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REFLEXIONES Y DEBATES
Conceptos para comprender las prácticas asociativas en los contextos actuales. Cooperativismo, redes y comunidades
Número 224 / Año 2018 / Por Martín, Rocío Belén - Barrera Calderón, Juan Emanuel - Anunziata, Vanina Luciana
El artículo que aquí se presenta tiene como propósito profundizar en desarrollos teóricos y empíricos sobre redes, cooperativismo y comunidades de práctica. Estos son conceptos relevantes para comprender las relaciones sociales y productivas de los actuales contextos de globalización, interdisciplinariedad, complejidad e indeterminación. Nuevas formas asociativas surgen en variados contextos de actuación e intervención desde los cuales adquieren relevancia y significación. En oposición a modelos verticales tradicionales, se plantean relaciones horizontales y comunitarias que implican el desplazamiento de un sentido de responsabilidad individual hacia una cultura de trabajo colaborativo. Se presentan consideraciones conceptuales que muestran los principales rasgos que caracterizan a estos desarrollos y que atienden a variadas experiencias, las cuales dan cuenta de las particularidades de las redes, de las comunidades y del cooperativismo, en su relación con el aprendizaje y las dinámicas de trabajo. Para lograrlo, la metodología utilizada estará abocada a la lectura y a la interpretación de fuentes bibliográficas, así como al análisis reflexivo sobre los tres conceptos en cuestión.
Concepts to understand the associative practices in the current contexts. Co-operativism, networks, and communities. The purpose of this article is to deepen theoretical and empirical developments about networks, cooperativism and communities of practice. Relevant concepts to understand the social and productive relations of the current contexts of globalization, interdisciplinarity, complexity and indetermination. New associative forms emerge in various contexts of action and intervention from which they acquire relevance and significance. In opposition to traditional vertical models, horizontal and community relations are proposed, which imply the displacement of a sense of individual responsibility towards a collaborative work culture. Conceptual considerations are presented that show the main features that characterize these developments; attending to varied experiences that account for the particularities of networks, communities and cooperativism, in their relationship with learning and work dynamics. To achieve this, the methodology used will be devoted to reading and interpreting bibliographic sources and reflective analysis of the three concepts in question.
Conceitos para compreender as práticas associativas nos contextos atuais. Cooperativismo, redes e comunidades. O artigo que aqui se apresenta tem na mira aprofundar no desenvolvimento teóricos e empíricos sobre as redes, o cooperativismo e as comunidades de prática. Esses conceitos são relevantes para compreender as relações sociais e produtivas dos contextos atuais de globalização, interdisciplinaridade, complexidade e indeterminação. Formas associativas novas vão surgindo em variados contextos de atuação e intervenção, dos quais adquirem relevância e significação. De fronte a modelos verticais tradicionais, planteiam-se relações horizontais e comunitárias que implicam trocar o sentido da responsabilidade individual para una cultura de trabalho colaborativo. Há considerações conceptuais que mostram os principais traços que caracterizam esses desenvolvimentos e que consideram variadas experiências, nas quais tem destaque as particularidades das redes, das comunidades e do cooperativismo, com relação a aprendizagem das dinâmicas de trabalho. Para isso virar sucesso, a metodologia utilizada deverá estar focalizada na leitura e na interpretação de fontes bibliográficas, como também, na atitude refletiva sobre os trés conceitos em questão.

Revista Idelcoop, nº 224, Marzo 2018. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates

Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP

 

Conceptos para comprender las prácticas asociativas en los contextos actuales. Cooperativismo, redes y comunidades

Rocío Belén Martín,[1] Juan Emanuel Barrera Calderón[2] y Vanina Luciana Anunziata[3]

 

Artículo arbitrado

Fecha de recepción: 11/12/2017

Fecha de aprobación: 28/02/2018

 

Resumen

El artículo que aquí se presenta tiene como propósito profundizar en desarrollos teóricos y empíricos sobre redes, cooperativismo y comunidades de práctica. Estos son conceptos relevantes para comprender las relaciones sociales y productivas de los actuales contextos de globalización, interdisciplinariedad, complejidad e indeterminación. Nuevas formas asociativas surgen en variados contextos de actuación e intervención desde los cuales adquieren relevancia y significación. En oposición a modelos verticales tradicionales, se plantean relaciones horizontales y comunitarias que implican el desplazamiento de un sentido de responsabilidad individual hacia una cultura de trabajo colaborativo.

Se presentan consideraciones conceptuales que muestran los principales rasgos que caracterizan a estos desarrollos y que atienden a variadas experiencias, las cuales dan cuenta de las particularidades de las redes, de las comunidades y del cooperativismo, en su relación con el aprendizaje y las dinámicas de trabajo. Para lograrlo, la metodología utilizada estará abocada a la lectura y a la interpretación de fuentes bibliográficas, así como al análisis reflexivo sobre los tres conceptos en cuestión.

 

Palabras clave: cooperativismo, redes, comunidades de práctica, trabajo

 

Abstract

The purpose of this article is to deepen theoretical and empirical developments about networks, cooperativism and communities of practice. Relevant concepts to understand the social and productive relations of the current contexts of globalization, interdisciplinarity, complexity and indetermination. New associative forms emerge in various contexts of action and intervention from which they acquire relevance and significance. In opposition to traditional vertical models, horizontal and community relations are proposed, which imply the displacement of a sense of individual responsibility towards a collaborative work culture.

Conceptual considerations are presented that show the main features that characterize these developments; attending to varied experiences that account for the particularities of networks, communities and cooperativism, in their relationship with learning and work dynamics.

To achieve this, the methodology used will be devoted to reading and interpreting bibliographic sources and reflective analysis of the three concepts in question.

 

Keywords: cooperativism, networks, communities of practice, work

 

Introducción

 

Son trabajadores navales. Debería escribir “eran”, porque el astillero en el que trabajaban no existe más. ¿Pero quién puede dejar de ser aquello que lo hizo persona, aquello en lo que encontró lo mejor y lo peor de sí mismo y de sus compañeros? Son obreros navales, aunque los hayan corrido a tiros y secuestros de la fábrica, aunque hayan matado a la mayoría de ellos, aunque hoy en el antiguo astillero Astarsa se estén construyendo departamentos y guarderías náuticas de lujo, en el mismo lugar donde se botaban barcos y se hacían asambleas.[4]

 

Como resultado de las transformaciones y metamorfosis que han tenido lugar en el transcurso de las últimas décadas, el mundo del trabajo experimentó múltiples procesos (que en América Latina han tenido repercusiones significativas), entre los que destacan, por un lado, la desproletarización del trabajo industrial, es decir, una disminución de la clase obrera industrial tradicional, y, paralelamente, una subproletarización del trabajo.[5]

En este marco, decir que todo trabajo es equivalente a empleo asalariado obviamente hace percibir como homogéneo algo que por su naturaleza es heterogéneo y eso es exactamente el punto a partir del cual tenemos que comenzar a reabrir las puertas.[6]

