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REFLEXIONES Y DEBATES
Agricultura familiar y economía social y solidaria. La experiencia rionegrina de COOPOP
Número 223 / Año 2017 / Por Fallacara, Malena Sofía
A través del presente trabajo nos proponemos realizar un primer acercamiento a la experiencia de la cooperativa de producción agropecuaria COOPOP, ubicada en la ciudad de Viedma (provincia de Río Negro). Se hace dialogar el análisis sobre la cooperativa con las temáticas, nociones, conceptos y herramientas teóricas vinculadas a la economía social y solidaria y a las problemáticas rurales contemporáneas de nuestro país y de la región nuestroamericana. En este sentido, podemos decir que, por un lado, uno de los propósitos de este trabajo es comenzar a visibilizar y difundir experiencias locales de la agricultura familiar y de la economía social y solidaria (ESyS), al comenzar con el caso de COOPOP, y luego profundizar, por otro lado, en el análisis de dicha experiencia en el marco de la “cuestión agraria”, al tomar los obstáculos, limitaciones, desafíos y potencialidades que esta experiencia presenta en la actualidad. De este modo, interesa remarcar que el presente escrito es un ensayo exploratorio de contrastación teoría-dato para el cual hemos recurrido a una metodología de tipo cualitativa, y se utilizó la técnica de entrevista en profundidad, junto con información recopilada y seleccionada de fuentes secundarias provistas por entrevistas en revistas y sitios web de noticias locales sobre COOPOP.
Family farming, and social and solidarity economy. The experience of COOPOP in the province of Río Negro. Through this work we propose to make a first approach to the experience of cooperative farming COOPOP, located in the city of Viedma (Province of Río Negro), building dialogues between the analysis of this experience with the themes, ideas, concepts and theoretical tools related to the Social and Solidarity Economy and contemporary rural problems of our country and the nuestroamerican region. In this sense we can say that, on the one hand, one purpose of this work is begin to visualize and disseminate local experiences of family farms and social and solidary economy (ESYS) deepening, on the other hand, the analysis of these experiences as part of the “agrarian question”, taking obstacles, constraints, challenges and potentials that these experiences have today. In this way, the present paper is an exploratory essay of theory-data contrast in which we have used a qualitative methodology, using the technique of interview in depth, together with information collected and selected from secondary sources provided by interviews in magazines and local news websites about COOPOP.
Agricultura familiar e economia social e solidária. A experiência rionegrina da COOPOP. No presente trabalho pretendemos observar de perto a experiência da cooperativa de produção agropecuária - COOPOP, localizada na cidade de Viedma (Província de Rio Negro), e estabelecer um diálogo entre a análise sobre dita cooperativa e as temáticas, noções, conceitos e ferramentas teóricas vinculadas à economia social e solidária e às problemáticas rurais contemporâneas de nosso país e da região “nuestroamericana”. Nessa linha de pensamento, podemos dizer que, por um lado, uns dos propósitos deste trabalho foi começar a visibilizar e difundir, através da análise do caso da COOPOP, as experiências locais de agricultura familiar e de economia social e solidária (ESyS) e, por outro lado, aprofundar aquela análise no marco da “questão agrária”, considerando os obstáculos, limites, desafios e potencialidades que esta experiência apresenta na atualidade. De tal modo, é preciso salientarmos que o presente trabalho é um ensaio exploratório de confronte ‘teoria-dado´, no qual temos apelado a uma metodologia de tipo qualitativa, utilizando a técnica da Entrevista em Profundidade, juntamente com a informação recopilada e selecionada de fontes secundárias, tais como entrevistas em revistas e sítios web de notícias locais sobre COOPOP.
Revista Idelcoop, nº 223, noviembre 2017. ISSN 0327-1919 / Sección Reflexiones y Debates
Instituto de la Cooperación. Fundación de Educación, Investigación y Asistencia Técnica- IDELCOOP
 

Agricultura familiar y economía social y solidaria. La experiencia rionegrina de COOPOP

 

Malena Sofía Fallacara[1]

 

Artículo arbitrado

Fecha de recepción: 26/07/2016

Fecha de aprobación: 29/08/2017

 

Resumen

A través del presente trabajo nos proponemos realizar un primer acercamiento a la experiencia de la cooperativa de producción agropecuaria COOPOP, ubicada en la ciudad de Viedma (provincia de Río Negro). Se hace dialogar el análisis sobre la cooperativa con las temáticas, nociones, conceptos y herramientas teóricas vinculadas a la economía social y solidaria y a las problemáticas rurales contemporáneas de nuestro país y de la región nuestroamericana.

En este sentido, podemos decir que, por un lado, uno de los propósitos de este trabajo es comenzar a visibilizar y difundir experiencias locales de la agricultura familiar y de la economía social y solidaria (ESyS), al comenzar con el caso de COOPOP, y luego profundizar, por otro lado, en el análisis de dicha experiencia en el marco de la “cuestión agraria”, al tomar los obstáculos, limitaciones, desafíos y potencialidades que esta experiencia presenta en la actualidad.

De este modo, interesa remarcar que el presente escrito es un ensayo exploratorio de contrastación teoría-dato para el cual hemos recurrido a una metodología de tipo cualitativa, y se utilizó la técnica de entrevista en profundidad, junto con información recopilada y seleccionada de fuentes secundarias provistas por entrevistas en revistas y sitios web de noticias locales sobre COOPOP.

Palabras clave: cuestión agraria, agricultura familiar, cooperativismo, economía social y solidaria, Río Negro

 

Abstract

Through this work we propose to make a first approach to the experience of cooperative farming COOPOP, located in the city of Viedma (Province of Río Negro), building dialogues between the analysis of this experience with the themes, ideas, concepts and theoretical tools related to the Social and Solidarity Economy and contemporary rural problems of our country and the nuestroamerican region.

In this sense we can say that, on the one hand, one purpose of this work is begin to visualize and disseminate local experiences of family farms and social and solidary economy (ESYS) deepening, on the other hand, the analysis of these experiences as part of the “agrarian question”, taking obstacles, constraints, challenges and potentials that these experiences have today.

In this way, the present paper is an exploratory essay of theory-data contrast in which we have used a qualitative methodology, using the technique of interview in depth, together with information collected and selected from secondary sources provided by interviews in magazines and local news websites about COOPOP.

Keywords: “agrarian question”, family farming, cooperativism, social and solidary economy, Río Negro

 

Introducción

Ahondar y reflexionar sobre el proyecto de construcción de “otra economía”, a través de la profundización en las diversas y heterogéneas prácticas y experiencias que conforman el campo de la ESyS, nos lleva necesariamente a abordar tanto sus potencialidades como sus obstáculos, limitaciones y tensiones. En este sentido, tanto la contradicción clásica de la modernidad capitalista (capital-trabajo) y los modos en que evoluciona y se resuelva, como la “cuestión agraria” y las formas en que esta cuestión (propia también de la modernidad capitalista) se expresa a lo largo del tiempo en nuestra región interpelan, cuestionan y desafían el proyecto político, económico, social y cultural que implica la construcción de una ESyS, una “otra economía”, una “otra sociedad”. Decimos entonces que ambas cuestiones interpelan constantemente este proyecto en tanto entendemos que la construcción colectiva de “otra economía” parte tanto de trabajadores y trabajadoras, como de campesinos y campesinas que disputan al capital la capacidad de controlar la producción y las condiciones de su reproducción, y constituyen así una hipótesis de construcción de un sujeto que, por medio de la acción colectiva, politice el sistema de necesidades, su legitimación, y las condiciones y formas de su resolución. De este modo, la construcción de “otra economía” se presenta como una tarea intrínsecamente política, contrahegemónica, de construcción de alternativas poscapitalistas para la supervivencia de la vida humana y de la naturaleza a la crisis social de la modernidad capitalista.

Así, acercarnos a la historia de organizaciones y movimientos sociales que desde distintos territorios en Nuestramérica, y puntualmente en nuestro país, se proponen la construcción cotidiana de un modo de vida alternativo al impuesto por el desarrollo moderno, capitalista e industrialista. Nos invita también a profundizar en ciertos aspectos y ciertas aristas que resultan nodales para entender el surgimiento y el devenir de dichas experiencias.

De este modo, en el presente trabajo, profundizaremos en la experiencia de COOPOP del Valle Inferior del Río Negro, en tanto conforma esa multiplicidad de expresiones y experiencias que emanan y surgen de la contradicción estructural que implica la cuestión agraria en nuestros territorios. Expresiones, prácticas y experiencias que creativa y colectivamente construyen alternativas a los efectos del proceso de creciente mundialización de la economía, es decir, del avance de la globalización neoliberal que se inicia a principios de los años 70, y sus consecuencias concretas en el mundo rural agroalimentario.

