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EDUCACIÓN
Hacia una pedagogía de la solidaridad. Idelcoop y un proyecto educativo del y desde el cooperativismo transformador
Número 221 / Año 2017 / Por Imen, Pablo
Idelcoop, fundación educacional del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, tiene más de cuatro décadas de existencia la cual asume tareas de educación cooperativa, producción de conocimiento y asistencia técnica para las entidades adheridas a ella. El cooperativismo moderno como proyecto histórico y social tiene casi 175 años de existencia, y entre sus desarrollos cabe señalar la promoción de la educación cooperativa, el quinto de sus siete principios: “educación, formación e información”. En este trabajo nos proponemos, a partir de comprender los arduos desafíos del cooperativismo en el contexto neoliberal-conservador actual, abordar las tareas educativas que contribuyen al fortalecimiento de un movimiento que es social, cultural, económico y político. La reflexión sobre los modos de pensar y hacer la educación toma como foco los desarrollos llevados adelante por Idelcoop y, a modo de ejemplificación, se describe una de sus líneas de formación, orientada hacia los y las integrantes de la entidad.
"Towards a solidarity pedagogy. Idelcoop and an educational project created by and from co-operativism". Idelcoop, the education foundation of the Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (Cooperative Funds Mobilizing Institute - IMFC, for its Spanish acronym) has been carrying out co-operative education activities, knowledge production, and technical assistance to its associated entities for over four decades. Modern co-operativism, as a historic and social project, has existed for almost 175 years, and one of its most important achievements is the promotion of education, its fifth principle: “Education, training and information.” In this work, we wish to address the educational activities that help bolster the cooperative movement, a movement that is social and cultural, as well as economic and political. For that purpose, the significant challenges of the co-operativism in the neo-liberal and conservative context must be understood. The analysis of the way of thinking and delivering education is focused on the projects carried out by Idelcoop. Additionally, the article describes, as an example, one of its training methodologies, targeted at the members of the entity.
"Para uma Pedagogia da Solidariedade. Idelcoop e um projeto educativo que nasceu dentro do cooperativismo transformador". O Idelcoop (Instituto de la Cooperación) fundação educacional do Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, tem assumido há mais de quatro décadas tarefas de educação cooperativa, produção de conhecimento e assistência técnica às entidades aderidas a ele. O cooperativismo moderno como projeto histórico e social tem quase 175 anos de existência; e entre seus desenvolvimentos destaca-se a promoção da educação cooperativa, o quinto de seus sete princípios: “educação, formação e informação”. Neste trabalho propomos, a partir da compreensão dos árduos desafios do cooperativismo no contexto neoliberal conservador atual, abordar as tarefas educativas que contribuem para o fortalecimento de um movimento que é social, cultural, econômico e político. A reflexão sobre os modos de pensar e fazer a educação toma como foco os desenvolvimentos levados adiante pelo Idelcoop e, a modo de exemplificação, descreve-se uma de suas linhas de formação, orientada aos e às integrantes da entidade.
Revista Idelcoop, nº 221, marzo 2017. ISSN 0327-1919 / Sección Educación y cooperativismo
Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP
 

Hacia una pedagogía de la solidaridad

Idelcoop y un proyecto educativo del y desde el cooperativismo transformador

 

Pablo Imen[1]

1. El cooperativismo como respuesta, como complejidad y como desafío

Desde nuestra perspectiva, analizar una práctica pedagógica en el movimiento cooperativo requiere partir de conceptualizar la propia tradición solidaria, la vida de sus organizaciones, sus desafíos profundos, sus conquistas y sus asignaturas pendientes.

En esta primera sección, nos parece central analizar algunos rasgos históricos y programáticos del cooperativismo, caracterizar sus matices y advertir la especificidad del cooperativismo de crédito nucleado en el IMFC para luego avanzar en distintos aspecto de la educación cooperativa, al tomar como plataforma del análisis la experiencia pasada –y fundamentalmente presente– de Idelcoop.         

El cooperativismo configura un movimiento nacido como doctrina humanista primero y más tarde como una de las respuestas organizativas concretas de la clase obrera inglesa frente a los impactos sociales trágicos del capitalismo originario.[2] En su largo caminar, se fue desplegando –no sin complejidades, tensiones ni contradicciones– en múltiples dimensiones: como corriente de pensamiento crítica del capitalismo y concepción utópica de una sociedad sin injusticias; como movimiento social; como entidades proveedoras de soluciones colectivas a problemas comunes; como tradición cultural y organizativa específica; y, en su anhelo más trascendente, como alternativa civilizatoria.

Tres son los rasgos sustantivos de las cooperativas inspiradas en la transformación emancipatoria de la sociedad: primero, la satisfacción de necesidades comunes resueltas colectivamente de modo eficaz y eficiente; segundo, la concreción de un modelo de gestión y gobierno democrático sustantivo, protagónico y participativo de los miembros de cada entidad solidaria; y tercero, el compromiso individual y común para contribuir a la transformación de la sociedad en un sentido integral de justicia.

Cabe consignar que en el seno del movimiento cooperativo existen distintas corrientes que dan interpretaciones diferentes al sentido e inspiración del cooperativismo, a la traducción de los valores y principios de la cooperación en el plano de la política y también en el plano de la organización concreta y sus prácticas.

En relación a los posicionamientos políticos, se registran puntos de vista muy diferentes respecto del papel que debe jugar el cooperativismo frente al orden social predominante. Mientras una posición, mayoritaria en los países del capitalismo maduro, ve al cooperativismo como una suerte de rueda de auxilio del neoliberalismo, las posiciones más críticas del sur lo ubican como partero –o como uno de los actores– de un nuevo orden social, superador del capitalismo.

Otra diferenciación radica en que mientras para algunos cooperativistas alcanza con combinar eficiencia económica y democracia en la gestión, la corriente transformadora asume como aspecto sustantivo el compromiso con la transformación de la sociedad. Repasemos las tres dimensiones señaladas: la económico-productiva, la del gobierno y la gestión, y la correspondiente a la transformación social.

Dimensión económica-productiva. La cooperativa –tomada como unidad– debe competir con las presiones del propio mercado, coexistir con la propia política pública y desenvolverse en un escenario económico que es a la vez posibilidad y límite.[3] El equilibrio a lograr ocurre, hoy, en el marco de una crisis global del orden neoliberal y plantea novedosos desafíos que rebasan los marcos nacionales. Más precisamente, los profundos elementos de una economía globalmente concentrada, especulativa, predadora e injusta constituyen unos condicionamientos estructurales que afectan al funcionamiento de la economía social y solidaria.