La población trabajadora ha sido siempre heterogénea, no solo a escala mundial, sino en cada lugar, en cada país. No puede actuar históricamente de manera homogénea, ni continua y evolutiva. Ahora es más heterogénea y discontinua que nunca antes. Y aunque todos los trabajadores y las trabajadoras tienen en el capital un antagonista común, no lo tienen cada sector o en cada momento de la misma manera. Por lo cual, si la esclavitud, la servidumbre personal, la pequeña producción mercantil independiente y la reciprocidad tienden a reproducirse conforme se profundizan las actuales tendencias del capital; si, en consecuencia, el salariado podría no ser sino una de las tendencias en curso, todo eso implicaría que los dominantes del sistema capitalista y las capas medias asociadas a ellos no se relacionan en el control del trabajo solamente con el salariado, ni real, ni tendencialmente.[7]

Esto se ve reflejado en la cita inicial, la relevancia que tienen a través del tiempo otras formas de control del trabajo en Latinoamérica, por ejemplo, las prácticas de trabajo colaborativo. Las construcciones de estos obreros navales seguramente no eran solo materiales, sino simbólicas e identitarias, construcciones grupales y colectivas que permanecen en el tiempo. Actualmente, se utilizan diferentes conceptos para denominar a las formas de trabajo colaborativo. Encontramos algunas denominaciones más formales, con instituciones, que, en alguna medida, respaldan ciertos criterios o incumbencias, y otras formas de organización más informales, pero que involucran el aprendizaje en el trabajo, el mantenimiento de relaciones laborales y el desarrollo de una identidad laboral.

Pensamos que el cooperativismo, las redes y las comunidades de práctica son conceptos muy utilizados para describir y explicar procesos de trabajo grupal. Estas denominaciones involucran una estructura, una identidad y una dinámica en su funcionamiento. Este trabajo se enfoca sobre estos aspectos, desde un punto de vista teórico y empírico. Los datos empíricos permiten afirmar que, al contrario de lo que sostiene la tesis sobre la supresión o la eliminación de la clase trabajadora en el capitalismo avanzado, tenemos un amplio abanico de agrupamientos y segmentos que componen la clase-que-vive-del-trabajo.[8] Para lo cual, comenzaremos abordando los conceptos de cooperativismo, redes y comunidades de práctica y expondremos la casuística específica referida a las concepciones. Luego, realizaremos algunas reflexiones en torno a los tres conceptos, en cuanto a su surgimiento, desarrollo y permanencia. Finalmente, reflexionaremos sobre el aporte de estos tres conceptos a la discusión sobre las condiciones actuales del heterogéneo mundo y las relaciones en el trabajo.

 

Cooperativismo

En Argentina, el surgimiento casi explosivo de las cooperativas de trabajo durante los años 90 y el primer quinquenio del nuevo milenio ha abierto un amplio campo de estudio en el ámbito académico y numerosos desafíos para el movimiento cooperativo en general. Por una parte, la necesidad de insertarse exitosamente en la economía tradicional con principios diferentes no les facilita para nada el proceso, mientras que, por otra, la frecuente carencia de incorporación de los principios cooperativos en sus integrantes resulta una amenaza para su supervivencia.[9] Una contextualización precisa sobre las principales referencias históricas permite ubicar las más importantes tradiciones del movimiento en la primera mitad del siglo XIX en Europa, en particular en Francia, Inglaterra y Alemania, países en que surge el proyecto cooperativo y más ampliamente el socialismo científico y la ciencia social, todos ellos inspirados en una misma matriz utópica.[10]

No obstante, el primer logro decisivo del cooperativismo se produjo en 1844 cuando 28 obreros fundaron en Rochdale (Inglaterra) una cooperativa de consumo liderada por Charles Howart, experiencia que logró importantes resultados como fuente de motivación para iniciativas análogas y configuró las bases del cooperativismo actual.[11] A mediados del siglo XIX, el movimiento cooperativo era una realidad cuya organización fue establecida en Inglaterra con las cooperativas de consumo, en Francia con las cooperativas de producción y en Alemania con las de crédito. Sin embargo, todas ellas compartían una vinculación directa con el trabajo, fundamentalmente asalariado, en sus inicios y como respuesta a las transformaciones capitalistas de esa época. Los intentos de internacionalización del movimiento desde la fundación en 1853, por Robert Owen de la “asociación de todas las clases de todas las naciones”, alcanzaron su forma definitiva en el Primer Congreso Internacional en 1895, en Londres, donde se propone la creación de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI).[12]

Podemos decir que el cooperativismo, desde una perspectiva inductiva, es la expresión de diversas iniciativas asociativas que agrupan a personas con necesidades económicas y sociales comunes: la acción conjunta para satisfacerlas se orienta al bien colectivo, antes que a intereses individuales y está basada en valores de autorresponsabilidad, solidaridad, equidad, democracia y autoayuda. En el movimiento cooperativo se expresan las orientaciones propias de esas iniciativas.[13] Desde una perspectiva deductiva, el cooperativismo se define como la expresión de corrientes filosóficas, o cosmovisiones comunitaristas y asociacionistas que tienen su correlato en una doctrina, en un sistema, cuyo propósito consiste en transformar a través del proceso económico los actores involucrados en el mismo, en el componente de una economía (la economía social y solidaria) y en un enfoque político-social.[14]

En el marco de lo expuesto, desde la economía social y solidaria, entendida como actividad económica, basada en la asociación de personas en entidades de tipo democrático y participativo,[15] se hace hincapié en las cooperativas como formas de organización en la que sus integrantes buscan resolver sus necesidades, para vivir de mejor manera.[16] De acuerdo a la ACI, en su “Declaración sobre identidad y principios cooperativos” de 1995, las cooperativas son consideradas como una asociación autónoma de personas que se unen voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada.[17] Serían, entonces, contextos informales de aprendizaje que se configuran como comunidades de práctica a partir de sus atravesamientos como sistemas autoorganizados de aprendizaje informal.[18] Estas empresas sociales en el mundo se han constituido en el pilar de desarrollo de la denominada economía social, al demostrar, con su funcionamiento, que existe otra forma de ser “exitoso” económicamente, aunque con una lógica distinta a la del sistema capitalista.

Entre las distintas necesidades que este tipo de empresas sociales intenta satisfacer, la generación de empleo, históricamente, ha sido la de mayor relevancia, por lo que las cooperativas de trabajo a lo largo de la historia han tenido una posición fundamental o por lo menos significativa, sobre todo entre los grupos de mayor vulnerabilidad socioeconómica, en la mejora de su calidad de vida. Incluso desde el ámbito internacional, el cooperativismo resulta de importancia. Esto queda visible en la recomendación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el año 2002, hacia la Argentina, respecto a la promoción de las cooperativas, al alentar el desarrollo y la identidad cooperativa, basada en los valores cooperativos de autoayuda, responsabilidad personal, democracia, igualdad, equidad y solidaridad, y una ética fundada en la honestidad, la transparencia, la responsabilidad social y el interés por los demás; al atender a los principios cooperativos elaborados por el movimiento cooperativo internacional referidos a la adhesión voluntaria y abierta; la participación económica y la gestión democrática por parte de los socios; la autonomía y la independencia; la educación, la formación y la información; la cooperación entre cooperativas y el interés por la comunidad general.[19]

Las disputas y desafíos por la permanencia de estas organizaciones plantean nuevos caminos en el marco de una economía capitalista globalizante. Veremos a continuación el caso de una cooperativa de trabajo que emerge en una época crítica argentina y que intentará poner en jaque a la hegemonía del trabajo asalariado, a la relación laboral en dependencia e, incluso, a la propiedad privada de los medios de producción.

