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EXPERIENCIAS Y PRÁCTICAS
“Si queremos construir una comunidad diferente, una comunidad que se integre, desde el gobierno hay que darle lugar a esa otra economía”. Entrevista a Oscar Minteguía, secretario de Desarrollo Social del Municipio de San Martín (Buenos Aires)
Número 232 / Año 2020 / Por Fajn, Gabriel
Oscar Minteguía es el actual secretario de Desarrollo Social del municipio de San Martín de la provincia de Buenos Aires. En la siguiente entrevista describe las ideas en que se basa para llevar adelante una gestión que incluya de manera integral a la economía social y solidaria, las estrategias, dificultades y nuevos desafíos que trajo la pandemia.
“If we want to build a different community, one that is capable of integration, the government has to give way to that other economy." Interview with Oscar Minteguía, Secretary of Social Development of the Municipality of San Martín (Buenos Aires). Oscar Minteguía is the current Secretary of Social Development of the Municipality of San Martin, in the province of Buenos Aires. In this interview, he describes the ideas based on which he carries out his administration, which includes the integration of the social and solidarity economy with the strategies, difficulties and new challenges that the pandemic brought.
“Para construirmos uma comunidade diferente, uma comunidade integrada, o governo terá que dar lugar a uma outra economia”. Entrevista a Oscar Minteguía, Secretário de Desenvolvimento Social do Município de San Martin (Buenos Aires). Oscar Minteguía, atual Secretário de Desenvolvimento Social do Município de San Martín, da província de Buenos Aires. Na entrevista a seguir foram descritas as ideias subjacentes a uma gestão, que vise incluir a economia social e solidária na sua totalidade, as estratégias, dificuldades e novos desafios que a pandemia trouxe.
Revista Idelcoop, nº 232. Noviembre 2020 - ISSN 0327-1919 / Sección Experiencias y Prácticas
Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa

 

“Si queremos construir una comunidad diferente, una comunidad que se integre, desde el gobierno hay que darle lugar a esa otra economía”

Entrevista a Oscar Minteguía, secretario de Desarrollo Social del municipio de San Martin (Buenos Aires)

Gabriel Fajn[1]

Resumen: Oscar Minteguía es el actual secretario de Desarrollo Social del municipio de San Martin de la provincia de Buenos Aires. En la siguiente entrevista describe las ideas en que se basa para llevar adelante una gestión que incluya de manera integral a la economía social y solidaria, las estrategias, dificultades y nuevos desafíos que trajo la pandemia.

Palabras clave: municipio, cooperativismo, economía social, gestión estatal.

 

Oscar MInteguía es el actual secretario de Desarrollo Social del municipio de San Martín, de la provincia de Buenos Aires. Desde el 2011 trabaja en la gestión del Estado con una mirada integral de la economía social y solidaria que busca vincular transversamente e ideológicamente las acciones municipales y el desarrollo de otra economía. En esta  entrevista realizada en  julio de 2020, habla acerca del vínculo de su gestión con el sector de la economía social y solidaria y de las problemáticas que trajo la pandemia del Covid-19

 

¿Cómo te vinculaste con el mundo de la economía social?, ¿cuáles fueron tus primeras experiencias antes de ser secretario de desarrollo social?

En mi juventud militaba en un grupo social con el que íbamos a hacer una apoyatura a la Villa 20, en Lugano (Capital Federal). Varios de los compañeros con los que trabajábamos en ese entonces, actualmente son parte del gabinete (el ex intendente de San Martin y actual ministro de Obras Públicas, la secretaria de Integración Cultural, Deportiva y Educativa,  el subsecretario de Educación).

Siempre me gustaron los números, mi cuestión era la parte administrativa así que mi tarea allí fue apoyar y laburar con las cooperativas de vivienda que tenían bastantes problemas (como ocurre casi siempre con las cooperativas que se forman por necesidad y sin el paso previo del espíritu cooperativo en cada uno de sus integrantes). Allí me integré a una organización popular que se llamó SERCUPO: “Servicio a la Cultura Popular”, que tenía en su faceta económica una pretensión de implicarse en la vida de las familias de los barrios populares del Gran Buenos Aires y de la Capital Federal, en todas las dimensiones de la vida de las personas. Estamos hablando de la dimensión cultural, la política, -no política partidaria necesariamente sino en tanto y cuanto a la vida de las personas, el arte de vincularnos y de construir una comunidad-, y la dimensión económica que en ese momento -mediados de los ’80, íbamos camino a la hiperinflación del ’89-. Es decir que se venía profundizando la pobreza vinculada con el hambre que, visto ahora a la distancia -pasado el capítulo 2001/2002 y el capítulo 2015/2019- era irrisorio vinculado con los números que tenemos de pobreza y de hambre en Argentina pre pandemia (porque la pandemia va a profundizar esos problemas).