El cooperativismo –y las cooperativas– deben asegurar sus propias estructuras mientras bregan por la superación de un orden social profundamente injusto al asegurar las acciones que le den sustento y viabilidad material.

Adviértase la complejidad del reto: ser parte de un orden con fundamentos antagónicos a los del cooperativismo, ser económicamente exitoso –bajo cánones de éxito no sometidos a la maximización de la ganancia– y contribuir a la superación de la economía neoliberal hacia un modelo más equitativo, solidario y sustentable. Aquí el objetivo empresarial no es la rentabilidad, sino la satisfacción de las necesidades colectivas que le dan sentido a la cooperativa.[4]

Al hacerlo en un contexto hostil, se pone en tensión nuestro punto de vista con los aspectos sustantivos de una sociedad organizada en torno a la predominancia de la lógica mercantil, sus aspectos culturales y aquellos valores centrados en el individualismo y la competencia. Esta realidad, templa el funcionamiento de la cooperativa. Para esto, resulta indispensable la combinación del arte de la gestión eficaz y eficiente para disputar en el mercado con la firmeza de sus convicciones, así como la traducción de los valores y principios de la cooperación al funcionamiento de la entidad y a la configuración de sus procesos y productos.

Dimensión del gobierno y la gestión. El ejercicio de una democracia sustantiva para una entidad con pluralidad de objetivos –económicos, sociales, culturales, políticos– reclama la reinvención de modelos, estructuras, relaciones y dinámicas capaces de sintetizar acciones que conduzcan a garantizar la resolución, en el nivel de la propia organización, de la triple exigencia planteada: la eficacia/eficiencia en la producción del bien o del servicio; la democracia de sus relaciones y formas de gobierno-participación; así como la brega por la transformación del contexto local y general, lo cual contribuye a la construcción de sociedades más justas.

También en este plano hay complejidades a administrar, pues la lógica empresarial tradicional establece un modelo vertical en el ejercicio del poder y la cooperativa, en tanto empresa y movimiento social debe hacer consistente el modelo democrático con instancias deliberativas y participativas.

Entre las entidades cooperativas nucleadas en el IMFC se ha logrado una práctica de la participación a la que denominamos “participación plena y pertinente”, concepto que encierra múltiples aspectos, a saber:

  1. todas las personas que integran la cooperativa, y los roles y funciones que desempeñan, son importantes para el proyecto común. En la medida en que las decisiones las afecten, se propicia que participen de algún modo, en el nivel de intervención operativa o dirigencial del que forman parte cotidianamente;
  2.  existen diferencias de poder y de responsabilidad entre los miembros de una cooperativa, pero al mismo tiempo hay múltiples instancias colectivas de controles cruzados que generan dinámicas diferentes en la circulación del poder dentro de la organización;
  3. el ejercicio de las jefaturas o niveles de dirección incluye la exigencia de espacios colectivos de socialización de la información y de organización participativa del trabajo en cada nivel de la entidad cooperativa;
  4. dado que no existen fórmulas a priori, la participación es no solo un modelo de vínculo y de trabajo, sino una plataforma a través de la cual la organización cooperativa hace aprendizajes colectivos: desde el “hacer participando” –cada quién en su nivel, pero ligado a la totalidad organizacional– se producen las condiciones de actualización de los procesos a partir de la acción de los involucrados y de las involucradas;
  5. en el plano individual, se despliega un proceso análogo al colectivo: los nuevos empleados o dirigentes no tienen por qué conocer esta cultura que combina eficacia-eficiencia, democracia y compromiso transformador.

Esta riqueza organizativa para la democratización de la participación requiere ingentes esfuerzos creativos que permitan cumplir objetivos de la organización en tensión (lograr resultados económicos y promover la participación efectiva en la vida de la cooperativa) y se deben transitar procesos de revisión permanente de las estructuras, dinámicas, roles y funciones para readecuar en cada etapa la cooperativa a las novedades de una coyuntura que no controla, al asegurar un camino de autoaprendizaje, práctica reflexiva e invención.

En suma, la idea de democracia participativa enriquece y dota de sentido a la cooperativa, al tiempo que la tensiona entre los múltiples objetivos que debe atener y que, en ocasiones, pueden entrar en conflicto. Digamos, de paso, que el conflicto es parte de la vida social y que lo que distingue al cooperativismo es su modo democrático de resolución y superación.

Dimensión del compromiso con la construcción de una sociedad más justa. Este aspecto debe compatibilizar diferentes complejidades, pero en cualquier caso el posicionamiento político ocurre por acción o por omisión. La felicidad general es un objetivo del cooperativismo, tal como lo promueve Robert Owen, un tozudo impulsor de las cooperativas y un valioso pensador respecto de los desafíos de la cooperación. Al respecto, argumentaba que:

 

Existen ciertas condiciones sin las cuales no puede conseguirse la felicidad de la naturaleza humana tal como es, y es inútil que el hombre confíe en esa felicidad si no se establecen disposiciones permanentes para asegurar a la raza humana la posesión de esas condiciones, ya que si uno es desdichado, este hecho disminuye la felicidad de todos aquellos que lo saben.[5]

 

Las organizaciones solidarias deben luchar por un mundo que asegure la felicidad de toda la especie humana, y tal compromiso exige de la política. La renuncia a la lucha por la felicidad general es, al mismo tiempo, una posición política: la política es una condición y una actividad inherente al ser humano. Tal posicionamiento también se expresa en el séptimo principio de la cooperación, ligado al compromiso de las cooperativas con la comunidad. Esta inexcusable actitud de intervención eficaz para transformar la realidad al expandir los valores y principios de la cooperación se prolonga a intentar influir en todos los ámbitos de la vida social, en la gestión del Estado a través del aporte de propuestas para enriquecer las instituciones y de políticas públicas con la perspectiva solidaria. Tales apuestas no deben confundirse con posicionamientos sectarios o excluyentes dentro de la vida de la cooperativa –aspectos también contemplados en los principios cooperativos– que dan lugar a un equilibrio complejo y desafiante que exige prácticas reflexivas.

Si estas son las dimensiones que debe atender un proyecto cooperativo de inspiración emancipadora, ¿cuáles son las herramientas de las que disponen las cooperativas para librar estas complejas batallas que se dan en múltiples niveles y dimensiones? ¿Por qué hablamos de esto en un artículo referido a educación cooperativa?

Nos interesa aquí –a propósito de todos los instrumentos disponibles– referirnos a la educación como práctica social e histórica, que contribuye al fortalecimiento de nuestras cooperativas. En el caso del movimiento de crédito cooperativo de la Argentina, hay una larga tradición pedagógica y ha sido vista desde sus orígenes como una fuente muy valiosa de formación y consolidación del proyecto cooperativista, siempre dinámico.