 

La Cooperativa “7 de Febrero”. La emergencia de la empresa recuperada

Desde fines de la década del 90, frente a la situación de quiebra, las bajas en la productividad, el adeudamiento de salarios, las deudas fiscales, el abandono por parte de los dueños, etc. cobra visibilidad el fenómeno de recuperación de empresas. Lo que implica la puesta en marcha de procesos de autogestión por parte de los trabajadores y de las trabajadoras como alternativa a la desocupación. Así, se convierten en casos paradigmáticos en el país: Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentinas (IMPA); la Cooperativa de Trabajo FaSinPat (fábrica sin patrones), conformada por los obreros de la fábrica de cerámicas ZANON; el Hotel BAUEN, entre otros.

La provincia de Córdoba no fue ajena a esta realidad, al darse experiencias de recuperación y conformación de cooperativas de trabajo en diferentes ciudades. Entre las que podemos nombrar: la Sociedad Anónima Pauny, con participación obrera, que en diciembre de 2001 reabre las puertas de la ex fábrica Zanello en la ciudad de Las Varillas; la Cooperativa Clínica Junín, recuperada por los trabajadores y las trabajadoras de ese sanatorio; y la Cooperativa de Trabajo “La Prensa” Ltda., ex diario Comercio y Justicia, que desde 2002 funcionan en Córdoba. También podemos mencionar los casos de la Cooperativa de Trabajo “Comunicar”, surgida en diciembre de 2001, que nuclea a trabajadores y trabajadoras de prensa, que llevan adelante la edición del periódico El Diario del Centro del País; y la Cooperativa “7 de Febrero”, conformada en 2006, cuyos miembros realizan las tareas de separación de residuos sólidos urbanos (RSU), ambas en Villa María.

Para los fines de este artículo, nos concentraremos en la ciudad de Villa María, y tomaremos el caso de la Cooperativa “7 de Febrero”. La elección de este caso descansa en los componentes significativos como práctica colaborativa. Esta cooperativa, desde la recuperación de la fuente laboral, se ha planteado como alternativa a las dinámicas actuales del trabajo. A comienzos del año 2000, frente a un contexto de declaración de emergencia ambiental en toda la provincia, se elaboran una serie de políticas con el fin de dar solución al “problema de la basura”. Se proponía una nueva forma de tratamiento de los residuos sólidos urbanos (RSU), que implicaba el cierre o clausura de los basurales a cielo abierto y su reconversión en vertederos controlados. Este proceso suponía la realización paralela de un plan de difusión y capacitación sobre el manejo de la recolección y del procesamiento de residuos, y se promovía la privatización de los basurales de diferentes ciudades.

En Villa María, la adopción de estas políticas asumió ciertas particularidades: en primer lugar, la privatización del basural surgió desde una iniciativa privada, lo que permitió enmarcar la propuesta dentro de la política “basura cero”, llevada adelante por la Secretaría de Ambiente del municipio. Además, el proyecto no contó con el apoyo de programas dependientes del Gobierno provincial, ni del Gobierno nacional. La iniciativa provenía de la empresa Corbam S.A., que proponía un proyecto para realizar el tratamiento de la basura, basado en la clasificación, la recuperación, el reciclado y el tratamiento de los residuos producidos en la ciudad, tanto domiciliarios, como industriales y patógenos. En mayo de 2003, el municipio le otorga la concesión a Corbam S.A., y en el mismo mes se inaugura la planta para el tratamiento de los residuos, en el predio del basural.

Al poco tiempo de realizar sus tareas, la empresa recibe denuncias por mal funcionamiento por parte de los propietarios de los campos aledaños. Desde la Agencia Córdoba Ambiente, se autoriza la evaluación del proyecto y la realización de un estudio de impacto ambiental para la planta de tratamientos de RSU y para la planta de Tratamiento de Residuos Industriales y Peligrosos. Finalmente, el 20 de enero de 2006, la municipalidad le quita la concesión a la empresa Corbam por una serie de irregularidades, tanto en el tratamiento de los residuos, como en la situación de los empleados.

Respecto al primer aspecto, se acumulaba basura sin tratar y restos de la separación en predios aledaños al basural. Además, la empresa traía residuos patógenos de la ciudad de Córdoba. En relación a los trabajadores y las trabajadoras, estos no contaban con las medidas de higiene y seguridad pertinentes: no tenían seguros de trabajo (el contrato con la ART estaba anulado), no habían recibido la capacitación pertinente en relación a la realización de sus tareas y se les adeudaban salarios. Por otra parte, la empresa no poseía servicio de higiene y seguridad, los lugares de trabajo no eran higiénicamente aptos, no existían en planta registros ni cartelera indicativa de los riesgos laborales y solo parte del personal contaba con los elementos de protección adecuados.

En este contexto, desde el municipio se propone la creación de una cooperativa de trabajo para dar solución a la situación de los empleados de la firma. Para ello, representantes del Área de Ambiente realizaron reuniones con los ex trabajadores y trabajadoras en las semanas previas a la conformación de la entidad. Finalmente, en febrero de 2006 se conforma la Cooperativa “7 de Febrero”, integrada por 48 ex trabajadores y trabajadoras de la empresa Corbam, a quienes se les otorgó en comodato el galpón donde realizaban los trabajos, la estructura en maquinaria y las herramientas que se le habían embargado a la firma destituida, además de un subsidio económico y de brindarles, en primera instancia, la capacitación en cooperativismo y el asesoramiento legal y administrativo a cargo de abogados y contadores de la municipalidad.

De esta manera, al formar parte de las negociaciones generadas por el municipio al rescindir el contrato con Corbam (las cuales establecían que se aseguraría la fuente de trabajo de los ex empleados), esta cooperativa pasaba a formar parte del proyecto general de tratamiento de los RSU, dependiente del Área de Ambiente, enmarcado en el plan “Basura cero”. El desarrollo del emprendimiento cooperativo implicaba una dimensión ambiental, que incluía la separación y la selección de los residuos domiciliarios que llegaban al predio del basural, para recuperarlos y venderlos, y, consecuentemente, el compromiso de generar menor cantidad de basura en el vertedero, como una dimensión social, al postular la inclusión de los sujetos por medio del trabajo. Este proyecto se complementaría con la separación domiciliaria de los residuos, al hacer una clasificación en cada hogar, lo que facilitaría y optimizaría el trabajo realizado por los miembros de la cooperativa (dicho plan se aplica desde 2009 en algunos barrios de la ciudad).