La faceta económica SERCUPO consistía en organizar nuestra capacidad de consumo. Tal vez, sin toda la consciencia que tengo ahora y que fui componiendo respecto a la poderosa herramienta que significa la capacidad de consumir, la decisión de las personas de consumir algo; y si esto lo ponen en sintonía con otras personas, es fenomenal. A tal punto que es la polea principal del capitalismo y es una de las cuestiones que se puso en crisis con esta pandemia… ¿Cómo que la gente no está consumiendo a lo loco por todos lados? No es que se debilita, ni mucho menos, pero cruje la cultura del capitalismo porque no estamos -los esclavos modernos que somos los trabajadores- consumiendo a lo loco, como hacíamos hasta hace 3 meses.

El punto es que esa organización se puso a trabajar con eso y casi sin quererlo, además de entrar al mundo de la economía popular, entré por una puerta que constituye uno de los recursos estratégicos que tenemos y que además no se lo tenemos que pedir a nadie o peleárselo a otro o disputarlo, lo tenemos. En realidad, la disputa es contra nuestro individualismo que es una herramienta que usa el capitalismo para poder progresar, para poder crecer, ¿no? Por ahí entré, por ese tema y por ese lado y después no paré más, porque comencé a incursionar en todos los demás aspectos que hacen a los procesos principales económicos. El del consumo pienso yo que es uno de los primeros porque para producir algo primero tenés que consumir insumos o tenés que ver cómo consumís, cómo accedes a los insumos. Pero tanto consumir como producir, como comercializar o intercambiar, inclusive cómo financiarse y cómo acumular (tendríamos que encontrar otra palabra porque acumulación también da cuenta de un espíritu individualista), pero sería guardar para, conservar para, para el interés personal, el de mi familia y para también para el de comunidad.

Pero esos ejes los seguimos desarrollando y ejecutando -aun hoy con un grado de consciencia mucho mayor sobre la existencia de otra economía- con los criterios del capitalismo. Tenemos esa gran deuda: repensar cómo consumimos, producimos, comercializamos, cómo nos financiamos. A eso le dediqué mi vida, los últimos 35 años, a veces desde el Estado, pero muchas veces no, desde organizaciones sociales o desde laburos comunes y corrientes, pero con esta óptica y con esta mirada.

Ustedes fueron de los primeros municipios que arrancaron poniendo mucho énfasis en  la economía social ¿Cuándo y cómo empezaron? ¿Cómo fueron las definiciones? ¿Con qué iniciativas?