Idelcoop es la fundación educacional del IMFC que desde hace más de cuatro décadas despliega una actividad intensa en los ámbitos de la educación, la producción de conocimiento y la asistencia técnica a las cooperativas adheridas. Su evolución exigió variaciones alrededor de iniciativas que le dan sentido e impronta, y en nuestra revista hemos publicado algunas de las experiencias que llevamos a cabo como entidad educadora.[6]

Este es el primero de una serie de artículos en los que iremos dando cuenta de una estrategia diversa y compleja del movimiento cooperativo nucleado en el IMFC en torno a políticas y propuestas de formación y, junto a ello, de las reflexiones acerca del lugar de Idelcoop en tales procesos, con un sentido no solo descriptivo de experiencias prácticas, sino de los supuestos que orientan la construcción de las propuestas formativas, algunos de los elementos que rodean su concreción, algunos de los nudos problemáticos que nos desafían de modo individual y colectivo a avanzar. Este texto se propone avanzar en una reflexión pedagógica sobre el accionar de Idelcoop, en tanto proyecto cultural-político, organizacional y educativo del movimiento cooperativo de crédito.

En todo caso, el apartado con que se inicia este texto propone hacer visible cuáles son los objetivos del cooperativismo del que somos parte, cuáles son los alcances y límites de tal proyecto en sociedades regidas por valores hegemónicos opuestos a la solidaridad, la igualdad y la democracia, pero a la vez territorio de disputa por la hegemonía.

En efecto, si, por un lado, hay condicionamientos estructurales, subjetivos y culturales que empujan el mundo en dirección a una sociedad injusta también conviven y disputan corrientes democráticas, libertarias y transformadoras de las cuales el cooperativismo de crédito en Argentina ha sido y es parte desde su génesis.[7] Y sobre la base de la claridad de la visión transformadora del cooperativismo podemos encuadrar, comprender y explicar el proyecto pedagógico que se subordina a tal proyecto.

 

2. Educación(es) (y) cooperativa(s)

Hemos visto que las entidades cooperativas inspiradas en ideales emancipadores se encuentran interpeladas por varios desafíos simultáneos: crecer sin abandonar sus valores y principios; socializar a sus miembros en la ética de la solidaridad; traducir todo esto a procesos y relaciones en la cooperativa, en tramas políticas, culturales y productivas que permitan la convivencia de elementos diferentes y objetivos-metas que son o pueden ser contradictorios, etc. Para llevar adelante tales construcciones, es preciso poner en marcha múltiples dispositivos, mecanismos y procesos.

¿Qué educación se requiere para dar respuestas a los desafíos de nuestro cooperativismo? Asumimos que la educación es una práctica histórica, social, política operante en los procesos de desenvolvimiento de las cooperativas. Es preciso desarrollar algunas notas conceptuales acerca de lo que entendemos por educación cooperativa, o educación en la cooperativa, a los fines de comprender alcances y límites de la acción formadora. ¿Qué elementos son constitutivos de una educación pertinente para este modelo de cooperativismo?

Quienes tenemos la doble pertenencia al campo de la educación y del cooperativismo sostenemos que hay una pluralidad de afluentes para pensar en una pedagogía propia del cooperativismo, a la que denominaremos provisoriamente una “pedagogía de la solidaridad”.[8]

Tal construcción, en permanente revisión y recreación, se alimenta de tradiciones, concepciones y perspectivas cuyo objetivo es práctico y teórico: contribuir al fortalecimiento integral de las cooperativas; a la difusión y recreación de su cultura; al avance de la influencia del cooperativismo transformador en la capacidad de influir e incidir en la sociedad en general y, particularmente, en las instituciones educativas.    

Existen una serie de acervos que, a nuestro juicio, están muy presentes a la hora de intervenir en la construcción de los proyectos que lleva adelante la institución. Estos “acumulados” están asumidos de manera consciente por la dirección general de Idelcoop y, con acuerdos tácitos y diferentes niveles de debate en el interior de la entidad, son un marco de referencia para la labor pedagógica en la institución.[9]

1) En primer lugar, y en el marco de las novedades de época y la recreación del proyecto de Patria Grande, desde el cooperativismo de crédito reivindicamos la noción y la necesidad de una epistemología decolonial y del sur.

En un trabajo anterior, hemos relevado el legado de los socialistas utópicos, y las ideas con que denuncian el orden capitalista naciente como aquellas en que anuncian una sociedad fraternal. El reconocimiento de estas perspectivas valientes que fueron perseguidas en su época no ha estado exento de prejuicios, incluso racistas, que es preciso develar y asumir como parte de los errores de nuestra propia historia como movimiento social. Una nota suprimida en las obras completas de Saint Simón afirmaba –por ejemplo– que:

 

Los revolucionarios aplicaron a los negros los principios de igualdad: si hubieran consultado a los fisiólogos les habrían enseñado que el negro, de acuerdo a su organización, no es susceptible de una educación igual, y de ser elevado a la misma altura de inteligencia que los europeos.[10]

 

El cooperativismo nuestroamericano se debe a sí mismo dos tareas simultáneas: un análisis crítico de nuestros fundadores y fundadoras socialistas utópicos y utópicas, y un rastreo de experiencias y pensamientos ligados al cooperativismo en Nuestra América. En efecto, la epistemología –disciplina que se preocupa por el abordaje filosófico del conocimiento–, pensada en clave decolonial, nos ha permitido avanzar en una perspectiva menos contaminada de anteojeras eurocéntricas y positivistas, y nos ayuda a dejar de ser lo que no somos. Esta marca de identidad, conocer desde nosotras y nosotros mismos, se consuma sin el error de caer en exotismo alguno, y recupera elementos de la producción de conocimiento que provee la ciencia tradicional –en particular la pedagogía– pero la enriquece con una mirada propia, capaz de desafiar la configuración del modo de pensar el mundo y de conceptualizarlo. Y se asume, desde luego, que nuestras raíces reconocen también los acervos europeos.

Así, estoy dando por sentada la asunción de nuestra identidad y proyecto nuestroamericanista. En este sentido, los usos de “lo europeo”, como parte de nuestra identidad y como acervo epistemológico y metodológico para leer el mundo, nos permiten descartar algunas definiciones de la “ciencia occidental” que no compartimos.

Intentamos contribuir a superar la tendencia académica que propicia la escisión teoría-práctica así como la fragmentación del conocimiento. También intentamos aportar a reunir lo que se plantea como escindido: la “verdad científica”, el posicionamiento “ético” y el juicio “estético”.