Nos proponemos, entonces, en este trabajo, realizar primero una contextualización que enmarca el surgimiento de experiencias como las de COOPOP, al profundizar en ciertas nociones y conceptos que nos son de suma utilidad para comprender en toda su complejidad las problemáticas rurales y las prácticas y experiencias contrahegemónicas que surgen frente a estas problemáticas y son atravesadas por ellas. De este modo, partiremos de un análisis sobre las consecuencias del proceso de globalización neoliberal en Nuestramérica y las contradicciones propias del capitalismo para luego abocarnos de lleno en la cuestión agraria, la idea de territorio, el papel del campesinado o campesindio, la idea de conflictualidad, las consecuencias de la Revolución Verde y la Revolución Biotecnológica, entre otras temáticas. En un segundo apartado, presentaremos entonces la historia de COOPOP en diálogo con las herramientas teóricas previamente trabajadas, y se abordará su pasado y su presente, sus problemáticas, desafíos y potencialidades. Para finalizar el trabajo, nos acercaremos así en un tercer apartado a los vínculos entre agricultura familiar, ESyS, soberanía alimentaria y agroecología, para por último esbozar algunas reflexiones finales que nos dispara el trabajo realizado y las temáticas abordadas.

 

1. Contextualizando experiencias

 

1.1. Crisis civilizatoria y resistencias colectivas-creativas-alternativas: conflicto y conflictualidad

Atravesamos una crisis civilizatoria como nunca en la historia de la humanidad. El modelo de saqueo, extracción y contaminación que degrada el suelo, el aire y el agua de nuestro planeta deja de manifiesto que el capitalismo globalizado tiene prioridad no solo sobre la democracia, sino también sobre la ecología y el ambientalismo, tal como señala De Sousa Santos en su undécima carta a las izquierdas.[2]

Si el discurso ecologista era una bandera de los partidos de izquierda, hoy en día esta bandera ha desaparecido en los países europeos frente a la crisis que atraviesan y, en Nuestramérica es levantada principalmente por movimientos y organizaciones sociales, urbanas y rurales que, lejos de quedarse solo en la denuncia, están construyendo otros modos de organización del trabajo, de relaciones laborales y de vínculos con la naturaleza.

Estos modos alternativos al modelo hegemónico de producción, acumulación, distribución y consumo no solo fueron emergiendo en las urbes,[3] sino que también emergieron en los distintos territorios rurales.[4] Y estas experiencias han empezado a tejer redes y a unir sus luchas y acciones a través de, por ejemplo, distintas redes de comercio justo y consumo responsable,[5] que construyen puentes entre las distintas experiencias, urbanas y rurales, que hoy conforman lo que damos en llamar “otra economía, social y solidaria”. Estas prácticas y experiencias problematizan, entonces, desde la acción y la reflexión, la noción hegemónica y tradicional de crecimiento y de desarrollo que hacen a la organización de una comunidad o sociedad.

Como plantea De Sousa Santos,[6] en esta crisis civilizatoria está todo relacionado:

 

La crisis alimentaria, la especulación financiera sobre los comodities y los recursos naturales, la apropiación y concentración de tierra, la expansión desordenada de la frontera agrícola, la voracidad de la explotación de los recursos naturales, la escasez de agua potable y su privatización, (…) la expulsión de poblaciones de sus tierras ancestrales para dar paso a grandes infraestructuras y megaproyectos, las enfermedades inducidas por la dramática degradación ambiental (…), los organismos modificados genéticamente, el consumo de agrotóxicos.

 

Y podríamos seguir agregando ítems a una lista que parece interminable. Como en esta crisis todas las problemáticas, aunque parecieran distantes, están vinculadas y relacionadas a la fase actual que atraviesa el capitalismo mundial, las respuestas (prácticas y teóricas) –contrahegemónicas a esta voracidad del sistema– también son globales y plantean repensar la totalidad de los procesos que hacen a la reproducción de la vida de las personas de una sociedad.

Si volvemos al mundo rural, podemos resaltar que varias de las experiencias de estos territorios que surgieron como respuesta a las consecuencias del proceso de globalización neoliberal en Nuestramérica (“agriculturización” de la producción agropecuaria y la “sojización” de la agricultura, en el caso de nuestro país) no nacieron al levantar la bandera de los principios y valores característicos de la ESyS.[7] No obstante, fueron entretejiendo sus luchas y reivindicaciones con las luchas y banderas de otras experiencias (urbanas y rurales) que también desde la práctica cuestionan las consecuencias y los efectos de “esta nueva (vieja) fase del capitalismo”.[8]

Así aparecen conceptos como el de “soberanía alimentaria”, que cuestiona un poco la noción de “seguridad alimentaria”. Se resignifica y revalora la vuelta a una producción orgánica sin agrotóxicos en medio del auge de las fumigaciones; se vuelve a la guarda y conservación de semillas y se promueve su intercambio en las ferias de semillas, en medio del auge de las semillas genéticamente modificadas; se promueve una alimentación sana y natural al entender que el alimento es el “combustible” del cuerpo humano y así se revaloriza la alimentación de productos orgánicos, artesanales y naturales, en medio de la difusión de los alimentos transgénicos; se revaloriza la tenencia colectiva de tierras para su producción, en medio de un proceso espeluznante de concentración de la tierra y de aumento de la superficie por unidad productiva; entre otras cuestiones que es posible señalar.

Ahora bien, estas resistencias colectivas que revalorizan, resignifican y recrean prácticas y conceptos interpelan y cuestionan, desde la propia acción, al modelo de desarrollo hegemónico que muestra su esencia, sus características, sus consecuencias y sus contradicciones. De esta forma, observamos que el modelo de desarrollo hegemónico regido por un patrón de poder colonial, moderno y capitalista[9] es un modelo de desarrollo desigual, pero a su vez es un modelo de desarrollo contradictorio. Y es en el marco de esta contradicción que se expresan las problemáticas del mundo rural en la actualidad, por lo que entender ese marco nos permite comprender desde una mirada compleja e integral estas problemáticas y analizar y pensar los desafíos que se nos presentan respecto a la “cuestión agraria”,[10] pero también respecto a la construcción de otros modelos de desarrollo.

El vínculo entre el Estado moderno y el mercado capitalista esconde la contradicción estructural de la modernidad capitalista. Sin entrar en profundidad en la cuestión de la “igualdad formal” y la “desigualdad real, o en un análisis sobre lo superestructural y lo estructural de una sociedad, podemos sí subrayar que el Estado en tanto Estado moderno-capitalista que aparece en la transición del feudalismo al capitalismo, surge como institución justamente para garantizar la reproducción de la relación capital/trabajo, es decir, que es el garante de la reproducción del modelo capitalista de producción, y tiene la doble función contradictoria de garantizar el sostenimiento de la tasa de ganancia del capital, por un lado, y garantizar la armonía social, por otro lado. Aquí radica precisamente la contradicción estructural que mencionábamos en la introducción de este trabajo. Contradicción que, si pensamos en la construcción de “otras economías” regidas por lógicas alternativas al modelo de desarrollo dominante (colonial, moderno, capitalista, industrialista), se hace sumamente presente.

Ahora bien, si pensamos en el sujeto del mundo rural y lo abordamos desde un enfoque socioterritorial, observamos que en verdad el campesinado es anterior no solo al modelo capitalista, sino al feudalismo y al esclavismo. Es decir, es un sujeto histórico que ha sobrevivido y sigue sobreviviendo todos los modelos de desarrollo que se le han impuesto. El modelo de desarrollo campesino  ha existido  en el planeta Tierra por más de diez mil años y en tan solo doscientos años la agricultura industrial, con la expansión del agronegocio como modelo predominante (junto con la profundización de la lógica extractivista que rige actividades como la megaminería a cielo abierto, el fracking, los desmontes, entre otras) pone en “jaque” la vida misma de todos los seres vivos que habitamos este planeta, al degradar y destruir la Pachamama de la cual formamos parte.

Como decíamos anteriormente, el modelo de desarrollo moderno-capitalista es intrínsecamente contradictorio. En este carácter contradictorio, destruye a los campesinos, pero a su vez también los recrea. Y al mismo tiempo, el campesinado o “campesindio” (uno de los conceptos que retoma García Guerreiro de Armando Barta y que caracteriza al sujeto campesino latinoamericano)[11] se recrea a sí mismo, al desarrollar territorio campesino, ocupar tierras improductivas, conservar sus semillas, etc. Este recrearse del campesinado choca indefectiblemente con la lógica capitalista y el patrón de poder colonial, moderno e industrialista que caracteriza al modelo de desarrollo hegemónico, el cual genera un:

 

aumento exponencial de los rendimientos por hectáreas, pero que tiene como correlato un esquema productivo basado en la especulación financiera, la concentración de la tierra y la revolución biotecnológica siendo la soja el paradigma de dicho modelo.[12]

 

Este “choque de lógicas”, de “formas de vida”, de cosmovisiones se encarna en distintos conflictos (que desde los mundos campesindios han aparecido con más fuerza a finales del siglo pasado) y demuestran, no obstante, que la conflictividad o conflictualidad es inherente al sistema capitalista, y que los conflictos pueden ocultarse, resolverse, mutar, pero la conflictividad no desaparece.

Como se menciona en el párrafo anterior, es bastante reciente la vitalidad que asumió la problemática campesino-indígena en Nuestramérica y esto viene de la mano del mayor grado de visibilización  en el espacio público de diversas luchas campesindias, así como de la crisis de los modos hegemónicos de desarrollo que impuso el neoliberalismo en nuestra región. La invisibilización que hasta hace pocos años tenían estas luchas campesindias, se debe en gran parte a que los territorios rurales y el campesinado han sido despreciados por ser considerados arcaicos o atrasados, o bien por representar un resabio precapitalista pronto a desaparecer, integrarse o reconvertirse en una forma capitalista de organización del trabajo y la producción.