Gabriel Katopodis (ex intendente y actual ministro de obras públicas) me convocó en 2011 para que sea secretario de Desarrollo Social del municipio. En el diseño de organigrama nuevo incorporamos una Dirección General de Economía Social y Solidaria, con la pretensión inicial de identificar los actores de la economía popular y solidaria: trabajadoras y trabajadores autogestivos que desarrollaban sus actividades económicas por fuera del sistema asalariado. Eran cuentapropistas emprendedores, socios de cooperativas, socios de asociaciones civiles, de distintas naturalezas y grados formales y, sobre todo, no formales. Después, tenemos la discusión de cómo nombramos o qué términos usamos para esa otra economía, pero lo dejo anotado para otra charla. Si se llama economía popular, social, si se llama solidaria, si se llama las tres cosas juntas, si se llama colaborativa. Lo que sé es que es otra economía porque le disputa la visión general de la economía general, a la de economía del capital porque en lugar de capital en el centro, pone al ser humano, con sus más y con sus menos, con sus problemas y con sus necesidades, pero también con sus potencias, con lo que sabe, con lo que puede, con lo que sueña. Y entonces, era poner sobre la mesa esos actores, ir a buscarlos, y con ellos crear políticas públicas para desarrollar una estrategia vinculada a fortalecer a un sector del trabajo que está desconocido en general por el Estado, por los sindicatos y por supuesto, por el mercado, porque el mercado o la empresa capitalista sobre todo ultra concentrada mucho menos, quiere pensar en un actor que es autogestivo y se emancipa, y toma decisiones por su cuenta. Y te digo con cierto dolor y mea culpa: al Estado tampoco le gusta lidiar con ese actor porque dándonos cuenta o no, o por mezcla de ambas cosas, siempre nos gusta más o nos es más fácil comunicarnos y relacionarnos con esos que están a favor nuestro, con los que son amigos, con los que tiran para el mismo lado, o por lo menos con los que no nos zapatean el rancho. Y bueno, vos cuando laburas con los actores de la economía de la solidaridad o de la economía popular y solidaria, son actores que no les gusta que les digan lo que tienen que hacer, que saben qué hacer y que en todo caso disputan con el resto, también con el Estado. Disputan recursos, disputan espacios, y disputan poder. Me parece que todos los que trabajamos de alguna manera con la economía popular y solidaria, a eso le tenemos miedo. Tal vez le teníamos miedo hasta la aparición de la CTEP y todo el proceso anterior que da cuenta y que da lugar a la CTEP y ahora a la UTEP, ahí empieza a perderse el miedo de… “pero mira que lo que nosotros estamos haciendo es acumulando poder, poder para incidir”. Bueno, esto es lo que hace la economía solidaria y esto es lo que nos proponíamos desde el Estado: identificar esos actores y fortalecerlos con políticas públicas. ¿En qué visión general? En la visión del cuidado, nosotros tenemos una visión del cuidado, una perspectiva del otro, otra, otre. Y ponemos en tela de juicio el concepto de inclusión, porque es inclusión, ¿a dónde? y estar incluido ¿en qué?, en una cosa que después cuando se corte… También es discutir "incluidos, ¿a dónde?". En esto ya llevamos tres gestiones, y, en esta gestión pre pandemia, nos proponíamos desarrollar un organigrama que nos permitiera discutir el tema de abastecimiento popular, soberanía alimentaria, en ese código de: “bueno, vamos a debatir incluirnos dónde, incluir a la gente dónde, integrarnos, ¿para qué?”. Cuando arrancamos a finales de 2011 había una dimensión que no era muy consciente en ese momento, que era que la manera en que desarrollamos la economía da cuenta de la manera en que desarrollamos una comunidad. Entonces, si desarrollamos una economía de la competencia, del individualismo, de la especulación, después somos una comunidad individual que compite y que especula, -más, menos-, todos. No puede haber una comunidad distinta, integrada, y que le dé lugar a cada uno, y a cada quien, si no se plantean relaciones económicas distintas, en donde no tengo necesidad de matar al otro que está al lado para sacar el cacho de él, o para que esta tortita que nos dan no la tenga que repartir con tantos, y entonces me beneficie yo y tal vez los míos, pero no mucho más. Desde la perspectiva solidaria, se nos coló una mirada de todo el gobierno que es la de construir una comunidad diferente, una comunidad que se integre, y para eso tiene que desarrollar una economía de otra manera y darle lugar a esa otra economía. Porque para el Estado municipal, la cooperativa como proveedor no existía, no era proveedor, era un actor social al que había que darle subsidio y si le comprábamos algo era a sabiendas de que iba a ser mal, tarde y caro. Nosotros venimos demostrando en San Martín todo lo contrario: no solo que lo hacen muy bien, sino que lo hacen muy barato, y de una calidad bárbara. Porque, además, lo que tiene la economía de la solidaridad es la historia de sus trabajadoras y trabajadores que la ponen en juego en el producto, el bien o el servicio que hacen. Y eso se ve mucho más en el ámbito del desarrollo local, de la comunidad, porque si los pibes que juegan en los 80 clubes de futbol infantil que tiene San Martin (algo así como 14 mil pibes) usan los botines que hace la empresa recuperada CUC (ex Adidas en San Martín), que son buenos, baratos, pero además hechos en San Martín, y hechos por trabajadores y trabajadoras que reparten todas las ganancias, no hay uno que se queda con el trabajo de todos los demás, es muy fuerte eso sí lo podemos descubrir y transmitir, ¿no? Yo puedo decir sin que me dé vergüenza que como gobierno de San Martín lo pudimos descubrir. Ahora está el desafío de que lo podamos transmitir.