2) En segundo lugar, retomamos algunos de los principios, contenidos y métodos de la educación popular. Advertimos aquí que este término ha sido y es objeto de múltiples interpretaciones y disputas.

En tal sentido, “educación popular” condensa la perspectiva política y pedagógica de Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar y fenomenal creador pedagógico.[11] A su vez, Educación popular fue el título de uno de los libros más importantes de Domingo Faustino Sarmiento,[12] quien tenía un pensamiento diferente al de Sócrates de Caracas (como llamaba Bolívar a su maestro). Bajo la idea de “educación popular” se organizaron también propuestas fundadas en el grupo “Pueblo y cultura” de la Francia de posguerra así como muchas de las elaboraciones de Paulo Freire y sus seguidoras y seguidores.

Si tomamos la conceptualización de educación popular que nos provee María Teresa Sirvent, la práctica pedagógica así denominada contiene al menos los siguientes cinco atributos fundamentales:

a) Su dimensión sociopolítica: pone el acento en los rasgos de la sociedad latinoamericana, la desigualdad existente y la exigencia de transformarla en un sentido igualitario y democrático;

b) su dimensión popular en cuanto reconoce al propio movimiento cooperativo como un sujeto colectivo que integra las mayorías sociales de nuestros países;

c) la dimensión cognitiva que postula la capacidad del propio movimiento cooperativo de leer la realidad y, objetivándola y reconociéndose como sujeto transformador, incorpora dichos conocimientos para su acción emancipatoria;

d) su fundamentación epistemológica que concibe a la realidad como una totalidad compleja, contradictoria y en desarrollo cuyos elementos sustantivos deben conocerse para actuar con eficacia en la acción del sujeto colectivo cooperativista;

e) la dimensión metodológica que supone una reformulación de las relaciones pedagógicas y del ejercicio del poder en los procesos de enseñanza-aprendizaje.[13]

3) Tercero, tomamos las contribuciones de la teoría crítica. Bajo esta denominación, por cierto, coexisten vertientes y controversias pero todas ellas tienen al menos dos rasgos en común. Por un lado, una actitud de desconfianza epistemológica y desnaturalización de la realidad social: se pregunta por la causa y los efectos de lo existente, y se niega a aceptarlo como un hecho inexorable e inmodificable. Por otro lado, su formulación se liga a prácticas emancipatorias y a la voluntad política de aportar, desde la producción de conocimiento, a la transformación de la realidad social. No es un mero “saber desinteresado”, sino un saber para actuar.

Finalmente, en la enumeración de las fuentes de las cuales se nutre Idelcoop, debemos incorporar los propios contenidos y métodos desplegados por el cooperativismo pasado y presente en materia de formación. Vale entonces, aquí, incorporar un aporte conceptual sobre la dimensión pedagógica de las prácticas sociales e históricas.

Muchas y muchos autores y actores han advertido que lo pedagógico resulta un aspecto de toda práctica social. En la medida en que el devenir de la especie humana no está condicionado totalmente por su naturaleza (como ocurre con muchas especies animales), el aprendizaje es un elemento constitutivo de toda relación y rol social: se aprende a ser padre, a ser miembro de una iglesia, de un sindicato o de un partido, se aprende a ser cooperativista. El papel de las prácticas que se van desplegando configura una plataforma de aprendizajes y reaprendizajes. Así, las prácticas en las cooperativas suelen ser, entre otras cosas, indudables procesos de enseñanza aprendizaje. Tal vez sean los más potentes factores formativos en el interior de la cooperativa: lo que realmente ocurre en los vínculos, en la organización del trabajo, en los ámbitos de deliberación institucional, en los encuentros informales “enseña” con enorme eficacia socializadora.

El cooperativismo de crédito nucleado en el IMFC desplegó un largo camino de invenciones educativas para fortalecer al movimiento, es decir, acciones intencionales que permitieron transformar a las personas para que pudieran ser agentes conscientes de transformación de la realidad social y de la propia cooperativa. En este recorrido, que lleva casi un siglo de existencia en Argentina, los ámbitos de formación más potentes fueron los propios procesos de socialización en las cooperativas.

En nuestro caso, la percepción de una “praxis pedagógica”, es decir, una práctica educadora, siempre estuvo presente como principio organizador de nuestras cooperativas. Sobre la base de toda la experiencia acumulada, se han recreado diferentes propuestas e instrumentos para el fortalecimiento y formación de distintos miembros de nuestras entidades.

En tal sentido, se implementaron líneas de carácter más instrumental; otras más orientadas a la apropiación de metodologías de trabajo; unas terceras que trabajan perspectivas y herramientas para la acción estratégica eficaz y principista; otras que se propusieron el dominio de conocimientos valiosos para una lectura autónoma, crítica de la realidad, capaces de convocar a la acción fundada y que incluyen a la historia, a la política, a la economía y a otros saberes igualmente valiosos. En resumen: espistemología decolonial, educación popular, teoría crítica y acervos cooperativistas constituyen un potente arsenal ético, político, cognitivo, metodológico para la creación y recreación de una pedagogía de la solidaridad que desde la dirección de la organización sostenemos y vamos expandiendo como guías para la acción.

Un aporte sustantivo a la pedagogía del cooperativismo de crédito es la conversión de su propia praxis organizacional en un proceso pedagógico: las distintas instancias en la faceta institucional o laboral se convierten en ámbitos privilegiados y explícitos de formación, y tales instancias resultan reforzadas por otros momentos que brindan sistemáticamente contenidos, métodos, herramientas para el fortalecimiento de la cooperativa. Nos interesa poner en discusión las experiencias pedagógicas impulsadas desde Idelcoop en diálogo con otras entidades del movimiento a través de diversos artículos que iremos publicando.

En este, primero de la serie, damos cuenta de los criterios pedagógicos y políticos aplicados por Idelcoop en función de las necesidades de fortalecimiento del movimiento cooperativo nucleado en el IMFC, al poner en juego una propuesta de reflexión permanente. En el camino histórico de nuestro movimiento, las propuestas pedagógicas se fueron recreando, y tal proceso requiere de un momento de análisis para dar cuenta de los acervos, de los desafíos, de las conquistas y de las asignaturas pendientes. En este marco, elegimos comunicar y conceptualizar, a modo de ejemplo y de manera introductoria, el proceso de formación interno de nuestra fundación.