De este modo, durante todo el siglo XX presenciamos una subordinación de la agricultura a nivel mundial a la lógica propia del capitalismo, lo que llegó a la globalización del sistema agroalimentario. Sin embargo, ya en el siglo XXI podemos decir, por la multiplicidad de experiencias en Nuestramérica de resistencias campesindias, que el campesinado persiste en las zonas rurales de la periferia y entonces sigue abierto el debate sobre la coexistencia de los procesos de proletarización, semiproletarización y recampesinización.

En este sentido, para analizar la cuestión agraria, y para intentar comprender las limitaciones, potencialidades y desafíos de las experiencias como la de COOPOP, es necesario entender el marco de la relación entre conflicto y desarrollo, y es por esto que Mançano Fernandes[13] propone el concepto de “conflictualidad” para referirse al proceso constante, contradictorio y desigual que implica el desarrollo en términos capitalistas y que promueve un movimiento paradojal de “territorialización-desterritorialización-reterritorialziación de las diferentes relaciones sociales”.[14]

A esta altura, podemos afirmar rotundamente que los conflictos por la tierra (así como los conflictos por el agua) son también conflictos por la imposición de modelos de desarrollo, y así aparece la conflictualidad de la cuestión agraria en múltiples y diversos territorios (en la tierra, en las calles, en las plazas, en los libros, en las tesis, etc.). Asimismo, esta conflictualidad de la cuestión agraria plantea momentos de tensión y de distensión:[15] momentos en los que aumenta la conflictualidad por un modelo de desarrollo que despoja campesinos de sus tierras, concentra la tierra y la riqueza y criminaliza las luchas por la tierra (y por el agua) y que hace apología del agronegocio; y momentos en los que se promueve la desconcentración de la tierra y la distribución de la riqueza. Todos y todas ganamos con la distensión de la conflictualidad, no solo los y las sujetos campesinos y campesinas ya que como cita Mançano Fernandes en su texto:[16] “En verdad la cuestión agraria traga a todos y a todo, al que sabe y al que no sabe, al que ve y al que no ve, al que quiere y al que no quiere” (Martins). Podemos pensar, entonces, que esta tensión/distensión aparece en las diversas experiencias rurales (campesinas, indígenas, familiares) de la economía popular y de la economía social y solidaria toda vez que se ponen de manifiesto o salen a la luz conflictos (por el tema de la tierra, del agua, de las contaminaciones por las fumigaciones y utilización de agrotóxicos, de la dificultad de comercializar los productos y de las consecuencias del monocultivo que degrada el suelo, entre otra infinidad de conflictos). Estos representan las soluciones encontradas a los distintos problemas, un momento de distensión, sin que ese fluctuar entre tensión/distensión signifique obviamente la desaparición de la conflictualidad ya que, como venimos mencionando, la cuestión agraria nace de la contradicción estructural del capitalismo que genera continuamente conflictualidad, y es movimiento de destrucción y recreación de relaciones sociales, que destruye pero a la vez recrea al campesinado.

En esta línea, resulta pertinente resaltar lo que sintetiza Mançano Fernandes cuando plantea que:

 

La conflictualidad y el desarrollo ocurren simultánea y consecuentemente, promoviendo la transformación de territorios, modificando paisajes, creando comunidades, empresas, municipios, cambiando sistemas agrarios y bases técnicas, complementando mercados, rehaciendo costumbres y culturas, reinventando modos de vida, reeditando permanentemente el mapa de geografía agraria, reelaborado por diferentes modelos de desarrollo.[17]

 

En este sentido, podemos decir que el avance y consolidación de la agricultura capitalista-industrialista generó y genera un cambio y una transformación en los territorios y en el modo de habitarlos, al aparecer así de la mano de las experiencias que resisten colectivamente las consecuencias de este modelo de agricultura capitalista, una disputa de sentidos, de miradas y de cosmovisiones sobre qué representa el desarrollo y cómo habitar esos territorios. Y en el marco de estas transformaciones, es importante remarcar que el principal problema deriva de la “distribución desigual de la tierra”, característica estructural del sistema capitalista.

Los siguientes párrafos de Mançano Fernandes expresan en toda su complejidad y potencialidad, lo que venimos abordando en los párrafos precedentes en torno al campesinado, a su vínculo con el capitalismo, al conflicto-conflictualidad y a la “cuestión agraria”. Todo esto nos sirve para enmarcar y comprender experiencias como las de COOPOP que, nucleadas o no en movimientos o redes más amplias como es el MNCI, ponen de manifiesto día a día las contradicciones de este modelo de desarrollo hegemónico, sus conflictos y tensiones, los modos diversos de habitar y vivir el territorio, y las respuestas colectivas y asociativas que emergen ante las problemáticas rurales actuales producto del avance de la agricultura capitalista.

 

Contradictoriamente, los campesinos destruyen y construyen el capitalismo, es evidente que en una proporción mucho menor que la capacidad del capitalismo para destruir y recrear el campesinado. Ocupando la tierra, destruyendo el latifundio, conquistando el asentamiento; comprando tierra, migrando, trabajando, produciendo, industrializando, vendiendo, consumiendo, contribuyendo con el desarrollo local, luchando, estudiando, participando, reocupando tierra, esos campesinos están promoviendo el desarrollo del capitalismo y sus estrategias de recreación. Sin embargo, también están construyendo sueños, brechas, posibilidades, condicionantes. Los campesinos permanecen como sujetos históricos y los movimientos articulados en la Vía Campesina van más allá, se manifiestan en la construcción de otro mundo: ¿socialista? Esta es una cuestión cada vez más presente y más lejana. Presente porque la convicción de la lucha contra el capital es manifestada de todas las formas. Lejana, porque las referencias se esfuman y lo que permanece es la irreverencia de los límites y de los desafíos de construir espacios y de proyectar el futuro.

 

Por ser insuperable, la cuestión agraria del capitalismo lleva en sí las posibilidades de transgresión y de insurgencia. Y por la misma razón, lleva en sí las posibilidades de cooptación y conformismo. Esas propiedades de la contradicción de la cuestión agraria componen la conflictualidad. Ellas están presentes en las disputas paradigmáticas entre la Cuestión Agraria y el Capitalismo Agrario, en los procesos de espacialización y de territorialización y en los proyectos de políticas públicas creados por el Estado. Urge al campesinado asumir su lugar en la historia, y al Estado democrático el papel de garantizar la participación efectiva de los campesinos en la construcción de proyectos de desarrollo de la agricultura campesina. Es evidente que ese proceso no ocurrirá sin conflictos, porque los capitalistas van a disputar los mismos recursos y los mismos territorios.[18]

 

En el próximo apartado, entonces, profundizaremos un poco más sobre el modelo hegemónico de agricultura industrial-capitalista y el agronegocio, al mencionar sus consecuencias socioeconómicas y socioambientales, ya que son los efectos de dicho modelo los que motivan en la mayoría de los casos a la construcción de alternativas. Así, pondremos como contracara las prácticas y las experiencias que proponen los sujetos de la agricultura familiar, campesina, indígena y sus luchas y búsquedas.

 

1.2. Agricultura capitalista-industrialista. El agronegocio y sus consecuencias socioambientales y socioeconómicas

El modelo de la agricultura industrial, y específicamente el proceso de agriculturización-sojización que se ha desplegado en nuestro país en las últimas décadas, tiene importantes efectos, implicancias y consecuencias tanto socioeconómicas como socioambientales. Tal como nos muestra Sarandon con suma claridad en la entrevista realizada en el programa Decí Mu,[19] este modelo de monocultivo y de agronegocio nos lleva a replantearnos y reflexionar sobre múltiples aristas, una de ellas, y quizá una de las más importantes, es qué alternativas podemos pensar-construir frente a este modelo de desarrollo extractivista y contaminante basado en los monocultivos y principalmente el monocultivo de soja. Y una posible respuesta a esta incógnita aparece de la mano de la agroecología y la soberanía alimentaria.[20]

Para entender por qué estamos hoy día hablando de la agroecología, de permacultura, de producción orgánica, de soberanía alimentaria, necesitamos hacer un poco de historia y entender antes qué sucedió en nuestro territorio en relación al modelo de desarrollo agrario-ganadero. Como menciona Pengue,[21] si bien el país cuenta con una corta historia agroproductiva ambiental, los impactos negativos que tuvieron los distintos tipos de actividad que se llevaron adelante se reflejan en el dilatado territorio. La breve descripción que realiza este autor sobre estas actividades al inicio del apartado “Bajo la pampa argentina descansa un futuro desierto” culmina con la aparición de la soja en la realidad argentina que, como se remarca en el texto, “transformó la realidad argentina; no solo porque desplazó a la ganadería y a la mayoría de las producciones pampeanas y aún extrapampeanas: sino porque a través de sus exportaciones, el país remesa al exterior buena parte de los nutrientes de sus suelos”.[22]

En este sentido, nos explica con claridad Pengue al describir este modelo extractivo-contaminante:

 

Mientras Argentina exporta granos[23] con una carga importante de nutrientes e incrementa la deuda ecológica regional al impedir la reposición natural mediante la rotación de cultivos, importa barcos con fertilizantes minerales destinados a mantener artificialmente los niveles productivos. Pero esta extracción-reposición no puede contabilizarse como un crédito en el balance final de nutrientes del suelo, lo que implica un coste directo no reconocido y, por tanto, una externalidad que paga la sociedad por la degradación del recurso natural.[24]

 

Dentro de este escenario, resulta entonces imperioso resaltar que, en las actuales condiciones de explotación, el suelo aparece como un recurso agotable, y resulta entonces necesario e imperioso denunciar por un lado las consecuencias socioambientales y socioeconómicas de este modelo sojizante, así como, por otro lado, empezar a esbozar modelos o sistemas agrícolas alternativos.