En el marco de esta estrategia y de tres mandatos seguidos, ¿cuáles fueron los programas que ustedes desarrollaron de forma simultánea en apoyo a este tipo de organizaciones?

Hay una primera cuestión transversal que es importante subrayar antes de eso que es que lo que intentamos producir y reproducir y sostener son espacios de gestión compartida entre los actores organizados y los Estados. Cuando podemos -y cuando se dejan-  invitamos al Estado provincial, al Estado nacional, a la Universidad nacional que tenemos, para provocar ese encuentro y esa esperanza y esa posibilidad de generar políticas públicas que después sean defendibles en los hechos y en el territorio. En ese sentido, la no existencia de legislación es un dato de diagnóstico. De hecho, no tenemos ninguna legislación que reconozca al trabajador que no es ni empleado, ni empleador, o sea, es un trabajador autogestivo que no tienen empleados a cargo y que no es empleado de nadie, ese está en negro en general en Argentina. Situación que seguramente pronto va a cambiar porque, fruto de la pandemia, el Estado nacional decidió darles una ayuda (el Ingreso Familiar de Emergencia – IFE), el gobierno pensó que eran 2 millones de personas las que están en esa situación y se encontró con que son 12 millones. Así que esa sorpresa, esa ventanita que se abrió supongo que nos va a dejar tela para cortar para más adelante pero bueno, entonces como diagnóstico siempre decimos: falta legislación. He visto en estos últimos 25 años que se hicieron un montón de ordenanzas y leyes, inclusive leyes provinciales y hasta leyes nacionales que después si le falta el cuerpo de las organizaciones y de las personas llevándolas adelante y defendiéndolas, son letra muerta, y de esos ejemplos tenemos 50 mil. Entonces, nosotros lo primero que hicimos fue generar esos espacios de gestión compartida, uno de los cuales, muy fuerte, es la mesa de empresas recuperadas en San Martín, donde se juntan una vez por mes desde hace casi nueve años representantes de las 12, 14, 16 empresas recuperadas que hay, la Universidad de General San Martín (USAM) y el municipio. De ese ámbito surgieron tres ordenanzas fuertísimas que actualmente están en vigencia. Un programa puede estar o no estar -depende de quién esté en el gobierno-, pero una ordenanza que viene a ser la Ley a nivel del municipio, da cierta continuidad. Y después, si está reglamentada y tiene presupuesto y si hay un actor que la demanda y se ejecuta, esa ordenanza no se muere.

La primera ordenanza que hicimos fue el registro de empresas sociales de San Martín que tenía que ver con resolver un problema concreto que nos planteaban las empresas recuperadas, que era que no tenían la habilitación comercial y ¿por qué no tenían la habilitación comercial? Porque cuando la iban a solicitar les reclamaban una deuda de una tasa de seguridad de higiene que la había contraído el que llevó la empresa a la quiebra. Entonces, mirá qué sencillo lo que necesitaban, necesitaban que el Estado diga: “che, la deuda del que era antes reclámensela a los que estaban antes, ahora arranquemos de cero”. Ese fue el objetivo, ahora nosotros dijimos: “ya que vamos a hacer una ordenanza, vamos a completarla con alguna cosa más”, y le incorporamos algunos elementos que dieron lugar a muchos beneficios, pero el principal es que hay un registro de empresas sociales a los cuales todas las áreas de la municipalidad de San Martín pueden recurrir para comprarle cosas.

Después hicimos una ordenanza que reglamentaba e impulsaba el poder de compra del municipio hacia este sector social, con distintas herramientas que facilitaban, mejoraban, profundizaban la posibilidad de que les compremos. Sólo con la Secretaría de Trabajo Social en el año 2019 al sector de empresas sociales (28 cooperativas) le compramos 30 millones de pesos versus cero que se le compraba hace cuatro años. Nosotros tenemos 175 comedores y merenderos que generan 17 mil raciones de comida por día. En esos merenderos, el arroz, la harina de maíz, el aceite, la harina de trigo, la yerba, los calditos, el té, el flan que reciben -y me estoy perdiendo seguramente algún elemento más-, pero todos esos elementos se compran a cooperativas de pequeños productores de la economía popular y solidaria desde hace más de dos años. Entonces, eso fue muy fuerte.