 

2.1. Idelcoop: gestión y pedagogía

Qué cosas hacemos

Idelcoop no es una cooperativa en términos legales –pues se trata de una fundación–, pero adopta la visión y los modos de funcionamiento del cooperativismo de crédito nucleado en el IMFC. Así, para ubicarnos en términos de los proyectos que construimos y las tareas que realizamos, repasemos cuáles son las principales iniciativas en curso. Es importante señalar dicha información pues es la puerta de entrada para comprender la complejidad, los desafíos y las tensiones de una entidad que ha venido creciendo de manera cuantitativa y cualitativa desde su creación, hace algo más de cuatro décadas. Una enumeración sucinta sobre aquellas propuestas de trabajo constituye una información relevante para comenzar a vislumbrar las tareas que tenemos por delante.[14] En Idelcoop hay –en la actualidad– distintas líneas de trabajo que suponen distintos modos de inserción de trabajadoras y trabajadores en la institución.

Un gran carril de trabajo es el conjunto de acciones formativas dirigidas hacia el propio movimiento nucleado en el IMFC. Allí se despliegan los siguientes proyectos: a) Programa Latinoamericano de Educación a Distancia (PLED);[15] b) Programa de Fortalecimiento de las Secretarías de las Comisiones de Asociados del Banco Credicoop;[16] c) espacio de intercambio entre entidades de nuestro movimiento cooperativo;[17] y d) asistencia a la Secretaría de Educación del Banco Credicoop.

Otra de las líneas se orienta al trabajo de asistencia o formación a otras cooperativas desde el IMFC: el caso de la formación promovida conjuntamente con la filial Córdoba es una expresión de este tipo de iniciativas.

Un tercer carril articula a las universidades públicas, Idelcoop y distintas entidades cooperativas a través de proyectos de investigación, extensión y asistencia técnica, con financiamiento de diferentes programas públicos: de la Secretaría de Políticas Universitarias, del Ministerio de Trabajo, etcétera.

Una cuarta gran tarea es la de difusión y comunicación, lo que supone la publicación cuatrimestral de la Revista Idelcoop y la edición de libros sobre cooperativismo y educación.[18]

Una quinta actividad tiene un carácter a la vez institucional y sustantivo, ligado a la participación en la Comisión de Educación de Cooperar en representación del IMFC.

Finalmente, la presentación y el despliegue del proyecto de una institución universitaria orientada a la formación en cooperativismo y economía social.

Todo el trabajo se sostiene, por su parte, en la labor del sector de administración y secretaría.

 

Cómo nos organizamos

La organización del trabajo en Idelcoop plantea un formato complejo. En primer lugar, si bien funcionan áreas alrededor de las cuales se organiza la tarea, los equipos se conforman para cada proyecto en particular, y quien coordina un proyecto puede ser miembro de otro grupo, bajo la responsabilidad de otra compañera o compañero. Este ejercicio implica un muy interesante proceso y una dinámica de distribución y redistribución de poder focalizado en la tarea, en los que existe una centralidad de lo colectivo y una rotación entre roles diferenciados que habilitan niveles de participación diversos y móviles. Esto genera una cultura del gobierno y la participación potente donde se ejercen alternativamente roles de dirección y se estimulan de distintos modos los espacios de participación.

Segundo, existe una dirección colectiva integrada por las y los responsables de proyectos o líneas de trabajo. Este nivel permanece estabilizado y es un ámbito de toma de decisiones, pero que se nutre en dos direcciones. Hacia abajo, en un diálogo permanente con todos y todas en Idelcoop; hacia arriba, con un vínculo permanente con la presidencia y la dirección, que traducen el vínculo y los requerimientos del movimiento hacia la organización educadora.

Tercero, existe una instancia de plenario general donde se tratan problemáticas comunes y se toman decisiones, y se dan  acuerdos sobre múltiples cuestiones de la vida colectiva. Este formato –bastante afianzado– se fue construyendo en un proceso gradual que intentó combinar el principio de participación plena y pertinente con la eficacia y eficiencia en los procesos de diseño, implementación y balance de las múltiples iniciativas que lleva adelante la institución.

La noción de integralidad del proceso de trabajo tiene en Idelcoop connotaciones en la tarea y en los vínculos que se desarrollan alrededor de cada proyecto. ¿Por qué lugares pasa la integralidad? Se busca conquistar una comprensión –por parte de todos y todas las trabajadoras de Idelcoop– del sentido de los proyectos y de las tareas, sus fundamentos filosóficos y políticos: la más sencilla de las tareas debe inscribirse como práctica reflexiva, y dar importancia a un modo de resolución que asegure su concreción eficaz, responsable, con cuidado por los vínculos, por el adecuado proceso y el logro de los resultados propuestos.

La comprensión y aceptación de un modo de trabajo es un paso imprescindible para que la retórica se convierta en una realidad tangible o, dicho de otro modo, para que se efectivice lo que se enuncia. Este momento resulta importante y la generación de acuerdos en base a reglas compartidas resulta un valioso punto de inflexión en la vida de la colectividad idelcoopeana.

Que se adopten como propios los valores y principios que lo sustentan es un proceso más arduo, que requiere paciencia pedagógica, determinación política, mirada estratégica y la construcción de un instrumental y unos procedimientos adecuados. En este camino ondulado y sin recetas a priori, la formación interna ocupa un lugar sustantivo.

Una estrategia formativa relevante es la organización de los procesos de trabajo, el establecimiento de vínculos, y el despliegue de una cultura que estimule la participación comprometida y la eficacia en la gestión de las tareas, su comprensión profunda, el establecimiento de instancias de revisión, de ámbitos con posibilidades de replanteos, etc. Construir un modelo de trabajo con estas reglas, que no surgen de modo espontáneo, ha sido en Idelcoop parte de un proceso de esfuerzos individuales y colectivos de creación.

Se promueven instancias de trabajo colectivo y se apunta a estimular acciones para el logro del crecimiento integral de todos los miembros de la organización. Esto es crecimiento en todas sus dimensiones, y se comienza por la calificación del propio proceso de trabajo, el reconocimiento de su valor, su enriquecimiento a través de los desafíos de una práctica reflexiva, creativa y democrática, y un creciente esfuerzo de planificación flexible que permita avanzar de modo cada vez más consistente, consciente y coherente con los valores y principios que propugnamos.

En tales búsquedas, se inscribe la experiencia que vamos a exponer con mayor nivel de detenimiento y que denominamos “formación interna”, cuyo objetivo tiende al fortalecimiento de todos y todas, y que articula la diversidad de intereses, demandas y necesidades de la organización y de su membresía. Estas pautas que orientan nuestro accionar han registrado avances pero también obstáculos, retrocesos, tensiones y contradicciones: no es lineal esta construcción cultural, política y pedagógica. Quisiéramos por tanto superar lecturas idealizadas al tiempo que valoramos el esfuerzo creador y los avances, siempre parciales en procesos complejos y contextos cambiantes.