Respecto del funcionamiento, las actividades de clasificación y posterior embalaje de los materiales reciclables realizadas por la cooperativa necesitan en su desarrollo la utilización de diferentes maquinarias. Para ello cuentan con: una “cinta”, mediante la cual van pasando los desechos urbanos en “bruto”, posteriormente son clasificados por las operarias; una “prensa”, con la que se compacta el material clasificado; y un tractor, que transporta la basura orgánica y no reciclable al sector del basural adjudicado por Empresa Modelo de Reciclado S.A. (EMRE) para su posterior entierro. Los materiales que separan y luego venden son los siguientes: plástico (plástico blanco, PET, bazar, canasto, plástico duro); papel (cartón de primera y de segunda, papel color, papel blanco, archivo); hojalata y kraft. El material seleccionado se vende por “equipo” (equivalente a la capacidad de carga de un camión) y se paga de acuerdo al peso del mismo. La mayoría de los precios son estables en el transcurso del año, salvo el plástico, que experimenta una suba durante el verano, y el cartón que sufre el mismo fenómeno en invierno. Tradicionalmente, las ventas decaen en el período que va de noviembre a febrero.

El mantenimiento de la maquinaria es altamente costoso y, debido a la falta de recursos, la cooperativa no llega a los niveles máximos de producción respecto de su capacidad instalada, recupera solo el 30% del total de los desechos que ingresan al basural. Por otra parte, al no contar con garantías o respaldos, se dificulta la posibilidad de obtener créditos, aun de entidades que facilitan los llamados “créditos blandos” para este tipo de emprendimientos. Hasta enero de 2008, el municipio villamariense abonaba a “7 de Febrero” un subsidio de diez mil pesos por la clasificación y el tratamiento de parte de la basura de la ciudad de Villa María. El dinero era utilizado para pago de sueldos, o para pagar insumos, servicios o solventar el arreglo de algunas herramientas.

A mediados del año 2008, frente a la difícil situación económica, la cooperativa firmó un convenio de trabajo con EMRE (empresa encargada del tratamiento de los RSU), y se convirtió en prestadora de servicios de la entidad. EMRE abonaba un monto fijo mensual por una serie de materiales separados y seleccionados, y luego se encargaba de la comercialización a los acopiadores o a empresas. En ese momento, la propuesta del municipio fue que los miembros de “7 de Febrero”, cada uno designado a diferentes lugares, se encargaran de realizar diversas tareas, al cobrar un salario mensual, lo que los convirtió en prestadores de servicios de la municipalidad. Algunas de las personas que trabajaban en la entidad aceptaron la propuesta. Actualmente, además de la separación de RSU, la cooperativa se ocupa de la limpieza de los espacios verdes de la ciudad, los edificios públicos y el cementerio local.

Si tenemos en cuenta los factores por los que se encuentra atravesada y los actores que participan, la decisión de conformar la Cooperativa “7 de Febrero” significó, en un principio, una salida provisoria a un escenario coyuntural, para dar solución a la situación de los trabajadores y las trabajadoras,[20] para luego intentar organizarse como asociados y asociadas que comparten un espacio de trabajo con una lógica solidaria, de ayuda mutua y de base democrática en la toma de decisiones. Como se dijo, estos son los desafíos al interior de la organización.

 

Redes

En los últimos tiempos, la noción de red ha sido objeto de una gran atención y actualmente se encuentra en el centro de un elevado número de reflexiones y propuestas teórico-metodológicas provenientes de diferentes ámbitos disciplinares, tales como la sociología, la psicología, la antropología, las ciencias políticas, entre otras. Las redes constituyen un modelo de organización que se abre paso en ruptura con modelos verticalistas tradicionales para plantear dinámicas de trabajo más horizontales, flexibles y participativas en los actuales contextos de cambio y complejidades. Una sociedad como red o entramado de relaciones y los individuos como nodos de esa red sirven como metáfora para comprender los nuevos modos de pensar, sentir, actuar y vivir en el mundo.[21]

En efecto, las redes propician una articulación multicéntrica y territorial, con amplio grado de autonomía entre sus partes, al tolerar la fragmentación y buscar organizar la diversidad mediante la articulación de nodos en vinculación solidaria. Así, los vínculos conforman las unidades principales de las redes. Pierre Levy[22] enriquece este enfoque desde la noción de “inteligencia colectiva”, la cual permite pasar de un modelo cartesiano de pensamiento basado en la idea singular del cogito (yo pienso), a un plural cogitamus (nosotros pensamos) para el análisis y la toma de decisiones colectivas.

De esta manera, concebimos a las redes como asociaciones entre individuos, grupos o instituciones que tienen una agenda común de interés, ya sea dar solución a problemas, compartir recursos e infraestructura, propiciar la cooperación, la solidaridad social o propiciar el intercambio de información, conocimientos y saberes.[23] Desde una perspectiva vincular, Elina Dabas[24] se refiere a las redes como sistemas abiertos que, a través de un intercambio dinámico entre los integrantes de distintos colectivos, posibilitan la potencialización de los recursos que poseen y la creación de alternativas novedosas para la resolución de problemas o la satisfacción de necesidades. Cada miembro se enriquece con sus múltiples relaciones y aprendizajes socialmente compartidos. Es decir, “la red crea y recrea el conocimiento, aprende por ella misma”.[25]

En este marco conceptual, se encuentran los trabajos de Mario Rovere,[26] quien destaca las dinámicas de las redes como formas multicéntricas basadas en la cooperación, la articulación, la heterogeneidad, la autonomía y la democratización, frente a estructuras piramidales y fragmentadas de la posmodernidad. Para enriquecer esta mirada, las redes son asumidas como “rizomas” en su búsqueda constante de nuevas conexiones, estructuras de coordinaciones y comunicaciones en la que los individuos son intercambiables, lo que produce territorializaciones y a la vez rupturas, discontinuidades y nuevas formaciones.[27] Teniendo en cuenta la importancia de los vínculos para la construcción y el funcionamiento de las redes, el autor plantea una secuencia de niveles de vínculos que permiten pensar en el crecimiento, la diversidad o la profundidad de las redes. Estos son: el reconocimiento (requiere y genera aceptación), el conocimiento (interés), la colaboración (reciprocidad), la cooperación (solidaridad) y la asociación (confianza).

De las diversas definiciones,[28] podemos sintetizar una serie de características consecuentes con la complejidad y la riqueza del concepto, entre las cuales se mencionan:

 

  • Expresión de las interacciones humanas. Agrupamiento comunicacional y participativo entre individuos o instituciones de diversas disciplinas o ámbitos de acción e intervención.
  • Sistemas abiertos en constante interacción, dependencia y cooperación mutua entre sus propios integrantes y con otros grupos u organizaciones.
  • Modalidad organizativa y de gestión, en oposición a estructuras jerárquicas.
  • Asociaciones, conexiones, intercambios, coordinación entre actores o instituciones. Tienden a extenderse y a articularse con otras redes fuera del contexto donde se gestan.
  • Permiten fortalecer la cooperación y el aprovechamiento de recursos, así como posibilitar el libre flujo de información, conocimientos, ideas y experiencias entre los integrantes de la red.
  • Poseen intereses en común: potenciar y compartir recursos, resolver problemas, satisfacer necesidades, transferir tecnología, propiciar la cooperación y el intercambio de información, prácticas y conocimientos.
  • Contribuyen a la construcción de una identidad, integración, solidaridad y aprendizajes socialmente compartidos entre sus miembros.