El intendente en aquel momento Gabriel Katopodis en el marco de lo que significó el gobierno neoliberal del presidente Macri, decretó la emergencia PyME en San Martin. En San Martín hay más de 3500 PyMES y por estas cosas del sector invisible se nos habían quedado afuera las cooperativas de empresas recuperadas. Entonces sucedió una paradoja, las 3500 Pymes que hay en San Martin están bajo un programa de emergencia declarado por el gobierno por decreto y las cooperativas de las empresas recuperadas están enmarcadas en el mismo programa por ordenanza, o sea, no hay mal que por bien no venga y nosotros de vuelta en esa ordenanza agregamos 4 o 5 elementos muy fuertes, por ejemplo, la posibilidad de concretar la habilitación comercial de forma progresiva. O sea, no pedirle a una cooperativa el 100% de las exigencias que le pedimos a una empresa de capital, sino ir pidiéndosela gradualmente en la medida que logra inserción mercantil y acompañarla con un fondo de financiamiento. Tenemos desde el 2012 un fondo de crédito municipal que ya lleva dados 55 millones de pesos con un 97% de recupero. Y ese fondo se constituyó en un elemento importantísimo al momento de comprarle a una empresa recuperada o una cooperativa. Por ejemplo, yo le compro cuadernos para nuestro programa de educación (15 mil cuadernos) a la empresa recuperada Norte que es la de la llamita que hace agendas, pero ellos no nos pueden hacer los 15 mil cuadernos si no tienen un adelanto; y el gobierno no da adelantos. Entonces cómo hacen: toman un crédito que lo pagan, que lo cancelan cuando el gobierno les pague.  De esa manera el fondo se constituyó en una pieza fundamental para el desarrollo de estas estrategias.

Esas son las principales herramientas, y te diría que la otra es la capacitación y asistencia técnica permanente que es como la cuarta pata sobre todo en conceptos de gestión de una empresa o un emprendimiento. Ahí se capacitan en el tema de costos y de comercialización, el plan de trabajo, de negocios, marketing y registración;  nosotros damos esas capacitaciones tres veces por año en forma gratuita y dos veces más para dirigentes de organizaciones asociativas, cooperativas, mutuales, sindicatos, con una perspectiva también más global.

También tenemos un programa de comercialización asistida, de impulso a la comercialización que tiene una feria directa del productor al consumidor que se llama ‘Manos de San Martín’. Tiene diez momentos en el mes de venta en el espacio público, una feria muy linda. Tenemos tiendas de comercio justo, tenemos un catálogo común. Y en esta situación de la pandemia, tenemos un programa de televenta o de venta a distancia con delivery que lo llevan adelante los abastecedores de esos productos. Son cooperativas de San Martín o de fuera porque en San Martín se producen muchas cosas, pero muchas otras, sobre todo productos alimenticios, no. Pero en eso también somos estratégicos. Nosotros no somos un municipio productor de comida, si bien tenemos algunos productores de comida importantes, pero somos un municipio de consumidores, somos 500 mil habitantes que consumimos solo lo necesario para vivir. Entonces, eso con respecto al mundo de la economía popular y solidaria y de la agricultura familiar nos paramos en la punta de la cadena de generación de riquezas en la partecita donde se consume, así que tenemos algún servicio para cumplir.

Sobre la soberanía alimentaria, ¿cómo ves la perspectiva en relación con la economía social?