Ahora bien, si seguimos con esta mirada histórica, como mencionan Sarandon y Flores, “no es posible entender la agricultura actual, sin analizar la influencia que en ella ha tenido lo que se conoce como Revolución Verde”.[25] Si bien es cierto, como señala Pengue,[26] que la explotación de los recursos en Nuestramérica no es nueva y que comienza ya en la etapa colonial con la conquista europea de estos territorios, el modelo de la Revolución Verde generó un fuerte impacto y significó un cambio sustancial de paradigma en el mundo agrícola.

El ambiente al servicio del genotipo: la Revolución Verde introdujo y generalizó la idea de modificar el ambiente para permitir expresar el alto potencial de rendimiento de pocas variedades en lugar de conservar una alta variabilidad genética para adecuarse a la gran diversidad de ambientes que constituyen los agroecosistemas. El problema de este enfoque es el alto costo ambiental que genera.[27]

En Nuestramérica, esta revolución significó la imposición de un recetario de políticas productivistas que promovieron la utilización de semillas híbridas y agroquímicos, y la mecanización –modernización– de la actividad agrícola, al transformar el rol de los agricultores, así como al incorporar nuevos actores, sobre todo de la industria química. Este fue un modelo de producción agrícola que requería gran cantidad de energía fósil (por la gran demanda de pesticidas, fertilizantes y agua) y demandaba una menor cantidad de trabajo agrícola por la introducción de nuevas maquinarias. Esta “modernización” estaba ligada a la penetración del capital en la agricultura, y estas nuevas políticas productivistas trajeron consigo distintos problemas técnicos, sociales, productivos, ambientales que dieron lugar a una búsqueda de soluciones que dieron paso a un proceso de transformaciones denominado Revolución Biotecnológica que viene paradójicamente a intentar cumplir los postulados que la Revolución Verde no cumplió.

Como señalan Sarandon y Flores,[28] son múltiples las consecuencias y los impactos de este proceso de agriculturización-sojización. A continuación, citamos algunos de ellos:

 

  • Una mayor concentración económica (lo que produce un proceso de concentración de la propiedad y la desaparición de los pequeños productores).
  • Un descenso del empleo rural agrario y la desaparición de actores socioeconómicos (aunque sí aparecen en escena con este modelo otros actores: las empresas concentradas y los eslabones productivos que le son necesarios).
  • Una mayor presión por las tierras en las regiones extrapampeanas (presión que afectó a las comunidades campesinas y a los pueblos originarios y que empeoró su situación histórica de exclusión social).
  • La pérdida de capitales culturales y simbólicos.[29]
  • El desplazamiento de otras actividades productivas (lo que planteó un doble riesgo, económico y ecológico, para el país).
  • La aparición de conflictos socioambientales y sociosanitarios a raíz de la contaminación por pulverizaciones con plaguicidas.
  • Un uso indiscriminado –abuso– de agroquímicos (insecticidas y herbicidas). La aparición de una resistencia creciente a los plaguicidas por parte de las especies, supuestamente plagas.
  • Una fuerte erosión de los suelos, pérdida de diversos nutrientes, pérdida de materia orgánica y pérdida de la estructura del suelo.
  • Un aumento en el deterioro de los cuerpos de aguas superficiales y subterráneas. Contaminación de las aguas destinadas para consumo humano con plaguicidas o derivados de fertilizantes.
  • Una disminución de la eficiencia energética.
  • Una irrecuperable pérdida de biodiversidad y una erosión energética.

 

Ahora bien, frente a este modelo de agricultura y frente a sus múltiples consecuencias, aparecen los actores de la agricultura familiar para mostrarnos otros caminos de desarrollo posible. Interesa entonces dedicar algunos párrafos a entender a qué nos referimos cuando hablamos de agricultura familiar, pero previo a ello, nos adentraremos en la historia de COOPOP, su surgimiento y orígenes, sus proyectos y anhelos, su desarrollo y devenir, sus problemáticas y desafíos, sus cambios, sus vínculos, etc., en tanto entendemos que forma parte de esa agricultura familiar a la que hacemos referencia.

 

2. La historia de COOPOP

Si bien el proceso de sojización descripto en párrafos atrás no ha llegado (aún) a estos territorios patagónicos,[30] los conflictos por la tierra, por la preponderancia de los monocultivos y por la producción de alimentos con malos usos de los agroquímicos o agrotóxicos aparecen como temas centrales y preocupantes en la región del Valle Inferior de Río Negro. De la misma forma, aparece como conflicto nodal la supervivencia cotidiana de los productores agropecuarios de la zona. En este escenario, cobran relevancia experiencias locales como las de COOPOP o la Cooperativa Savia Andina,[31] por lo que en los próximos dos apartados abordaremos la experiencia rionegrina de COOPOP, enmarcada y contextualizada dentro del escenario nacional (y regional) descripto en los párrafos anteriores.

 

2.1. Pasado y presente: una experiencia en movimiento

Como señalamos antes, el nacimiento de COOPOP[32] en tanto cooperativa, es decir, la adopción de la cooperativa como forma organizativa, no es casual. Si bien, esta experiencia se enmarca en un escenario caracterizado por las consecuencias socioeconómicas y socioambientales del modelo de agricultura capitalista-industrial descripto previamente, esta iniciativa no surge de una necesidad concreta, sino más bien de una búsqueda por llevar adelante un “estilo de vida” (una cosmovisión , una forma de vida como mencionábamos al hablar de los territorios en disputa y la disputa de los modelos de desarrollo que esto implica) que tiene que ver con mantener, fomentar y vivir el espíritu cooperativista, en contraposición al individualismo, la competencia y el “sálvese quien pueda” característicos del modelo de desarrollo capitalista. Así, en esta búsqueda por el trabajo cooperativo, por la ayuda mutua, la solidaridad, la reciprocidad y la autogestión, surge la idea de un grupo de amigos, entre 1998 y 1999, para crear una cooperativa que se dedique al lombricompuesto.

Como nos cuenta Romina:

 

COOPOP surge de un encuentro de amigos con espíritu cooperativista en el año, entre el 98 y el 99. Se formaron bien en el 2000. Con la producción del lombriabono, esa fue la primera producción, lombriabono. No daba la cantidad de personas que se juntaron para armar legalmente la cooperativa, pero se juntaron primero con el espíritu cooperativista (…). Esta cooperativa en sí no se formó porque la gente se juntó para tener algo, sino desde la parte filosófica. No por un problema económico, sino por una cuestión filosófica. Comenzaron con una curiosidad, que era el tema de las lombrices y bueno era un momento de encuentro que se podía filosofar.[33]

 

De este modo, la cooperativa se funda concretamente el 10 de febrero de 2000, cuenta en sus inicios con diez asociados:

 

siendo el objeto de la cooperativa la provisión, acondicionamiento y colocación de la producción primaria en forma orgánica. El propósito inmediato de los asociados fue la producción orgánica del denominado lombricompuesto o humus de lombriz roja californiana con el agregado de la certificación como tal.[34]

 

Finalmente:

 

el 10 de julio de 2000 es autorizada a funcionar por resolución Nº 609 del ex Instituto Nacional de Acción Cooperativa y Mutual, hoy Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, e inscripta en el Registro Nacional de Cooperativas bajo matrícula nacional Nº 21945 y en el Registro Provincial de Cooperativas bajo acta Nº 508, por disposición Nº 072/00.[35]

 

En algún sentido y tal como lo expresan sus integrantes, la concepción de COOPOP, además de sostener la filosofía de la economía solidaria en la expresión de la organización cooperativa, está orientada a la preservación del principal recurso productivo, “la tierra… el suelo”, para de esta manera contribuir a la sustentabilidad de las futuras generaciones, en un escenario donde, como destacamos en el apartado anterior, el suelo aparece como un recurso agotable. “Somos productores que estamos convencidos que la única forma de producir es cuidando los recursos, en las actividades agropecuarias, el principal recurso es el suelo”.[36] En este sentido, cobra relevancia y coherencia la primera actividad productiva que pusieron en marcha, la producción de lombriabono orgánico.