 

El trabajo en red se presenta como una estrategia vinculatoria, de articulación e intercambio entre personas o instituciones que deciden asociarse de manera voluntaria para aunar esfuerzos y así alcanzar, por complementariedad, una mayor capacidad resolutiva, ser más eficaces y eficientes en lo que se realiza como producto de la colaboración. Desde una perspectiva de análisis comunicacional, compartimos el caso de una red institucional como una propuesta de acción solidaria articulada ante un contexto de emergencia o crisis alimentaria en Argentina durante el año 2001.

 

La Red Argentina Bancos de Alimentos (RedBA)

Hacia finales de los años 80 y durante los años 90, en Argentina se produjeron profundos cambios en la problemática alimentaria y en las políticas socioalimentarias, y fueron ambas la expresión de modificaciones en las relaciones entre el Estado y la sociedad. El discurso y la práctica del mercado como el mejor y más eficiente mecanismo de asignación de recursos redujeron la intervención del Estado en múltiples dimensiones de la vida social.

En el contexto de crisis del año 2001, la problemática se constituyó en uno de los temas más presentes en la agenda nacional social, mediática y especialmente política. Lo cual trajo aparejado intensos debates acerca de las políticas vigentes y del despliegue de diversas acciones tendientes a intervenir sobre el acceso y sobre sus consecuencias, ya que se temía sobre el impacto de la crisis en la situación nutricional de la población en situación de pobreza. Durante años prevalecieron los programas alimentario-nutricionales similares a los que se implementaron durante la década del 90. Hacia principios del 2002, se define formalmente la situación de emergencia ocupacional, sanitaria y alimentaria.[29]

En este escenario, se destaca la influencia y el accionar de distintas organizaciones civiles sin fines de lucro como nuevas formas de representación, participación y acción ciudadana que canalizaron o dieron respuestas a emergencias y problemáticas sociales diversas tales como alimento, salud y educación, entre otras.[30] Una de estas organizaciones es precisamente la Red Argentina de Bancos de Alimentos (RedBA)[31] que nace en el año 2003 con el propósito de contribuir a reducir el hambre, mejorar la nutrición y el desperdicio de alimentos desde el trabajo articulado con otras organizaciones o “bancos de alimentos” ubicados en distintos territorios del país.

La RedBA se constituye así en una asociación civil sin fines de lucro, integrada actualmente por veinte organizaciones civiles, las cuales fueron surgiendo en distintas provincias de forma autónoma y solidaria para funcionar como intermediarias o “puentes” entre las empresas donantes de alimentos y aquellas entidades sociales que no tengan acceso a los alimentos. De esta manera, la red funciona con el esfuerzo articulado y sinérgico de los distintos bancos de alimentos que se dedican al rescate de aquellos productos aptos para el consumo humano antes de que sean desechados por empresas e industrias, a fin de almacenarlos, clasificarlos y distribuirlos, de forma trazable y segura, entre entidades de ayuda comunitaria tales como comedores, hogares de niños y de ancianos, centros comunitarios, entre otros. Precisamente, el propósito es brindar un valor social a aquellos alimentos que perdieron su valor comercial, al evitar su desperdicio y posterior contaminación al ambiente y hacer así que lleguen a las personas que más lo necesitan. La recuperación de alimentos se realiza a través de empresas de la industria alimenticia o acopios, programas de recupero de frutas y verduras, rescate de mermas de supermercados, colectas y campañas propias, entre diversas actividades. Además, educan acerca de la naturaleza del hambre y sus posibles soluciones por medio de talleres, capacitaciones y diversas acciones sociales.

A los fines de contribuir con esta cadena de acción solidaria, la RedBa y las organizaciones que la integran también aúnan sus esfuerzos para promover diálogos y alianzas colaborativas con otros sectores de la sociedad, entre ellos: el sector público (el Gobierno en todos los niveles); el privado (la comunidad empresaria, incluidos la industria alimenticia y los medios de comunicación); y el ámbito de las organizaciones sociales e instituciones educativas. Como parte de un entramado relacional, la RedBa es miembro fundadora junto a las redes de bancos de alimentos de Canadá, Estados Unidos y México de la Global Foodbanking Network (Red Global de Bancos de Alimentos). A continuación, se presenta un breve análisis de las dinámicas y las estructuras comunicacionales que caracterizan a la RedBa desde su funcionamiento asociativo.[32]

En cuanto a la estructura organizativa, la red se compone, en primer lugar, de una comisión directiva bajo la figura de un presidente, vicepresidente, secretario, tesorero, vocales, comité asesor y un órgano de fiscalización. Entre sus integrantes se encuentran representantes del resto de las organizaciones y su principal función está asociada a la toma de decisiones estratégicas. Por otro lado, referenciamos a la dirección ejecutiva, la cual se divide en cuatro áreas de trabajo, cada una bajo la dirección de una persona, un director ejecutivo, los responsables del área de logística y alimentos, comunicación y administrativa contable. Este staff se constituye en un equipo más operativo-ejecutivo que, al mismo tiempo que facilita la creación de nuevos bancos como modos de organización, acompaña el funcionamiento diario y autónomo de cada uno al potenciar su accionar y crear alianzas estratégicas para fortalecer su funcionamiento y, por ende, la dinámica inter-organizacional de toda la red en su conjunto. Podríamos referirnos a ellos como un nodo gestor, facilitador y dinamizador de los intercambios entre nodos. Precisamente dadas estas características, y en función de las respuestas de los miembros de la red, es que en nuestro trabajo lo referenciamos como un nodo destacado bajo el nombre de “staff-RedBA”. En cuanto al resto de las organizaciones miembros de la RedBa, también responden al tipo de organización civil sin fines de lucro, pero con características distintivas al interior de su marco organizativo (diferencias en composición y tamaño, ubicación geográfica, tiempo de pertenencia en la red, etc.) y en cuanto a su funcionamiento autónomo dentro de su zona o territorio de influencia.

El trabajo en red permite potenciar los intercambios entre sus miembros, compartir experiencias, información, conocimientos y recursos, además del apoyo o ayuda mutua, complementar capacidades y la sinergia entre los distintos actores (bancos de alimentos) por una misma causa o fin social que los convoca, hacer llegar los alimentos a aquellas entidades que más lo necesiten. En este sentido, destacamos el accionar conjunto de la RedBa ante situaciones de emergencia naturales suscitadas en algunas de las regiones donde se ubican los bancos de alimentos, por ejemplo, la inundación de la ciudad de La Plata en el año 2003. Esta problemática significó responder de manera coordinada y solidaria entre las organizaciones para abordar una situación desde las propias competencias y capacidades de la red.

En la red, los objetivos sociales comunes organizan sus diferentes actividades a través de modalidades, tales como: encuentros nacionales presenciales para todos los miembros, encuentros virtuales para reuniones de Comisión Directiva, acciones comunes con el fin de recaudar fondos (dinero y alimentos) y los intercambios de productos alimenticios entre las organizaciones-nodos ubicados en diversas zonas geográficas. La identidad y la complementariedad regulan estas modalidades que configuran a la red como grupo social. Se desarrollan procesos de producción, circulación y transformación del conocimiento desde un espacio de intercambio colaborativo y común. Esto conduce a distintas instancias de aprendizaje institucional. Dos tipos de conocimientos son los predominantes: un conocimiento procedimental (know how) y su conocimiento para la acción.

