativas que formaron parte del Consorcio fueron: Cooperativa Agropecuaria Forestal de Industrialización y Comercialización Ltda. (CAFICLA) – Aristóbulo del Valle: Cooperativa Agrícola Hipólito Yrigoyen Ltda. – Hipólito Irigoyen; Cooperativa Agropecuaria y de Consumo Ltda. “El Colono” de Campo Ramón – Campo Ramón; Cooperativa de Trabajo y Consumo Río Paraná Ltda. – El Soberbio, Panambí, Los Helechos; Cooperativa Agrícola Tealera Campo Viera Ltda. – Campo Viera; Cooperativa De Las Tunas Agrícola Industrial Ltda. – Paraje Las Tunas, Apóstoles; Cooperativa Agrícola Yerbatera de Apóstoles Ltda. (CAYAL) – Tres Capones, Apóstoles; Cooperativa Yerbatera de Apóstoles Ltda. (CoYAL) – Apóstoles; Cooperativa Agropecuaria e Industrial Paraje Km. 1308 Ltda. – San Pedro; Cooperativa Agropecuaria Forestal Siete Estrellas Ltda. – San Pedro; Cooperativa de Servicios Públicos, Agropecuaria y Forestal San Lorenzo Ltda. – San Pedro.
[4] El cultivo es realizado en el extremo Nordeste del país, el 90% de la producción se sitúa en Misiones y el 10% restante en Corrientes.
[5] Consiste en la apropiación del recurso en estado natural o silvestre.
[6] Refiere a un sistema de producción y extracción del cultivo, iniciado en el siglo XX hasta la actualidad.
[7] Para más información sobre el impacto del Tractorazo en la organización social de Misiones y su relación con otras protestas en el país, véase la sección sobre movilización rural en el capítulo 3 de este volumen.