 

3. Proyecto de formación interna

Las múltiples necesidades de formación constituyen un tópico central en Idelcoop. La formación interna como necesidad, como demanda, o como interés –si asumimos en un sentido muy amplio la integralidad de nuestras entidades– debe conciliar diferentes perspectivas y expectativas. En un primer nivel, existen necesidades instrumentales para mejorar de manera sostenida la calidad del trabajo, individual y colectivo. En este plano puede haber cursos acotados para el dominio de ciertas técnicas o sistemas, así como la apropiación de criterios, herramientas y métodos de trabajo comunes.

En un segundo nivel, aparece la adquisición y dominio de modelos de trabajo que, aun al incluir aspectos instrumentales, se proponen recrear una configuración fundada en los valores y principios del cooperativismo transformador; la aplicación de cierta perspectiva capaz de combinar la inmediatez de las tareas urgentes con la comprensión de su sentido (por qué, para qué, y cómo hacemos lo que estamos haciendo); la incorporación de una mirada que combine lo propio, lo común y lo estratégico; el logro de un abordaje de la labor que incluye la eficacia procedimental, la perspectiva ética coherente con los valores y principios, la importancia del vínculo basado en el respeto, una disposición crítica, participativa y constructiva, una práctica reflexiva, la ligazón orgánica entre procesos y resultados configurados de modo eficaz y democrático. Tales atributos pueden conseguirse en una sostenida labor educativa, en un sentido amplio, y se ven limitados y desafiados por múltiples obstáculos.

En un tercer nivel, están aquellos ámbitos de fortalecimiento ético-político donde se construye un creciente compromiso con las definiciones e iniciativas del movimiento cooperativo nucleado en el IMFC que hacen a la denuncia de un orden injusto y al anuncio de otro orden posible y necesario.

¿Cómo construir a partir de esta perspectiva un proceso que desde la formación contribuya a consolidar un modelo de trabajo, de trabajador y de trabajadora? Hay una serie de complejidades a tener en cuenta a la hora de diseñar tal herramienta educativa. Una de las funciones de la dirección es detectar y definir pasos y estrategias para avanzar en propuestas que alimenten la transformación creativa, democrática y eficiente de la realidad institucional. Tal determinación debe incluir a su vez un grupo de necesidades que se expresan en inquietudes y demandas de los trabajadores y las trabajadoras de Idelcoop en el abordaje de distintas temáticas. La dirección colectiva asume la tarea de ir construyendo en diálogo con los distintos equipos un plan anual de formación y fortalecimiento interno.

           

3.1. Criterios y complejidades

La elaboración de una línea sistemática de formación requiere abordar y superar distintos nudos problemáticos que no tienen una respuesta correcta prediseñada e infalible. El primer hallazgo de nuestra experiencia colectiva es que el camino se transita a partir de un ejercicio reflexivo y participativo, muy ligado a un adecuado análisis de necesidades de los procesos de trabajo (sujetos, a su vez, a las demandas del propio movimiento), a la exigencia de una alerta permanente, a los intereses y preocupaciones de todos los trabajadores y de todas las trabajadoras de Idelcoop y a la multidimensionalidad de la tarea formativa.

En segundo lugar, la estrategia formativa debe combinar la sumatoria de perspectivas, intereses, necesidades y demandas, proponiéndonos a configurar una “ingeniería pedagógica” capaz de sintetizar la multiplicidad de requerimientos formativos.

Tercero, la cantidad y calidad de aprendizajes que nos interpelan se chocan con el obstáculo de los recursos disponibles, y utilizamos los términos “recursos” y “disponibles” en términos muy amplios: desde el tiempo que nos resta la formación para la ejecución de las labores planificadas hasta la combinación de tiempo y espacio dada la multiplicidad de cruces de muchos trabajadores y de muchas trabajadoras que están en proyectos con distintas exigencias en cuanto a la localización, horarios y días en que podamos coincidir.

Cuarto, la existencia de niveles heterogéneos –individuales y colectivos– respecto de las formulaciones generales del modelo de trabajo que impulsamos.

Finalmente, la exigencia de articular objetivos diferentes (formar para ciertas adquisiciones puntuales o formarnos sobre temas que expresan inquietudes de los trabajadores y de las trabajadoras de Idelcoop) tiene su riqueza y también su dificultad para expresarse en un programa único de formación interna.

En resumen, enumeramos cinco nudos problemáticos que atraviesan las propuestas de formación interna:

  • la inexistencia de manuales capaces de formular todas las preguntas y resolver todas las respuestas. Pero sí, a cambio, “brújulas” éticas, metodológicas, de la voluntad;
  • la necesidad de reconocer, incorporar, planificar distintas expectativas, intereses, demandas;
  • los límites y tensiones en la disponibilidad y uso de recursos;
  • la heterogeneidad individual y colectiva; y
  • la ardua tarea de hacer coherente y consistente la planificación en nuestra formación.

 

3.2. Procesos y propuestas de formación interna

Como se enunció previamente, desde el inicio se alentaron formas de funcionamiento colectivo, reflexivo y participativo para el desarrollo de las distintas líneas de trabajo y tareas a desenvolver en cada ámbito de Idelcoop. Tal metodología es un modo de configuración del trabajo pero al mismo tiempo una fuente de aprendizaje y de (re)creación de conocimiento al que conduce una práctica fundada. Se avanzó en tal dirección, y hay pasos a seguir desarrollando –en un escenario diferenciado y combinado, según las áreas–. Algunas de las adquisiciones que están resueltas de modo parcial remiten a la planificación democrática y eficaz en primer término y, en segundo lugar, al ejercicio de la sistematización de las prácticas, experiencias y avances de los proyectos.

En 2014, se comenzó a utilizar el dispositivo de plenario general con distintos objetivos: en unos casos cumplía un papel informativo, y en estos espacios se socializaban las distintas líneas de trabajo o cuestiones comunes. En otros, se abordaron tópicos que expresaban necesidades de los distintos grupos de Idelcoop o temáticas vislumbradas por la dirección colectiva como cuestiones a abordar. En todos los casos, la experiencia de los plenarios constituyó un invalorable espacio de formación en los cuales se socializa un modelo de trabajo y de participación. El gran esfuerzo fue ir estimulando una participación paritaria de todos y todas en los plenarios. También, fue un lugar donde se fue aprendiendo a plantear problemáticas y a convenir colectivamente soluciones superadoras.

En 2015, se consolidaron los plenarios generales regulares como espacios sostenidos de encuentro, intercambio, tratamiento de problemas comunes y realización de acuerdos sobre distintos tópicos. Además de su potencial formativo, estos plenarios fueron una fuente de detección (y formulación) de necesidades de formación en Idelcoop. De aquellos plenarios, se fueron construyendo instancias posteriores de propuestas de formación interna.