Nosotros nos habíamos planteado a finales del año pasado para nuestros próximos cuatro años de gobierno la idea de que con las cuestiones centrales para que la gente logre vivir dignamente, -el Estado en general, el Estado municipal- no la podíamos dejar librada al libre albedrío, al libre juego de la oferta y la demanda y de la especulación, y esto es lo necesario, lo que tenemos que comer para poder vivir bien y sanamente. Y ahí viene un tema de seguridad alimentaria; qué comemos, qué nos metemos adentro, porque nosotros somos lo que comemos. Entonces voy y compro eso, compro gaseosas, compro chizitos, o como lo que me dan porque tengo que mandar a mi gente a comer al comedor o a pedir una bolsa de comida. Entonces, por un lado o por el otro, tenemos la necesidad, la responsabilidad de ver eso de qué estamos comiendo y a quién se lo compramos, generando qué, pero no solo en la comida, sino cómo nos vestimos, qué nos ponemos y no solo el vestido y cómo hacemos nuestras casas, ¿por qué nuestras casas tienen que ser indignas, tiene que ser feas, tienen que ser inseguras? En San Martín, se incendian 140 casas por año, el 75%, por fallas eléctricas. Bueno, tenemos un programa de crédito a tasa 0, fondo rotatorio para el mejoramiento progresivo de la vivienda, que obliga al que quiere tomar el crédito que lo primero que tiene que arreglar es el sistema eléctrico y poner un disyuntor. Y hay más de 6 mil familias que forman parte permanente de ese programa porque eso es crédito permanente: lo devuelvo y saco, lo devuelvo y saco. Y el tercer rubro es el de la vivienda, cuarto rubro es el del cuidado; todo lo que tiene que ver con el cuidado de los niños, niñas, el cuidado de los adultos, el cuidado de las personas con discapacidad, tema que también está en fuerte discusión con el mundo digamos. Históricamente, eso lo hacían las mujeres como mandato cultural y gratis; tenemos que ponerlo en discusión también.

Entonces nos propusimos en el organigrama estatal, crear una nueva Secretaría de Trabajo y Desarrollo de la Comunidad, que se empiece a meter con estos temas que parece que no fuesen temas en donde se tuviese que meter el Estado y el Estado municipal y nosotros tenemos ganas de meternos porque somos grandes compradores, por ejemplo, de productos alimenticios. Entonces, tenemos un poder de incidencia bastante fuerte, nosotros con este tema de la pandemia estamos comprando y distribuyendo 400 toneladas de comida por mes. Y a mí me da mucho orgullo decir que entre el 25 y el 30 % de esas toneladas de comida se las compramos a los actores de la economía popular y solidaria. Si uno piensa que, por ejemplo, en San Martín hay 11 mil tarjetas alimentar, o sea 50 millones de pesos que entran por el Estado nacional, hay 9 mil beneficiarios y beneficiarias de los programas, de complementariedad de ingresos, eso es “Hacemos futuro”, “Salario complementario”, transformados en “Potenciar Trabajo”, son otros 70 millones de pesos, es decir 120 millones de pesos por mes que entran en la localidad el gobierno nacional para asistir a una población que es la población de la economía popular y solidaria, sin contar la Asignación Universal por Hijo. Y eso adónde se va y eso se va por un tubo al capital concentrado que no importa si tiene que aumentar el precio de la harina, el precio de la leche, el precio del pan, si eso tiene que ver con el precio al que puede exportar esos insumos, no le importa nada; no le importa si la gente lo puede comprar, no lo puede comprar, si tenemos el 50% de los pibes bajo la línea de pobreza, comiendo mal, no le importa nada.

Entonces, por qué no comprar un poco de todo eso a actores económicos que sí les importa qué les pasa a las familias, porque son familias productoras y también les va a importar qué les pasa a las familias. Creo que tenemos una oportunidad inédita, en la pandemia y en la post pandemia.

¿Cómo están transitado la pandemia?, ¿qué temas se han agravado y qué temas han podido realmente resolver correctamente bien?