En cuanto a la toma de decisiones y a la coordinación, la red, dada su complejidad organizativa, despliega diversos procesos de coordinación para resolver problemas, tomar decisiones y lograr sus objetivos a partir de: a) consensos y negociaciones; b) construcción de confianza (como aspecto vital), c) complementación y ayuda mutua; y d) traducción desde la figura de personas líderes o facilitadores para socializar, procesar información y facilitar los procesos de comunicación. Aquí adquiere relevancia la estructura política o de gestión de la red para su constitución y funcionamiento, a través de dinámicas verticales o jerárquicas y horizontales.

En el entramado relacional coexisten cinco niveles de vínculos,[33] desde un nivel inicial o cimiento sobre el cual se construyen los otros restantes y que implica reconocer al otro como miembro de la red desde sus capacidades, hasta uno más profundo que involucra un grado mayor de confianza para compartir objetivos y proyectos comunes traducidos en acuerdos y convenios de trabajo. Estos son: reconocimiento (generar aceptación), conocimiento (interés), colaboración (reciprocidad.), cooperación (solidaridad) y asociación (confianza mutua).

Los integrantes de la red se comunican de manera fluida a través de las TIC y de los encuentros presenciales para intercambiar experiencias, conocimientos, información y como parte de reuniones e intercambios institucionales de la red. Esto les permite potenciar el trabajo desde cada organización. La comunicación surge como un elemento estratégico fundamental en la red para su constitución y funcionamiento.

 

Comunidades de práctica

Como vemos, en este marco, el concepto de comunidades de práctica se ha visto influenciado por varias disciplinas, como la antropología, la sociología, la psicología cognitiva y social, la filosofía y la teoría y práctica de las organizaciones. Cuando hablamos de comunidades de práctica, se observa un gran consenso en la ubicación de los antecedentes más directos en los escritos de Jane Lave y Etienne Wenger.[34]

Las comunidades de práctica son entendidas como un conjunto de personas que se involucran en un proceso de aprendizaje colectivo, es decir, en un dominio compartido de la actividad humana, comparten una preocupación o una pasión por algo e interactúan con regularidad, por ejemplo, un grupo de artistas que buscan nuevas formas de expresión, un grupo de ingenieros que trabajan en problemas similares,[35] una red de cirujanos que exploran nuevas técnicas.[36] Ellas permiten captar la importancia de la actividad de las personas en un grupo, al considerar las prácticas que se realizan en estas comunidades como la legitimación de las prácticas individuales. En otras palabras, una comunidad de práctica implicaría una colección de individualidades que comparten mutuamente sus prácticas, creencias y entendimientos en un período de tiempo prolongado.[37]

Las comunidades de práctica pueden identificarse por las tareas comunes de los miembros y mediante la asociación de prácticas y recursos incuestionables, el sentido común y los intereses que comparten,[38] no involucran necesariamente la copresencia de todos los miembros de un grupo, o fronteras socialmente visibles, sino que implican la participación en un sistema de actividad, en el que los participantes comparten acuerdos, conectan lo que ellos hacen y lo que esto quiere decir en sus vidas y para sus comunidades.[39] Estas tienen tres rasgos centrales: dominio, comunidad y práctica.[40] El dominio refiere a una comunidad de práctica que tiene una identidad definida por un interés compartido. La membresía de una comunidad implica un compromiso con el dominio y una competencia compartida.

En cuanto a la comunidad en la búsqueda de un interés compartido, los miembros van participando en actividades conjuntas, se prestan ayuda mutuamente y comparten información, van construyendo relaciones que les permiten aprender unos de otros. Respecto a la práctica, se puede decir que los miembros de una comunidad de práctica son practicantes que desarrollan un repertorio compartido de recursos: experiencias, historias, herramientas, modos de abordar los problemas recurrentes.

Etienne Wenger, Richard McDermott y William Snyder[41] consideran que las comunidades de práctica son voluntarias, existen a través del tiempo por la capacidad de generar emoción y la permanencia de los miembros. Estos autores consideran que es necesario diseñar para evocar vitalidad, lo cual se diferencia de la mayoría de los diseños organizacionales, centrados en la creación de estructuras, sistemas y funciones que permiten alcanzar las metas organizacionales relativamente fijas. Desde esta teoría, se considera que el aprendizaje es una dimensión integral e inseparable de la práctica social, y que parte del aprendizaje en las comunidades se va desarrollando mediante un proceso de participación periférica legítima (PPL). Se piensa que los participantes están ubicados en el mundo social, con perspectivas cambiantes, que desarrollan trayectorias de aprendizaje, identidades y formas de membresía.[42] Este concepto proporciona una forma de expresar las relaciones entre los recién llegados –novatos– y los veteranos-expertos –miembros antiguos de una comunidad– sobre sus actividades, identidades, conocimientos y prácticas.[43] Las comunidades de práctica se van construyendo en variados contextos, evolucionan y se forman en función de los intereses y de las necesidades de los miembros de los grupos, quienes se involucran en un proceso de aprendizaje colectivo. En estos espacios, las tareas y las situaciones de aprendizaje comunes se van desarrollando entre los participantes a partir de los intereses que movilizan a la comunidad.

En lo que refiere a trabajos empíricos, la primera comunidad de práctica fue documentada por John Brown y Paul Duguid:[44] se centraron en el trabajo de la comunidad de técnicos reparadores de fotocopiadoras Xerox en la década del 80. Asimismo, Wenger[45] hizo referencia a las comunidades de práctica a partir de la experiencia narrada sobre una comunidad de empleados administrativos de una empresa de seguros médicos. Snyder, Wenger y Xavier de Sousa Briggs[46] trabajan con políticas y programas gubernamentales, y entienden a las comunidades de práctica como una herramienta para la colaboración entre organizaciones.

Actualmente, existen algunas experiencias informales y no formales creadas con la intención de generar mejores procesos de aprendizaje en el trabajo, y que nos parece importante recuperar, tanto Uniteca,[47] Fomín,[48] como el plan de innovación pública del Gobierno vasco (2014-2016).[49] Con el propósito de facilitar la sustentabilidad de los emprendimientos productivos a partir de la construcción compartida de conocimiento, la socialización de prácticas, la negociación de significados y la creación de recursos para el desarrollo de una cultura de la colaboración y del aprendizaje propiciaron que las personas compartan y desplieguen su conocimiento, mediante el intercambio de experiencias a través del uso de herramientas informáticas.

Seguidamente, se presentará un estudio que aborda el caso de una asociación de diabetes, como comunidad de práctica con un dominio de conocimiento compartido, que permite vislumbrar las relaciones que se van desarrollando en la construcción de un trabajo colaborativo.