¿Y dónde comienzan a trabajar con el lombricompuesto? Este es un dato no menor, porque ya desde el inicio aparece la problemática de la falta de tierra propia de la cooperativa para poder trabajar. Cuenta Romina sobre este tema:

 

Se pidió y nos dieron en comodato un sector, no una chacra, sino un bajo, sería un pedacito de tierra cerca del IDEVI, entre el IDEVI[37] y la ESFA,[38] que es la escuela secundaria, hay un bajo, un pedacito de tierra, y nos dejaron en comodato ese pedacito. Se pidió un lugar para tener las lombrices (…). Queríamos comprarlo, se quería comprar [la tierra], pero no nos lo permitieron por miedo a que si el canal se rompía quedábamos abajo del agua (…). El problema éramos nosotros, no importaba la ESFA que está más abajo que nosotros. Se rompe el canal y la escuela secundaria queda bajo agua primero antes que nosotros. Ahí hubo un capricho más que nada.[39]

 

A medida que pasó el tiempo, la cooperativa fue incorporando asociados vinculados a otras actividades productivas, productores de las chacras y de la ciudad que vieron la posibilidad de abordar, a través de la cooperativa, la cuestión de la comercialización de sus productos, tema más que complejo y problemático. Así, por ejemplo, se unieron los cunicultores, y hubo una época donde la cooperativa contó con asociados que se dedicaron a la cunicultura y llegaron a proveerlos de insumos para su producción y para la comercialización del conejo. Sin embargo, esta actividad decayó cerca del 2009 por falta de rentabilidad. Según Romina:

 

Con el tema de los conejos, la cuestión era la parte comercial. Como no se consume la carne de conejo, o sea, no es un consumo masivo. La problemática también era el frigorífico porque se tenía que viajar a un frigorífico que estaba habilitado y que nos daba la posibilidad de carnear los conejos, se gastaba mucho en el viaje, en las jaulas, y bueno no era compatible con la comercialización, porque se comercializaba poco, entonces dejaron de producir, se cayó el tema de los conejos.[40]

 

Por su parte, Juan Pedro Moreno, referente de COOPOP y docente de la ESFA, quien se incorporó a la cooperativa como lombricultor y apicultor al año siguiente de su fundación, explica que:

 

Al día de hoy, la cooperativa ha pasado por varias etapas y se han incorporado varios grupos de productores. Luego se fueron incorporando otras actividades y se fue pasando por varias etapas donde, en un principio, lo más fuerte fue la lombricultura, luego la cunicultura y hoy la horticultura, aunque no significa que no haya gente también que hace pasto, que tiene ovejas.[41]

 

En esta línea, Romina nos cuenta un poco sobre cómo, de ser una cooperativa dedicada inicialmente al lombriabono, pasa a ser una cooperativa agropecuaria, granjera, y menciona también qué sucede cuando solo se utiliza la cooperativa como un medio sin creer y comprometerse con el trabajo colectivo y cooperativo:

 

Entonces, la cooperativa ya no iba a ser solo de lombriabono, sino que iba a ser agropecuaria, iba a ser granjera. Se juntó la gente de los conejos, dentro de la cooperativa, por ejemplo, mi compañero es el apicultor, había otro chico más, hay otro chico más que es de la parte apícola, o sea, que también se juntó el tema de la parte apícola, y, por último, que ahora es la parte más fuerte que tiene la cooperativa, se juntaron los horticultores. Como en toda cooperativa, la gente que no tiene espíritu cooperativista, pero le sirve la cooperativa para comercializar, se juntaron, así como se juntaron, también se fueron.[42]

 

Como sabemos, la etapa de la comercialización es una de las etapas más difíciles en cualquier emprendimiento productivo pequeño y local. Y esta etapa apunta, en algún sentido, a fortalecer la cooperativa. Y en ese andar se encontraron con varias trabas. De hecho, la actividad inicial con la que arrancaron y que luego retomaron cerca de 2012, se vio en algún punto frustrada ya que, a pesar de tener una certificación internacional de producción orgánica, no lograron nunca obtener la habilitación de SENASA. Recuerda Romina al charlar sobre la comercialización como una problemática nodal para las actividades de COOPOP:

 

Sí, una de las cosas que fue lo que a mí más me sorprendió, y que de hecho no tuvimos tanto éxito, que empezó a decaer por una traba que tuvimos en la comercialización, fue justamente el lombriabono. El lombriabono era orgánico, estábamos certificados por una institución internacional, de hecho, venía la inspectora, caía a veces de sorpresa, a ver el lugar a inspeccionar el lugar, y después de inspeccionar el lugar y el lombriabono nos daba la certificación de orgánico. Eso se mantuvo varios años, pero nunca llegamos a conseguir la certificación de SENASA que es el que nos habilita para comercializar fuera de la zona. Fuera de Viedma, dentro de Viedma también porque algunos comercios pedían la certificación de SENASA. Se fue a SENASA, a Buenos Aires, dos, tres veces, y nunca fuimos atendidos, o es la típica: archivar esto.[43]

 

Esto nos lleva a abordar la cuestión de lo orgánico, y en el caso de esta experiencia, de las dificultades que por diversos motivos se le presentan al momento de desarrollar toda una producción orgánica. Es un tema que viene fuertemente ligado a la unión a la cooperativa de los productores horticultores, que como mencionamos antes, es la parte más fuerte que tiene la cooperativa en la actualidad. Nos relata Romina:

 

La cooperativa empezó con la idea de productos orgánicos, por una cuestión filosófica. Por salud, porque nos parece que no es bueno comer veneno, pero bueno, a raíz de eso, de aprender. Porque cuando vinieron los horticultores, surgió la problemática de ellos de decir “no, orgánico no porque pierden la mayor cantidad de la producción, sale caro”, sí sale caro, entonces, ellos decían “¿quién nos va a comprar una mata de lechuga a 50 pesos?” (…). Sale caro porque se pierde toda la producción, se rescata muy poca producción, plantaste un cuadro de lechuga y te quedaron dos líneas para vender. Y las semillas salen caras.[44]

 

El tema de la producción orgánica nos lleva a abordar el tema de las semillas que como observamos aparece como una cuestión importante mencionada en la cita anterior. Pero también nos lleva al problema del mal uso o abuso de los agroquímicos. Al respecto, podemos ver qué ha sucedido en la experiencia de COOPOP y qué acciones han llevado a cabo para trabajar esta problemática:

 

Bueno, ahí viene la cuestión, cuando ellos se unieron [los horticultores] vimos que usaban agroquímicos sin saber usarlos. Descubrimos, “no porque ellos son malos y usan agroquímicos”, “que nos envenenan a nosotros”, a ver, la misma producción que hacen ellos para nosotros, ellos la consumen también. No era una cuestión de maldad, sino de ignorancia, no hubo nadie en su momento que se acercara a ellos a enseñarles cómo se manejan los agroquímicos, qué agroquímicos están habilitados y cuáles no, entonces, desde la cooperativa se impuso esa inquietud al IDEVI, al INTA, y entonces se empezaron a dar talleres de manejo de agroquímicos. Y desde la cooperativa medio que obligamos a los horticultores a ir a esos talleres. Cuando les mostraban cómo usar y las cantidades que usar, desde los que tenemos la parte filosófica lo veíamos desde el tema salud, y los horticultores lo veían desde la parte económica, les salía más barato usar menos químicos justamente. Estaban gastando mucha plata (…). Entonces, hay producción con menos agroquímicos, y hay producción donde directamente no se usa.[45]

 

Como vimos en el tercer apartado del trabajo, el mal uso o abuso de los agroquímicos (insecticidas y plaguicidas) forma parte central de las consecuencias e impactos del modelo de agriculturización capitalista hegemónico. Como nos muestra esta experiencia, este “uso indiscriminado” partía en este caso de una falta de capacitación e información sobre los productos a ser utilizados, que en definitiva terminan perjudicando no solo a quien consume las verduras y frutas de ese horticultor, sino al horticultor mismo y a su familia, y a la tierra que trabaja ese horticultor y los cursos de agua cerca (tanto las napas de agua subterránea como, en este caso, el Río Negro que es en definitiva la “gran cloaca” donde van a parar los residuos de la utilización de estos agroquímicos).[46]

Al seguir con lo que implica la producción orgánica y nuevamente con las dificultades en cuanto a la comercialización, Romina nos comparte su experiencia:

 

El año pasado, nosotros sembramos choclo y no los curamos, (…) entonces los choclos salieron chiquitos, abichados, un sabor espectacular porque es sabor choclo, dulce muy dulce, los granitos eran irregulares. Se lo di que tenía una conocida que siempre busca productos orgánicos, vive en la dietética, entonces me fui re contenta y le dije: “Te traje dos choclos súper orgánicos, estos sí que no tienen nada de nada”. Es más, alrededor tampoco había mucha plantación, así que no había curación, era verdaderamente orgánico. “¡Ah, no! Esto está lleno de bichos, está feo”, me dijo. Y bueno lo orgánico es así, no es homogéneo (…). La gente compra por los ojos, no compra por pensar. Los consumidores son consumidores sin cabeza.[47]

 