Le hemos puesto el pecho con todo y el principal tema para nosotros desde el primer minuto es el alimentario. Cómo les llegan alimentos a las familias que de una u otra manera se las proveían ellas mismas. Hay una paradoja: las familias que peor la estaban pasando probablemente no estén peor, si gracias a Dios no se enfermaron, económicamente no están peor que antes de la pandemia porque siguen recibiendo la ayuda del Estado y capaz que hasta se reforzó. Digamos, hubo refuerzos de Asignación Universal, hubo refuerzo de asignación alimentaria, hubo IFE, pero la gran cantidad de gente que está en un intermedio, que desarrolla mucha actividad complementaria y múltiple para ganar ingreso, para tratar de sostenerse sobre todo por su propia cuenta y eso sobre la base de una gran movilidad, moviéndose a buscar laburo. Entonces, la primera preocupación fue cómo le llevábamos alimento a esa gran cantidad de gente. Nosotros desarrollamos estrategias muy fuertes a partir del sentido social que teníamos: más de 175 comedores y merenderos, más de 35 clubes que preparan viandas los sábados y domingos, más de 40 iglesias, 30 evangélicas y 18 católicas que redistribuyen bolsos de comida cada 15 días, todas experiencias asistidas por el Estado municipal. Nosotros estamos llegando a más o menos 85 mil personas todos los días con alimento. Lo que nos está preocupando es la generación de ingresos y la multiplicación de trabajo aun en condiciones de aislamiento, aun en condiciones de aislamiento social y de no contacto, digamos, de la misma manera que el aparato productivo se preocupa por ver cómo consigue los protocolos para poder volver al trabajo a partir de las flexibilizaciones o las aperturas que tanto el gobierno provincial o nacional, como los municipios van generando para empezar a mover esos resortes económicos sin facilitar la multiplicación de los contagios. También nosotros para este sector de la economía social y solidaria nos empezamos a mover con la presentación de proyectos y la activación de procesos internos que nos permitan impactar sobre las familias para que puedan generar actividad económica que les permita en algún momento ir hacia una normalidad, que no va a ser la normalidad que teníamos seguramente, que va a ser una normalidad nueva. Y ahora más específicamente a tu pregunta, la cosa que me está preocupando fuerte es el contacto estrecho en los barrios más humildes que es muy fuerte y muy difícil de contener y entonces la localización muy rápida de personas que estén contagiadas para poder llevarlas a lugares de cuidado que hemos puesto en el municipio y nosotros tratar de ocuparnos de la mejor manera posible de la familia que quedó y que tiene que resguardar un aislamiento severo, entre 10 y 14 días. Y esa es la situación ahora y eso lo estamos diseñando y diagramando con las organizaciones que estamos trabajando en el territorio: las iglesias, las organizaciones sociales, las agrupaciones políticas. Estamos en plena tarea de eso y viendo cómo contenemos

Anteriormente nombraste el papel de la Universidad que está presente en la mesa que armaron con las empresas recuperadas ¿cómo ha sido el papel de la Universidad y cómo te parece que se podría optimizar, mejorar el vínculo entre las universidades y el mundo de la economía social?

El  vínculo ha sido bueno, la actitud de las universidades, de sus docentes, inclusive, de sus claustros, siempre ha sido de apretura y de mirada generosa como para con la población, en general, la población más humilde, tal vez la que no accede a la universidad. Y da cuenta de eso un dato de la realidad que siempre subrayo como importante: en estos 35 años de militancia, digamos, no existía la RUESS, la Red de Universidades de la Economía Social y solidaria que suma más de 30 universidades, eso no existía. Estaba allí solita, la General Sarmiento con José Luis Coraggio y después la de Quilmes y ahí enseguida todas las demás que podemos nombrar. Y ahora hay 30, generando capacidad instalada, profesionales, extensión, incubación de procesos y emprendimiento, es fenomenal eso. Eso conjuntamente con algún tibio marco normativo, como la ley de monotributo social, la ley de marcas colectivas, la ley de microcrédito y, por otro lado, la existencia de confederaciones y federaciones de cooperativas y de organizaciones, son como tres datos que no estaban hace 20 años y que permiten pensar que vamos a tener mucho resto para construir muy fuerte para adelante las perspectivas y las posibilidades de otra economía.

Concretamente la Universidad tiene que seguir trabajando en dejarse permear un poco más por los procesos del territorio que son desparejos, que son desprolijos. A la Universidad yo veo que le cuesta, a la de San Martín y a las otras, lo que viene desparejo, lo que viene torcidito, lo que viene un poco sucio, le cuesta un poco más a su estructura de decisión. Me he encontrado personas con gran vocación, con gran espíritu de construir una cosa distinta y de poner al servicio eso que han recibido de manera gratuita por parte de todos los argentinos en su estudio gratuito universitario académico. Pero luego, como le pasa al Estado... El Estado fue concebido hace un poco más de 200 y pico de años, el Nacional, el provincial y el municipal fue diseñado y concebido, y armado para priorizar, asegurar la reproducción del capital y no la reproducción de bienes  y eso hay que transformarlo, tengamos o no tengamos ordenanzas, decretos y leyes. Luego los trabajadores se comportan de determinada manera y los funcionarios nos comportamos de determinada manera y toda la estructura se comporta de determinada manera ignorando a ese actor de la economía que reproduce la vida en mismo tono que reproduce la economía, y a la Universidad un poco le pasa lo mismo. Le pasa que tiene que revolucionarse para adentro, para bancarse procesos más desparejos, para bancarse procesos más “sucios”, por decirlo de alguna manera, menos prolijos, que son los que provienen del territorio.