 

Diabetes: Nueva Asociación de Diabetes del Sur Cordobés

La Nueva Asociación de Diabetes del Sur Cordobés, también conocida como N.A.Dia, es una asociación civil que se creó en el año 2005 como respuesta a la necesidad de una persona particular –padre de un niño diabético–, que se acercó a la actual presidenta de la asociación con la solicitud de información e insumos (bandas reactivas, insulina, etc.), lo que promovió de este modo la idea de generar un contexto para trabajar aspectos de contención y educación diabetológica. Dicha asociación actualmente tiene una comisión directiva que está conformada por doce personas, en su mayoría padres con hijos insulino dependientes y algunos allegados a esas familias, quienes se encargan de las principales actividades. Uno de los propósitos de la asociación se enfoca a la prevención y educación en cuanto a aspectos de la vida cotidiana y social, orientada a la salud, al cuidado del cuerpo y al conocimiento de una enfermedad crónica como la diabetes mellitus. Con estas intenciones, la asociación N.A.Dia ofrece diversas instancias y espacios de participación, como talleres, reuniones, campamentos, exposiciones y excursiones, con el objetivo de promover nuevas situaciones para el aprendizaje de la autorregulación de la diabetes, apuntando a formas de vida y afrontamiento de la enfermedad. Los temas de trabajo se van seleccionando de acuerdo a los planteamientos y problemas que van surgiendo.[50] En la asociación, la construcción de espacios y actividades dentro y desde la comunidad de práctica fue central para su evolución y para la generación de nuevo conocimiento en la sociedad. La comunidad fue desarrollando un valor, lo que era clave para su vida y desarrollo. Para ello, crearon eventos, actividades y se generaron relaciones.

Esta comunidad tenía conexiones tanto en lugares públicos como en espacios privados. Los eventos públicos que generaba la asociación eran abiertos a todos los miembros y al público en general. A veces, según el tratamiento del tema, estaban cerrados a personas ajenas a la comunidad. Las temáticas que se incluyeron eran en ocasiones más formales, pero en otras eran discusiones informales sobre problemas y temas de actualidad. Las reuniones y los talleres que se organizaron permitieron la discusión de temas, la interacción con otras personas, el diálogo constante. En este sentido, en los campamentos y talleres, los voluntarios y padres novatos primero fueron aprendiendo mediante la observación, al dialogar y exponer sus sentimientos, al apropiarse culturalmente de la situación, y luego fueron incluyéndose en la práctica, al colaborar en la organización e incluso aconsejando a otros padres más novatos.

Los padres novatos, como en el caso del taller de problemas, escuchaban a los padres que habían pasado por problemas similares, creaban soluciones posibles y dialogaban sobre lo que sentían. Esto permitiría decir que los novatos, a través de su participación, iban ganando legitimidad y generaban experiencia y confianza dentro del grupo y en el desarrollo de sus actividades en la comunidad. Los eventos, las reuniones periódicas, los almuerzos informales y los proyectos que se desarrollaron desde la comunidad dieron la oportunidad de reunirse, conversar y compartir opiniones. La generación de estos espacios y acontecimientos marcó un ritmo fuerte en la comunidad, lo que le otorgó un sentido al movimiento –de la comunidad– y mayor vitalidad.[51]

 

Discusiones

A modo de reflexión final, nos interesa aquí realizar algunos planteos sobre los conceptos de cooperativismo, redes y comunidades. Las reflexiones tendrán en cuenta los aspectos disciplinares de cada concepto, sus estados de transitoriedad como permanencia en el tiempo, los intereses que se enfatizan, las formas de organización, entre otras cuestiones. En sentido general, podemos decir que estos conceptos, tanto las redes, el cooperativismo y las comunidades de práctica se utilizan para explicar las relaciones asociativas y las formas de trabajo, y tienen su nacimiento desde diferentes disciplinas científicas que en alguna medida fueron marcando su impronta. El cooperativismo surge de la economía alternativa (economía social y solidaria), las redes y las comunidades de práctica tienen un fuerte origen en disciplinas que se preocupan por las manifestaciones sociales. Por su parte, sobre las comunidades, existen más desarrollos dentro del campo de  la antropología, mientras que las redes, como mencionamos, suelen abordarse desde la sociología y la psicología también.

Pensamos que es importante diferenciar estos conceptos y su relación, ya que precisamente encontramos trabajos y expresiones que refieren a los mismos como sinónimos, sin embargo, existen características que lo diferencian. En este sentido, el concepto de cooperativismo aparece más instalado en el mundo del trabajo, a diferencia de las nociones de redes y comunidades que se relacionan más a otras formas de organización como las asociaciones. Los rasgos comunes entre las cooperativas, las redes y las comunidades nos llevan a preguntarnos: ¿una cooperativa puede ser una comunidad de práctica o una red?, ¿qué rasgos predominan en una forma u otra de asociarse? Todavía mantenemos ciertas dudas, pero podemos decir con certeza que los tres conceptos intentan describir desde sus marcos de referencia las diferentes relaciones asociativas.

Otro aspecto que nos preguntamos a partir de los trabajos de campo es acerca de la transitoriedad de los casos, la permanencia y fortalecimiento de las redes, las comunidades y las cooperativas. ¿Cómo se manifiestan? ¿Cómo podemos observar que una comunidad permanece en el tiempo? ¿Cuándo desaparece una red? ¿La cooperativa sin la interacción de sus miembros sigue existiendo? ¿Se puede hablar de cooperativismo sin el despliegue de actividades conjuntas? Pensamos que esto en parte pone de manifiesto una tensión inherente entre la transitoriedad y la permanencia del grupo –comunidad, red, cooperativa– en el trabajo a través del tiempo.

De esta forma, elegimos un caso relativo a cada concepto que permitiese ilustrar las prácticas de trabajo colaborativo. El caso de la cooperativa permite vislumbrar notoriamente una forma de organización vinculada al trabajo, que no dista mucho de las prácticas que se desarrollan en el seno de la asociación de diabetes y la red de alimentos. Pensamos que la casuística elegida, con su diversidad, permite una aproximación para entender las múltiples prácticas y formas de organización, que se desarrollan de manera similar (crecimiento de las relaciones entre los asociados, permanencia en el tiempo, emergencia), pero con objetivos diferentes.

En el caso de la Cooperativa “7 de Febrero” vimos el derrotero por el cual trabajadores y trabajadoras de una empresa se convierten en cooperativistas. En este ejemplo, encontramos fuertes cuestionamientos a la imposición por parte del Estado de la figura cooperativa como forma legal garantizadora de la fuente laboral. Es decir, ante un contexto de crisis del trabajo asalariado, el Estado incentiva la formación de cooperativas que luego encuentra a sus trabajadores y trabajadoras con el desafío de construir dinámicas asociativas y de gestión colaborativa

El ejemplo de la asociación de diabetes N.A.Dia, si bien no es un ejemplo genuino de trabajo, lo elegimos porque permite ver cómo se construyen las relaciones entre los participantes de la asociación, con formas similares a las que se despliegan en una cooperativa o red. En la literatura referida al tema, notamos pocos ejemplos y casuística actual referida a las comunidades de práctica en situaciones de trabajo cooperativo, y avizoramos que una de las posibilidades y lineamientos futuros en esta dirección sería seguir trabajando en el estudio sobre el surgimiento, el desarrollo y la consolidación de las comunidades de práctica en contextos educativos informales como las cooperativas.