Aparece aquí un tema nodal vinculado con la comercialización de la producción orgánica, que se liga estrechamente con la cuestión del consumo, y que nos lleva a pensar en nociones como consumo consciente, consumo responsable, consumo solidario. Como no es la temática de este trabajo, solo diremos que un consumo responsable implica una responsabilidad y un compromiso por consumir servicios y bienes (en este caso frutas y verduras) que, por un lado, no sean resultado de relaciones laborales de explotación y que, por otro lado, no surjan de la explotación, degradación y contaminación de la naturaleza. Esto lleva, por una parte, a revalorizar y priorizar, al momento de consumir, las experiencias asociativas y cooperativas como la de COOPOP y, por otra parte, a revalorizar las producciones que no utilicen agroquímicos o bien que realicen un buen uso de los mismos (que significa que no tengan efectos nocivos ni para la tierra, los cursos de agua, la flora y fauna circundante, ni para el ser humano que consume esos productos). Ahora bien, esto implica necesariamente, tal como queda ejemplificado en la anécdota que nos comparte Romina, una transformación sociocultural en cuanto a cómo concebimos y practicamos el consumo, al entender que el acto de consumir no es un hecho aislado e individual, sino que es fundamentalmente un acto social y político, a través del cual el consumidor o la consumidora decide a qué modelo de producción apoyar y fomentar. Y si nos centramos específicamente en lo que conlleva la producción de alimentos (frutas y verduras), entonces, implica desandar un modelo que fomenta el consumo de productos “homogéneos”, “sin bichos”, “uniformes en tamaño”, etc., pero muy poco saludables y alimenticios, y comenzar a re-andar el camino de la producción orgánica o libre de agrotóxicos (ya que si bien lo orgánico ahora pareciera ser una “moda”, tiene muchos más años que la utilización de químicos artificiales en la agricultura, lo que representa, en algún sentido, a la producción orgánica como una reconstrucción del vínculo armónico del ser humano con la naturaleza).[48]

Si volvemos al tema de las semillas, en Viedma ha comenzado a funcionar hace unos pocos años una feria de semillas y plantines, con el propósito justamente de intercambiar semillas orgánicas que cada familia guarda de las huertas para el autoconsumo que tenemos en nuestras casas, así como intercambiar saberes sobre siembra, cosecha, reproducción, asociación, etc. en las huertas familiares que llevamos adelante. Ahora bien, en relación al tema de la guarda de semillas, Romina nos cuenta qué sucede en COOPOP y cómo están de a poco iniciando el camino de guardar las semillas:

 

Dentro de la cooperativa se hace y con algunos productos se guardan. No lo hacen todos dentro de la cooperativa porque tenemos que los que se unieron para poder comercializar a través de la cooperativa, no todos tienen el espíritu cooperativista, realmente el espíritu de consumir productos orgánicos, de guardar semillas, todo eso se está aprendiendo. Los que tienen este espíritu les están enseñando, lo muestran, porque la tendencia de la cooperativa es llegar a eso, a tener un banco de semillas, a tener productos libres de agrotóxicos, siempre se busca la manera y se habla y siempre se habla de que no sea un monocultivo.[49]

 

Aparece mencionada acá una característica de la agricultura capitalista-industrial descripta apartados atrás que tiene, como vimos, múltiples implicancias socioambientales y socioeconómicas: el monocultivo. Como decíamos, en esta zona no ha llegado el monocultivo de soja, sin embargo, es muy fuerte el monocultivo de cebolla al que refiere Romina en la cita anterior. Y los monocultivos, es decir, la siembra y cosecha de un solo cultivo implica, por un lado, el desplazamiento de otras actividades productivas que se desarrollan o que potencialmente se podrían desarrollar en la zona, lo que a su vez implica, por otro lado, un doble riesgo, económico y ecológico, tal como señalábamos al momento de detallar los efectos más contundentes del modelo de agricultura hegemónico. La cuestión del “doble riesgo” es mencionada por Sarandon[50] y por varios autores que estudian  el modelo dominante de agricultura. Este doble peligro, si lo abordamos desde la realidad de la actividad productiva de la zona, implica, por un lado, que gran parte de los agricultores, como parte de la economía de esta zona, dependa de un solo cultivo, lo que representa, por ejemplo, una mala cosecha, o sea, un riesgo económico, y, por otro lado, el monocultivo-monocultura implica a su vez un agotamiento y degradación de los suelos, como también señalan Pengue[51] y Sarandon y Flores,[52] lo que conlleva un alto riesgo ecológico. En síntesis, como menciona Romina al charlar sobre el tema del monocultivo y sus riesgos: “Acá es el de cebolla. Acá la cebolla es el fuerte. Acá la mayoría de los horticultores piensan que los que le puede salvar el año es pegar con la cebolla. Argentina exporta cebolla, mucha”.[53]

Es en función de esta realidad, que algunos integrantes de la cooperativa,  han decidido impulsar e incentivar a los horticultores asociados a la cooperativa para que comiencen a diversificar más su producción:

 

Este año lo que vamos a hacer es expandir la producción, que no se concentre en la cebolla, todo en la cebolla, porque si bien se produce espinaca, acelga, cebolla de verdeo, si bien se produce, hoy es lo menos, es una producción muy pequeña en comparación con la cebolla. Entonces, lo que se está tratando de hacer en este año es que se haga más producción de otros productos… una variedad.[54]

 

Como vimos, los monocultivos provocan a su vez una fuerte erosión de los suelos, que implica pérdida de diversos nutrientes, pérdida de materia orgánica y pérdida de la estructura del suelo. Por lo que, diversificar los cultivos, así como rotarlos, va en sintonía con uno de los objetivos que esta cooperativa se planteó y que mencionamos al inicio de esta historia: “cuidar la tierra, el suelo”.

¿Y cuáles son los lugares de venta de la producción? Romina nos cuenta que la cooperativa “no cierra puertas”, es decir, “lo que tiene la cooperativa es eso, no los limita a la venta, pueden vender, de hecho, lo hacen, venden dentro de la cooperativa, y venden afuera de la cooperativa y venden en la feria”.[55] Al hablar de feria, Romina se refiere a la Feria Municipal de Frutas y Verduras que funciona los martes y sábados en la Ciudad de Viedma. Y en relación a esta feria y a los productos que allí se pueden encontrar, podemos retomar nuevamente la cuestión del consumo, y la falta de conocimiento y saberes sobre qué cosas se produce en la zona, quién lo produce, cómo llega una fruta o verdura a estos lugares, etc.

 

La misma gente está acostumbrada a tener el producto todo el año y no se fija primero en lo que es la vida del producto, el tomate en pleno invierno no piensa en que o viaja mucho, muchos kilómetros, o viene de adentro de una cámara. Y no ven tampoco el gasto, porque un tomate en pleno invierno que no es de la zona, que viaja (…). Se ve como un tema la cuestión del consumo. Pero el consumidor en sí ya está acostumbrado de que acá hay banana, y más las personas que no han pisado nunca este sector de las chacras, que han preguntado cuantas plantas de bananas tenemos. Y bueno, de decirles, acá no se produce banana, la banana no es de la zona.[56]

 

Frente a este panorama, desde COOPOP se lanzó una iniciativa conocida como “Del productor al consumidor”, mediante la cual, a través de un espacio en Facebook, se le realizan pedidos a la cooperativa quien en un día pautado realiza la entrega de la fruta y la verdura (y otros productos como dulces caseros) de los pedidos de esa semana. ¿Cómo y por qué surge esta propuesta? ¿Con qué objetivos y qué búsquedas hay por detrás?

 

Entre las cooperativas nos encontramos en los encuentros y cuando se va el técnico se queda la mayoría de los socios, que la mayoría son conocidos y siempre se habla el tema del intermediario. Uno ve al precio que le vende al supermercado y después al precio al que vende su producto el supermercado. Cuando fueron los encuentros de agricultura familiar y de soberanía alimentaria, siempre estaba esta cosa de que el consumidor en sí no conoce nunca la cara del productor, salvo en las ferias que es el lugar donde se encuentran, pero también en las ferias muy pocas personas preguntan en qué chacra están, si son de afuera, o cuánto tiempo hacen que están acá. No se preguntan esas cosas, y esta es una zona, si lo vamos a ver lo que es el campo y la ciudad, están juntos en realidad, no hay muchos kilómetros que recorrer para llegar hasta el campo, medianamente estas cerca porque a quince kilómetros tenés, está el IDEVI, pero menos ya encontrás, salís de Viedma y hay campo. Entonces, nosotros siempre decíamos que estaría buenísimo saber que lo que nosotros sacamos del campo con “x” calidad, tener la seguridad de que llegue así a la mesa del que lo consume, de preguntar al consumidor qué es lo que necesita, averiguar qué consume. De nosotros como productores enseñarles qué producimos, qué es lo que tenemos, de enseñarles a que consuman cosas de la época, de estación o de la zona (…). Que se conozca que hay otros productos además de los que ellos ven en el supermercado, que se producen otras cosas, a nivel artesanal. (…) Nosotros decimos “bueno que la gente elija, que el consumidor elija qué consumir. ¿Querés, estás buscando un dulce artesanal, un dulce sin aditivos, sin plásticos?”. Bueno que sepa que hay un productor que lo hace.[57]

 

Al referirse a esta iniciativa, Moreno explica que uno de los objetivos de COOPOP es justamente generar un acercamiento del productor al consumidor y para eso se probaron varias experiencias.