¿Cómo imaginas la salida de esta pandemia? Entre lo que puede llegar a pasar y lo que desearías que pase, ¿cómo imaginás el desarrollo de este mundo de la economía social, popular en la post pandemia?

Lo que realmente me sale primero en contestarte es que justamente la angustia de todos los días es que no sé cuándo termina, cómo termina, dónde termina. Sobre eso, de todas las malarias que nos tocan vivir cuando estás en un cargo de desarrollo social, esta tiene una particularidad que es que no se ve el precipicio. Me pasa eso, que todos los lunes en general, en realidad todos los días, arranco sin saber para dónde, cuál es el borde, sin saber cuál es el borde del quilombo, si supiese cuál es el borde del quilombo, me preparo de otra manera. Esa es la primera respuesta que tengo para darte, es la angustia que nos atraviesa, que la sorteamos metiéndole corazón, acción, actividad.

Un código que nos están metiendo en la cabeza a los equipos de la municipalidad es estar todo el tiempo viendo qué le pasa a la gente y cómo podrían estar un poquito mejor. Nosotros construimos unos lugares de cuidado y aislamiento que son buenísimos, sin embargo, me costaría mucho que me digan: “te tenés que aislar en un lugar así 14 días”. Un lugar muy equipado, que tiene internet, que te dan de morfar como loco, sólo te tenés que aislar para no contagiar a otros.  Pero  ¿qué le pasa a la familia de esa persona? ¿Quién la está cuidando? ¿Quién la está sosteniendo? Entonces estamos todo el tiempo pensando cómo sostenemos, cómo rodeamos a esa familia del que está aislado, y eso me mantiene con vida. ¿Qué pienso yo de cómo se sale de esto? Me parece que el código es ese, en un punto, vamos a salir pensando en el otro, como nunca, ese grito que se hizo, capaz que fue de campaña, capaz que fue de marketinero político, pero a mí me gustó ni bien salió y ahora lo reivindico muy fuerte, ese de “La patria es el otro”. En el esfuerzo inconmensurable que hizo la gente por quedarse adentro, los que lo pudieron cumplir fielmente y los que lo pudieron cumplir a medias y todos, la mayoría. Salvo los que se cagaron en eso porque solo están pensando en su ombligo, la inmensa mayoría hizo un esfuerzo descomunal.

Entonces creo que vamos a salir llenando de acciones concretas y de pasitos concretos ese título de “la patria es el otro”, y traduciéndolo a las cosas de todos los días. Si la patria es el otro, no me da lo mismo entonces comprarle un par de botines a las cooperativas de mi pueblo, de mi San Martín, que a una multinacional a la que le da lo mismo vendérmelo a mi o vendérselo a los chinos o vendérselo a no sé quien, porque esa abstracción de la patria es el otro, hay que aterrizarla en una cosa concreta. Y bueno, me parece que va por ahí, me parece que la economía social y solidaria, que el cooperativismo, el mutualismo, y otras expresiones, inclusive, las juntadas de gente sin personalidad jurídica, pero que tiene objetivos comunes, desarrollo de actividad común, me parece que tiene una oportunidad importante para aprovechar en este contexto y me parece que tiene interlocutores adentro del gobierno provincial, nacional y de algunos municipios que también están con ganas de aprovechar esta oportunidad. Y ni hablar del movimiento cooperativo, que lo veo muy ávido de protagonizar procesos que tal vez hasta ahora se los estaba dejando al capital concentrado.

 

 

 

 

 

[1] Licenciado en Sociología de la UBA, candidato a doctor en Ciencias Sociales de la UBA, profesor adjunto de la cátedra de Sociología de las Organizaciones de la FSOC (UBA), coordinador del Departamento de Estudios Sociológicos del Centro Cultural “Floreal Gorini” y la carrera Organizaciones Sociales del Instituto Universitario de la Cooperación. Correo electrónico: gfajn@yahoo.com.ar.