En cuanto a la RedBA, se refleja la noción de trabajo colaborativo y articulado hacia el interior, entre las organizaciones miembros que forman parte de la red, así también hacia el medio, a través de las múltiples alianzas que despliegan, de manera diferenciada, hacia el sector privado, público-estatal y otras organizaciones e instituciones del medio. De esta manera, y en concordancia con la literatura referida a las prácticas asociativas de las redes, el valor de estas formas organizacionales radica en la construcción colectiva, la sinergia y las relaciones cooperativas en torno a objetivos comunes, los cuales no podrían alcanzarse de la misma manera con esfuerzos o voluntades individuales.

Notamos que un aspecto manifiesto en estos grupos es que existe una dificultad para involucrarse, tener una participación continuada. La pertenencia al grupo se evidencia ante el pedido de ayuda al grupo ante un problema o necesidad, generalmente dificultades individuales que demandan la ayuda de otros. En el caso de la asociación de diabetes, la iniciativa surge de un padre. Asimismo, la red de alimentos de manera aislada no podría alcanzar los mismos resultados. Por ello, creemos que los desarrollos y planteos que se hacen sobre estos conceptos se enfocan en la búsqueda de alternativas ante la necesidad de fortalecer vínculos o lazos sociales, de empoderar a los grupos sociales, al aportar desde la educación –capacitaciones en contextos no formales– y desde la comunicación y la sociología con “intervenciones” y “herramientas” para fortalecer los vínculos y relaciones.

Los procesos de participación de sus miembros y la construcción de una identidad colectiva son aspectos centrales para la construcción de cooperativas, redes y comunidades de práctica, lo cual permite que el grupo tenga posibilidades de crecer y fortalecerse. Las actividades en los lugares de trabajo implican no solamente la tarea en sí misma, sino también otros elementos esenciales tales como el flujo del trabajo, las presiones del tiempo y las relaciones interpersonales. La unicidad y la naturaleza cambiante de cada trabajo y lugar de trabajo hace difícil especificar de antemano el conocimiento y las habilidades requeridas para la práctica.[52]

 

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[1] Investigadora asistente, Conicet, CIT-Villa María. Profesora Adjunta FCEFyN, Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico: rociobelenmartin@gmail.com.

[2] Becario doctoral, Conicet, Universidad Nacional de Villa María. Correo electrónico: ebarreracalderon@gmail.com.

[3] Universidad Nacional de Villa María, Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales. Correo electrónico: vanunziata@gmail.com.

[4] Lorenz (2015).

[5] Antunes (2000).

[6] Quijano (2014).

[7] Ídem.

[8] Antunes, op. cit.

[9] Depetris Guiget (2011). En Argentina, desde la década del 90 se ha observado un incremento en la conformación de cooperativas. En el año 1994, existían, según información del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), 7.564 cooperativas, en el año 2001 se registraban 15.175 cooperativas constituidas. A partir de la crisis en ese año, la tendencia se fortaleció aún más al observarse nuevamente un incremento sostenido en la cantidad de altas de nuevas cooperativas de distintos modelos y, entre ellos, los de las cooperativas de trabajo, las que llegaron a ser en el año 2008, según la información por el INAES, 22.865 cooperativas en el país. Esta cifra que se vio disminuida desde el 2010 debido al proceso histórico de reempadronamiento comenzado en el año 2006, lo que permitió definir que en el año 2008 existieron 12.922 cooperativas. En el año 2009, se calculan unas 16.083 y, en el año 2010, un número de 17.877. Este incremento en las altas de cooperativas, más allá de la disminución que se realizó con el reempadronamiento, a diferencia de lo sucedido en general en la década del 90, puede explicarse por más de una razón, además de la crisis que estalló en 2001, entre ellas el resultado de distintos programas que incentivan y promueven este tipo de organizaciones por parte del Estado, como, por ejemplo, pudo haber sido el plan “Techo y trabajo”, el plan nacional de desarrollo local y economía social “Manos a la obra”, etc. (Barrera Calderón, en redacción).

[10] Vuotto (2013).

[11] Ídem.

[12] Esta organización no gubernamental independiente reúne, representa y sirve a organizaciones de todo el mundo. Cuenta con 219 miembros, organizaciones cooperativas nacionales e internacionales de todos los sectores de actividad y de 85 países que en total nuclean aproximadamente ochocientos millones de personas en todo el mundo.

[13] Vuotto, op. cit.

[14] Ídem.

[15] Definición desarrollada en el manifiesto-programa del I Congreso de la Economía Social, celebrado en Madrid el 11 de diciembre de 1992 y organizado por el Centro de Estudios Económicos Políticos y Sociales (CEPES).

[16] Coraggio (2011).

[17] INAES, Ministerio de Desarrollo Social (2018).

[18] Wenger (2001).

[19] OIT (2002).

[20] Fajn (2003).

[21] Dabas y Najmanovich (1995), Najmanovich (2008), Morín (2007).

[22] Levy (2004).

[23] Lara Ruiz (2006, 2008).

[24] Dabas (2010).

[25] Gordo i Aubarell (2010), 21.

[26] Rovere (1999, 2016).

[27] Deleuze y Guattari (2002).

[28] Dabas y Najmanovich, op. cit.; Dabas, op. cit.; Rovere (1999, 2016).

[29] Demonte (2016).

[30] Etkin (2012).

[31] La gestión de los bancos de alimentos nace en Estados Unidos en la década del 60 de la mano de John Van Hengel. Desde entonces se ha expandido por diversos continentes adaptados a las necesidades y realidades de sus contextos.

[32] Anunziata (en redacción).

[33] Rovere (1999, 2016).

[34] Lave y Wenger (1991), Wenger (2001).

[35] Un ejemplo acerca de las comunidades de práctica en la que sus miembros no están en el mismo lugar físico puede encontrarse en: http://www.youtube.com/watch?v=Sz_UQfR_G2I (última fecha de acceso: 23/03/18), el mismo se hace alusión a los logros obtenidos por una empresa de explotación de carbón al utilizar una comunidad de práctica para dar solución a una situación.

[36] Wenger (2006).

[37] Lave y Wenger, op. cit.; Martín, Rinaudo y Paoloni (2017).

[38] Barab y Duffy (2000).

[39] Lave y Wenger, op. cit.

[40] Wenger (2006), Snyder y Wenger (2010).

[41] Wenger, McDermott y Snyder (2002).

[42] Lave y Wenger, op. cit.

[43] Lave y Wenger, op. cit.; Martín (2016).

[44] Brown y Duguid (2001).

[45] Wenger (2001).

[46] Snyder, Wenger y de Sousa Briggs (2003).

[47] Unión en Tecnologías para la Colaboración y el Aprendizaje. http://eco.mdp.edu.ar/formacion-y-capacitacion/697-convocatoria-de-empre..., última fecha de acceso: 23/03/18.

[48] Fondo Multilateral de Inversiones. Miembro del Grupo BID. https://www.fomin.org/es-es/PORTADAOld2015/Noticias/Comunicadosdeprensa/... 23/03/18.

[50] Martín, Rinaudo y Paoloni, op. cit.

[51] Martín (2014).                                                                                                                                                              

[52] Lin y Bround (2011).