 

Históricamente, lo venimos haciendo en la feria, pero van surgiendo otras herramientas y se va probando. (…) Una de las alternativas que fuimos probando fue la de llegar al consumidor local ofreciendo un servicio que es el de entregar cajones de verduras a pedido. Nos dio muy buen resultado, aunque hoy no lo estamos haciendo porque tenemos mucho trabajo en el campo y lleva mucho trabajo en la distribución. Lo que sí vamos a hacer a fines de noviembre es arrancar nuevamente con este Club de Frutas y Verduras, como le llamamos, pero ya un poco más organizados[58]

 

Además de esta iniciativa, de vínculo más directo entre productor y consumidor, COOPOP empezó a llevar adelante a partir de 2016 otra estrategia que también apunta a fortalecer la etapa de la comercialización, y que tiene un agregado de valor más, en tanto implica el vínculo no ya con los consumidores finales directos, sino con organizaciones sociales que agrupan y nuclean a personas. Concretamente, COOPOP comenzó a comercializar bolsones de frutas y verduras a través de organizaciones sociales como los sindicatos (como SOYEM de Viedma y UNTER seccional Viedma),[59] lo que implica, por un lado, una mayor demanda de frutas y verduras que se traduce en mayores ingresos para la cooperativa, pero a su vez, un trabajo de organización y planificación de la parte consumidora, es decir, cada sindicato debe planificar y organizar junto con sus asociados y asociadas la metodología para llevar adelante la distribución y comercialización de los bolsones (pautar quiénes recibirán la mercadería en las sucursales de los sindicatos, quiénes y cómo se llevará el registro de los asociados y las asociadas que solicitan un bolsón, a qué precio se venden, quiénes trabajarán en el armado de los bolsones, qué días y en qué horarios serán las entregas de los mismos, con cuánta frecuencia, etc.). Esta iniciativa, que hasta agosto de 2017 sigue en movimiento y funcionando, demuestra y conlleva saberes aprehendidos en esta búsqueda por mejorar la etapa de la comercialización en el ámbito local (es decir en la Comarca Viedma-Patagones). Saberes referidos, por ejemplo, a intentar delegar en otras personas u organizaciones-instituciones, la parte de la distribución y comercialización al consumidor final, en tanto quita tiempo a la etapa de la producción y el trabajo en las chacras. Así como la necesidad de que la parte consumidora en este binomio “productor/consumidor” también se organice, es decir, que también planifique y emprenda un trabajo colectivo junto a otros para encarar el acto de consumir, a través del apoyo a la sostenibilidad de productores de la agricultura familiar locales, al consumir sus productos.

Otro de los temas que nos parece interesante mencionar del pasado y presente de esta experiencia, es el vínculo con los técnicos que cada tanto realizan charlas, talleres o encuentros, ya sean desde el IDEVI o desde el INTA. Al respecto, Romina comparte algunas sensaciones que quedan luego de esos encuentros y que se vincula directamente con lo que explica Coraggio en su texto “El rol de los técnicos y los profesionales en la intervención social” sobre la brecha que a veces se presenta entre el saber universitario del experto que fue formado para “tener respuesta para todo, y no para pensar cómo comunicamos nuestro saber y cómo escuchamos el saber del otro”[60] y la realidad y los saberes de los horticultores familiares.

Cuenta Romina:

 

En un momento, por ejemplo, hay charlas de técnicos, que sale todo muy bonito porque ellos muestran lo que quieren hacer, pero la realidad de los horticultores es otra, entonces, se lo plantean. (…) Los socios ellos dicen todo muy lindo, en los libros sale todo muy lindo, ellos dicen, pero en la realidad es diferente. Porque es lógico, el clima te condiciona, la tierra te condiciona, no todos los horticultores que están en las chacras tienen tierra buena.[61]

 

Para finalizar esta historia y continuar con las problemáticas y potencialidades que podemos vislumbrar en COOPOP y que los propios miembros vislumbran, nos interesa dedicar algunas líneas a cómo funciona y se organiza la COOPOP en tanto organización cooperativa.

 

Como toda cooperativa, tiene su consejo, sus asociados, y están los no socios (…). La reunión de los miércoles por ejemplo es reunión de la cooperativa, todos los miércoles y un jueves por mes es reunión del consejo de administración. (…) La cooperativa tiene maquinaria que se puede usar, todos los asociados pueden y los que no son socios también usan servicios, porque la cooperativa eso tiene, servicios, y no necesariamente tenés que ser socio. (…) Como no socio podés usar los servicios, podés empezar a ir a las reuniones, no podés votar, no tenés voto. Pero como socio tenés que tener una producción, tenés que hacer algo dentro de la cooperativa, tenés que aportar un porcentaje dentro de la cooperativa, yo con el lombriabono, en el momento en que yo vendía lombriabono en la cooperativa se pedía un 8% y yo dejaba un 10% porque me parecía que un 8% era poco, entonces, dejaba un 10% de cuota dentro de la cooperativa. Y la facilidad de que ellos me comercialicen, me vendan el producto.[62]

 

2.2. Problemáticas, desafíos y potencialidades

Los desafíos y las problemáticas que ha atravesado y que atraviesa esta experiencia cooperativa podemos rastrearlos en la historia de COOPOP y su devenir hasta la actualidad. Sin embargo, nos parece importante remarcar algunas cuestiones que emergen como puntos nodales y que entendemos son problemáticas compartidas por experiencias similares dentro del mundo rural. Una de ellas es la cuestión de la tierra.

 

Los horticultores que participen de la coope alquilan las chacras, no son dueños. Eso es una problemática que también hace años que estamos atrás de una, aunque sea, si no es posible tener una chacra cada uno, tener una chacra y dividirla en unidades productivas, que también lo hemos expuesto. Porque también es un problema… Mira una cosa que se acostumbra acá de los que alquilan la chacra, les alquilan la chacra a los horticultores, le dan “x” cantidad de hectáreas para trabajar, cuando han trabajado bien esos cuadros, no se los alquilan más, por ahí los corren de los cuadros, claro porque esos cuadros ahora los necesitan ellos, ya están trabajados, ya están fértil otra vez, entonces lo corren de lugar, o directamente no le renuevan el contrato. Entonces, es volver a empezar, por eso también ahí está también la problemática habitacional, a muchos no les alquilan la casa sobre la tierra, entonces hay muchos que viven entonces en casilla de madera, porque es lógico no pueden invertir en una vivienda en un lugar que a los tres años se lo van a sacar, se tiene que ir.[63]

 

Vemos que de la mano de la tierra viene la problemática habitacional, dos cuestiones nodales que hacen a la subsistencia y reproducción de la vida de cualquier persona: trabajo y vivienda. La tierra representa en la mayoría de los socios de esta experiencia tanto la fuente de trabajo (un factor de producción desde una mirada marxista) como el hogar, el lugar donde vivir y habitar. La falta de una tierra propia (de cada agricultor o de la cooperativa) implica entonces una inestabilidad constante y permanente que pone en riesgo esa “reproducción de la vida” de la que hablamos cuando nos referimos a la búsqueda y al objetivo central de la economía popular y la economía social y solidaria (en este último caso, al ampliar la mirada y plantear la “reproducción ampliada de la vida de todos los ciudadanos-trabajadores y las ciudadanas-trabajadoras”).

Frente a esta problemática, desde COOPOP se han pensado y planteado distintos caminos:

 

Una de las cosas que ofrecimos: nosotros sabemos que hay chacras que están con deudas, deudas de canon de riego[64], de impuestos y que no los pueden pagar y que están en venta, y lo que se propuso fue “bueno, vendan a nosotros esa chacra con deuda, y nosotros nos hacemos cargo de la deuda del canon de riego, hagan un plan para que nosotros tengamos facilidad, y también para poner en producción esas tierras”. Pero no lo visualizan, no lo ven, no sé por qué, en realidad, o no les interesa. También dentro de los organismos hay estructuras y aprenden con esas estructuras y es difícil salir de esa estructura, “no, en el papelito dice que es tal y tal cosa” cuando en realidad los que trabajan ahí tienen todas las posibilidades de reformar esa regla, acorde a la situación y a la época en que vivimos, eso sería ayuda.[65]

 

Aparece así el vínculo de esta experiencia con otros actores sociales. Por lo que nos cuenta Romina, y como podemos observar de algunas de las citas que compartimos de la entrevista, COOPOP se vincula tanto con el IDEVI que es quien le ha dado en comodato un pedazo de tierra cuando arrancaron y que siguen teniendo y con el INTA. Con este último organismo generalmente se vinculan a través de charlas, encuentros, talleres que organiza el instituto. Ambos organismos estatales son actores sociales de peso en lo que respecta a las experiencias rurales de la zona. No obstante, para lograr llevar adelante la propuesta que, por ejemplo, han planteado, necesitan de la existencia de una voluntad política, en este caso fundamentalmente provincial, que apoye estas propuestas y que se anime a distribuir la tierra para quienes la trabajan, en lugar de que la provincia tenga en el Valle Inferior tierras potencialmente productivas, paradas e inutilizadas, y sin habitar. Como podemos observar, el camino que ha decidido recorrer COOPOP hasta ahora es el del diálogo, las negociaciones, los acuerdos/desacuerdos, las confrontaciones, las tensiones, etc., es decir, no han decido por el momento, “tomar tierras, ocuparlas”. Son caminos diversos que llevan, de uno u otro modo, a vincularse indefectiblemente con el Estado en todos sus niveles e instancias. Y como sabemos los vínculos con este actor social son diversos, heterogéneos, cambiantes, en tanto el Estado es un actor social heterogéneo que como dijimos en este trabajo, tiene una doble función contradictoria y ambigua, garantizar, por un lado, la armonía social y garantizar, por otro lado, el sostenimiento de la tasa de ganancia del capital. El Estado representa entonces múltiples espacios de disputa, de lucha de intereses diversos, opuestos. Vincularse con este actor social a través de las diversas agencias estatales nacionales, provinciales y municipales, así como vincularse con empresas privadas capitalistas, forma parte de esta interrelación que enmarca la economía mixta[66] en la que las experiencias de la economía popular conforman un subsistema en el cual también se relacionan con experiencias del mismo sector. Por ejemplo, COOPOP se relaciona con otras cooperativas de la zona como Savia Andina, ya sea para ayudarse mutuamente o bien para, entre otros, exigir al Gobierno insumos, maquinaria, líneas de financiamiento, etc.