En 2016, maduraron dos innovaciones importantes. La primera fue avanzar en el diseño de varios plenarios en el año, con especial enfasis en la consistencia y la relación con necesidades vislumbradas por la dirección colectiva en una perspectiva de proceso y no de eventos puntuales. Así se enhebraron tres plenarios en los que se trabajó el tópico de la planificación. El objetivo de esta instancia era ir asegurando un modelo de trabajo con algunos criterios comunes, y la construcción y apropiación de herramientas transversales que permitan ir mejorando los procesos de trabajo individual y colectivo.

Desde el punto de vista de una cultura de la práctica reflexiva, permite configurar un modo compartido de pensar, organizar, formular y concretar los proyectos. Desde el punto de vista instrumental, se facilita la adquisición de instrumentos de gestión, y con ello se incorpora un cierto nivel de formación teórica que enriquece la práctica. El primer plenario de 2017 será la puesta en común de las planificaciones, enriquecidas con el proceso de formación y construcción de acuerdos para un modelo de planificación flexible pero con criterios compartidos.

La segunda innovación es la concreción de otros espacios plenarios para temas que contenían preocupaciones, inquietudes, necesidades expresadas por los miembros de Idelcoop, y que debían o podían tener una respuesta pedagógica. Se organizaron dos plenarios ligados a elementos de la coyuntura, que alumbraron otro espacio de participación y formación a desarrollarse desde este año: desayunos de coyuntura. Uno de los plenarios –que recogió las inquietudes, ansiedades y tristezas del colectivo de Idelcoop– fue de intercambio acerca de las políticas neoliberales en curso, y sus impactos en nuestras vidas. El otro tomó como foco la problemática de género, bajo el impulso de las jornadas del 19 de octubre de 2016 que marcaron un cambio de época en materia de luchas por la igualdad entre mujeres y hombres.

Paro estos plenarios temáticos, se decidió que fueran planificados por un miembro de la dirección y un compañero o una compañera que no la integrara. Ellos y ellas definirían la propuesta, y su implementación dependió y dependerá de los saberes disponibles según el tema tratado.

Finalmente, comenzó a desarrollarse una línea voluntaria de formación vinculada a la (auto)producción audiovisual, que significó la habilitación de una novedosa línea de formación interna.

En lo que va de 2017, se consolidaron estas propuestas y la necesidad de crear un espacio de análisis de la coyuntura –política, económica, cultural– para clarificar el lugar de Idelcoop. Tiene un carácter voluntario y se realiza una vez por mes. En este ámbito recién constituido, se pretende clarificar posiciones, contestar dudas, convenir perspectivas y acciones, avanzar en la capacidad de análisis crítico de la realidad, y promover modos de desenvolvimiento de la institución capaces de leer los proyectos y líneas de trabajo en el marco de una lectura profunda y compartida de la coyuntura.

Este hecho no implica la uniformidad de miradas y de valoraciones, pero sí la construcción de acuerdos. Su carácter voluntario no ha sido óbice para que en el primero de los desarrollados –en febrero– casi la totalidad de miembros de Idelcoop se incorporara a ese espacio.

Para el resto del año se plantea continuar el ejercicio de los plenarios generales regulares, los plenarios generales temáticos, los desayunos de coyuntura y estamos imaginando la habilitación de ámbitos de formación de temas específicos (por ejemplo, talleres de escritura académica o ensayística) que brinden mejores herramientas para los distintos trabajos de los miembros de Idelcoop. El recorrido realizado nos permite valorar un modelo participativo, a la vez que ir detectando obstáculos, insuficiencias y tensiones para lograr la mayor potencialidad de Idelcoop desde la perspectiva del conjunto y también del lugar de cada uno y cada una de las compañeras que integran la Organización.

 

Breves conclusiones

El cooperativismo como proyecto de sociedad y como red de organizaciones y prácticas se enfrenta a la exigencia de adecuarse a los límites estructurales y coyunturales del contexto, sin abandonar sus principios y valores, al asegurar la viabilidad material de las entidades y al comprometerse en la brega por un orden social amplio fundado en la democracia, la igualdad y la justicia. En ese desafío sustantivo de crecer sin abandonar su propia elección identitaria y su proyecto integral, la educación tiene un papel relevante que jugar.

En este artículo hemos analizado –a partir de la complejidad que tiene el cooperativismo y de algunas de las dificultades que desde sus orígenes ha sorteado con éxito– la dimensión educativa de las entidades solidarias, y reflexionamos sobre qué educación resulta necesaria para contribuir al logro de los múltiples y diversos objetivos de las organizaciones del movimiento cooperativo.

Este análisis –realizado desde la perspectiva de quien firmó y elaboró el texto– parte de aquel marco para preguntarse por el proceso de construcción de Idelcoop en los últimos años, sus grandes avances, sus límites reales, sus tensiones e interrogantes del presente. El objetivo del artículo, que va llegando a su fin, es múltiple y tiene distintos destinatarios.

Hacia cualquier lector interesado y desprevenido, me propongo explicitar las ricas relaciones entre el cooperativismo y la educación, al dar cuenta de las líneas de trabajo de Idelcoop como fundación educacional del cooperativismo de crédito nucleado en el IMFC.

Hacia el movimiento cooperativo en particular, y la economía social y solidaria, me interesa dar cuenta del estado de avance, de las reflexiones y acciones de una institución con fines pedagógicos, de producción de conocimiento y de asistencia técnica que se rehace a partir de una práctica que se recrea para poner a disposición del movimiento los recursos educativos que fortalezcan las apuestas y construcciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y de sus entidades asociadas. Como insumos hacia el colectivo de Idelcoop, se trata del análisis de una de nuestras líneas de trabajo con el objetivo de contribuir a un intercambio interno que nos permita ir avanzando en la consolidación de un modelo de trabajo y un proyecto pedagógico con raíces compartidas y criterios comunes que permitan mejorar nuestra labor educativa.

La educación, nuestro lugar en el mundo, asume su politicidad, su aporte específico e indispensable a la construcción de proyectos colectivos. Sus alcances, y también sus límites. Al decir de Paulo Freire: “la educación no cambia al mundo: cambia a las personas que cambiarán el mundo”. En eso estamos.

 

Bibliografía

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Cepeda, Alfredo. Los utopistas. Buenos Aires: Futuro, 1994.

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Rodríguez, Simón. O inventamos o erramos. Caracas: Monte Ávila, 2008.

Ronzoni, Agustina. “Notas de una construcción compartida. Formación político-institucional en entidades del movimiento cooperativo de crédito nucleado en el IMFC”, en: Revista Idelcoop. Nº 218, Buenos Aires, 2016, pp. 123-131, http://www.idelcoop.org.ar/sites/www.idelcoop.org.ar/files/revista/artic..., última fecha de acceso: 23 de febrero de 2017.

Rouvroy, Claude Henri de (conde de Saint-Simon). Cartas de un habitante de Ginebra a sus contemporáneos. 1º ed. cibernética. Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés. 2004, http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/saint_simon/saint_s..., última fecha de consulta: 1 de marzo de 2017.

Sarmiento, Domingo Faustino. Educación popular. La Plata: Unipe Editorial Universitaria, 2011.

Sirvent, María Teresa. Educación de adultos: investigación, participación, desafíos y contradicciones. Buenos Aires: Miño y Dávila, 2005.

 

 


[1] Director de Idelcoop. Correo electrónico: pabloadrianimen@gmail.com.

[2] Existe abundante documentación histórica sobre la génesis y desarrollo del capitalismo, especialmente en Inglaterra que fue el país precursor de la Revolución Industrial. Los informes oficiales de inicios del siglo XIX dan cuenta de los cuadros del hambre y de la miseria en las barriadas obreras, hechos que dieron lugar a las más variadas formas de resistencia. En la década de 1820, adquirió visibilidad el fenómeno del luddismo, en que los obreros y obreras asaltaban las fábricas y destruían las máquinas, convencidos de que ese dispositivo mecánico era la causa de sus desgracias. El movimiento obrero desarrolló a partir de esas resistencias originarias iniciativas muy potentes: los sindicatos, para la defensa de sus intereses como trabajadores y trabajadoras; las cooperativas, como modo colectivo de resolución de problemas comunes; y el socialismo como respuesta integral al capitalismo. En el caso de las cooperativas, se reconoce a la de los Pioneros de Rochdale como la primera experiencia que elaboró los valores y principios luego plasmados en las definiciones del movimiento solidario. Fue fundada como cooperativa de consumo en 1844.

[3] La experiencia de los últimos años reveló el carácter increíblemente dinámico de las políticas públicas, sometidas a los cambios que imprime la fuerza política que asume el control del Estado. La orientación general de las políticas públicas constituye un factor que nos exige ser prudentes siempre en relación a las posibilidades y los límites del Estado pues dependerá del proyecto político oficial el sentido, el sustrato, el contenido y el método de la política pública. Por otro lado, y complementariamente, cabe consignar que el Estado no es un bloque monolítico, sino una red de instituciones y una relación social de dominación (y resistencias) que ameritan un análisis profundo y exhaustivo a fines de delinear las estrategias del propio movimiento solidario hacia los distintos segmentos del aparato estatal y de la política pública. Este abordaje complejo nos permite superar tanto posicionamientos sectarios, al negar al Estado como plataforma para el crecimiento del cooperativismo, como actitudes de renuncia a nuestros valores y principios en nombre de un posibilismo capitulador y vergonzante.

[4] La definición de la cooperativa como entidad no lucrativa refiere a que su organización no se estructura tras la finalidad de lograr la mayor rentabilidad posible. Dicho esto, cabe consignar que sí es preciso lograr excedentes que faciliten la expansión de la cooperativa o la posesión de recursos disponibles en tiempos críticos para preservar la continuidad de la empresa solidaria. El cooperativismo de crédito utiliza la expresión “rentabilidad necesaria” para explicar la posición de las entidades solidarias respecto a su equilibrio económico-financiero.

[5] Owen en Cepeda (1994), 74-75.

[6] Gelman (2013), Boronat y Topasso (2013), Plotinsky (2014), Calderón Castillo y López Cardona (2015) y Ronzoni (2016).

[7] Si bien el IMFC se fundó el 23 de noviembre de 1958 –y esa es la fecha que reconocemos como nacimiento institucional del cooperativismo de crédito transformador que conformamos–, su nacimiento recoge cuatro décadas previas de experiencias crediticias solidarias: la Primera Caja Mercantil, fundada en 1918, fue la primera de las cajas de crédito urbana.

[8] Para un análisis más profundo y detallado, sugerimos la lectura de: Imen (2012).

[9] Cuando hablamos desde Idelcoop, es preciso advertir que el dominio de estas perspectivas epistemológicas, pedagógicas, teóricas, políticas no es homogéneo, sino que reconoce distintos niveles de apropiación entre los compañeros y las compañeras de la entidad. En algunos casos, los roles y funciones no están ligados a la cuestión pedagógica; en otros, los y las profesionales no han tenido acceso a estas fuentes teóricas y metodológicas desde sus formaciones disciplinares. Hay una heterogeneidad de trayectorias, especialidades, diversos campos disciplinares de origen y funciones específicas que revelan estas diferentes apropiaciones y usos de conceptos, teorías y métodos.

[10] Claude Henri de Rouvroy (conde de Saint-Simon) en Imen (2012), 63.

[11] Rodríguez (2008).

[12] Sarmiento (2011).

[13] Sirvent (2005).

[14] Solo a los fines de dar un indicador del crecimiento de la entidad, en 2012 había cinco personas como dotación de Idelcoop, y en 2016 llegamos a dieciocho empleados y empleadas permanentes, doce tutores para las líneas de educación a distancia, seis para otros ámbitos de formación y una decena más, involucrados en los proyectos de investigación.

[15] Este programa, dirigido a integrantes de cooperativa nucleadas en el IMFC, lleva ocho años de implementación. Actualmente, cursan aproximadamente cuatrocientos educandos y educandas por semestre, entre personal y dirigentes. Tiene, por tanto, un carácter masivo y virtual.

[16] En el marco del proceso de profundización del modelo integral de gestión del Banco Credicoop, el programa tiene como objetivo principal favorecer la apropiación de herramientas que contribuyan a consolidar el desempeño de las secretarías de las comisiones de asociados y profundizar así la participación plena y pertinente de sus integrantes en la gestión cotidiana de la cooperativa. En la primera ronda de implementación, realizada en el segundo semestre de 2016, se han desarrollado 32 talleres zonales y 213 en filiales, con la participación total de 4.400 dirigentes, funcionarios y funcionarias y empleadas y empleados.

[17] Este programa –que lleva cuatro años de implementación, y es una experiencia inédita en la larga historia del IMFC y de sus entidades– busca promover el intercambio y la reflexión sobre las instancias de formación político-institucional que se desarrollan en cada entidad. También, genera actividades de formación destinadas a grupos de funcionarios y empleados de todas las entidades de manera conjunta.

[18] La revista tiene una tirada impresa de 1.800 ejemplares, mientras que su edición digital recibió más de 2.700 visitas en el segundo semestre de 2016.