En este sentido, al retomar la cuestión de la tensión/distensión que tomábamos de Mançano Fernandes,[67] podemos señalar que los vínculos de COOPOP con distintos organismos del Estado van fluctuando y cambiando, de acuerdo a los conflictos que se presentan en cada momento y cómo se revuelven (o no), sin que ese fluctuar entre tensión/distensión represente obviamente la desaparición de la conflictualidad ya que como mencionamos, la cuestión agraria nace de la contradicción estructural del capitalismo que genera continuamente conflictualidad, lo que es movimiento de destrucción y recreación de relaciones sociales. Así, toda vez que COOPOP logra resolver ciertas cuestiones que implica muchas veces acuerdos con agencias estatales (municipales, provinciales o nacionales) se produce un momento de distensión, mientras que en otros momentos la tensión vuelve a emerger al aparecer o reaparecer conflictos no resueltos, sin que la conflictualidad desaparezca. Algo de todo esto, puede percibirse en el siguiente testimonio:

 

Cuando necesitan campaña estamos, estamos presente, nos ayudan, nos preguntan, ahora no te necesitan y no te van a dar una mano, de hecho, van a tratar de separarte porque es lógico, la unión hace la fuerza, y la cooperativa no es una persona, la cooperativa es un grupo de personas que plantean cuestiones al unísono, y eso de reclamar por tierra llega un punto que molesta. Si fuera una persona, esa persona ni se escucha, pero una cooperativa es más de veinte voces al unísono reclamando por un pedazo de tierra, y es difícil de tapar eso, no es fácil de tapar tantas voces juntas. Y como organización tiene peso. Todo lo que se organice para la mayoría a veces es una ventaja, a veces es una amenaza.[68]

 

Ahora bien, al volver un poco a lo que implica ser una cooperativa, podemos vislumbrar en lo narrado por Romina que se encuentra muy presente el “tener o no tener un espíritu cooperativista”, es decir, conformar una cooperativa implica un grado de participación, consciencia y compromiso que no siempre es igual en todos los asociados y, por eso, esto conlleva un trabajo diario donde la autogestión y el trabajo cooperativo y asociativo tienen que ir fortaleciéndose y creciendo, contagiar a aquellos que tal vez se acercaron a la experiencia más desde un lógica utilitarista. Como remarca Romina a lo largo de toda la entrevista, el que se acerca a la cooperativa solo para comercializar al poco tiempo abandona, ya que formar parte de una cooperativa implica compromiso, participación, solidaridad, ayuda mutua, corresponsabilidad y un sinfín de principios y valores que hay que poner en práctica todos los días para que la cooperativa como colectivo salga adelante. Aquí vemos entonces otro de los desafíos diario que tiene esta experiencia, así como también radica en este desafío gran parte de la potencialidad de estas iniciativas cooperativas y asociativas.

Vinculado a esta cuestión, es posible destacar una gran potencialidad que tiene esta experiencia cooperativa de agricultura familiar. Actualmente, COOPOP está integrada por veinte socios aproximadamente, es decir por veinte familias. Y que en algún punto sea la familia entera la que se va entretejiendo en esta experiencia cooperativa cobra una relevancia no menor:

 

Trabaja la familia. Es agricultura familiar. La mayoría es horticultura, y es agricultura familiar. Son más socios. Porque si bien en la cuenta está el primero que se anotó como socio, pero atrás son diez, diez miembros de la familia trabajando y vendiendo a través de la cooperativa. Son veinte familias aproximadamente. (…) A veces va el asociado [a las reuniones de la cooperativa] con los tres hijos mayores que son los que vendieron sus productos, porque lo que tiene la agricultura familiar es esto, ellos les enseñan a los chicos desde muy temprana edad a estar en el campo, a trabajar en el campo y después los chicos se van independizando. Entonces, vemos el desarrollo en lo que son las cuentas de la cooperativa porque empiezan a aparecer dentro de las cuentas separados los hijos de los asociados. (…) Se duplican los socios. Por ejemplo, está José Pérez y aparece de golpe y porrazo que entrego Mariano Pérez, el hijo, ya se separó del padre. Y quiere como todo productor independiente, quiere cuenta, su cuenta aparte de la familia. (…) Sí, ya va a aportar a la cooperativa independientemente, ya va a tener su servicio aparte. Eso es lo mágico para mí.[69]

 

Decíamos, entonces, que cobra especial relevancia el hecho de que sea la familia quien íntegramente va participando en la cooperativa ya que, por un lado, se observa que hay un traspaso de saberes intergeneracional y, por otro lado, esa persona que como menciona Romina “se separa del padre, se independiza”, entra en un marco laboral del cual ya viene formando parte, ya está inserto, “ y, aparte, la diferencia es que estos chicos tienen, a diferencia de sus padres, la formación cooperativista, porque se criaron dentro de la cooperativa”.[70]

Podemos decir, entonces, que experiencias como las de COOPOP, que engloba prácticas y saberes de la agricultura familiar, resisten en algún sentido a una de las consecuencias más claras que tiene el avance del modelo de agricultura industrial hegemónico: la “erosión cultural”, que como explicamos anteriormente, implica la pérdida de capitales culturales y simbólicos. En este sentido, observamos cómo el proceso de agriculturización industrialista y capitalista y el modelo agroexportador hegemónico está desplazando “una forma histórica de agricultura familiar, sustentada en la propiedad familiar y su transmisión como patrimonio, el trabajo de la familia y la concepción de la tierra como medio de vida”.[71] Este planteo sobre la concepción de la tierra como medio de vida es muy similar al esbozado por García Guerreiro en el texto que retomamos varias veces en este trabajo, “Aportes para una economía para la vida. Aprendizajes desde los mundos campesinos”.[72] Y en sintonía con estas miradas, De Sousa Santos plantea que la “monocultura” del productivismo y la mercantilización resulta marginatoria y estigmatizante de otras prácticas y otros saberes, porque muchas prácticas sociales que están basadas en conocimientos populares, indígenas, campesinos, del productor familiar, etc. no son evaluadas como importantes, y la hegemonización cultural descredibiliza no solamente a los conocimientos alternativos, sino también a los pueblos y los grupos sociales cuyas prácticas son construidas en esos conocimientos alternativos.[73] En este sentido, Pengue señala que “la agricultura familiar fue abandonada a su suerte, mientras la agricultura industrial globalizada tuvo y tiene una preeminencia creciente”.[74] En este escenario, la búsqueda de una “agricultura con agricultores” y la lucha por el afianzamiento de la agricultura familiar, campesina e indígena que está siendo desplazada, pero que subsiste y resiste en los márgenes, da cuenta de la lucha material y simbólica de modelos de desarrollo distintos. Es por ello que decimos que COOPOP da cuenta en algún sentido de esa subsistencia y de esa resistencia en cada transmisión de saberes que cada agricultor realiza hacia a sus hijos e hijas, al transmitir a su vez el modo de organización cooperativo, desde la propia práctica y los principios y valores que los guían.

En síntesis, el desafío más integral que tiene esta experiencia es subsistir, seguir “latiendo” y crecer logrando alcanzar los objetivos que se han propuestos, y los nuevos objetivos que van apareciendo a medida que la cooperativa muta y se transforma. Por ejemplo, conseguir un “pedacito” de tierra propia para poner en producción entre los asociados y lograr una producción de alimentos orgánica, libre de agrotóxico. En palabras de Romina:

 

Desafíos en realidad es poder conseguir le tierra, tener tierra propia, esa es la problemática que vemos desde la cooperativa y por la cual se está luchando y cuando se discute es el tema en discusión, la problemática de la tierra, y dentro de la problemática de la tierra está la problemática habitacional que tiene la mayoría de los socios, que tienen ese problema. (…) En sí esta cooperativa en particular trata de levantar, fomentar y fortalecer el nombre de la cooperativa que es producción orgánica, y esta cooperativa se caracteriza en que se trabaja familiarmente, no es solamente el socio que figura, es el socio y su familia; que la familia, los chicos cuando empiezan a independizarse ya tienen un lugar dentro de la cooperativa, la cooperativa los ayuda, estamos en eso, estamos en busca de mantener a la familia productora y de que de esa familia productora se llegue al consumidor directamente, y de buscar la producción saludable sobre todo.[75]

 

3. Agricultura familiar y economía social-solidaria. Soberanía alimentaria y agroecología

Tal como indicábamos en el apartado anterior, y como remarcan los propios integrantes, la experiencia de COOPOP podemos ubicarla dentro del abanico denominado agricultura familiar, pero ¿qué entendemos por ese término? Podemos decir que el término “agricultura familiar” es un concepto en debate tanto desde el campo teórico-académico como desde las prácticas que dan sentido y significación al mismo.[76] De igual manera, la noción de economía social y solidaria es también un campo teórico y práctico en construcción, y estos dos conceptos y realidades se encuentran entretejidos en las búsquedas por construir caminos alternativos al modelo hegemónico de producción, consumo, distribución, acumulación y comercialización, tal como venimos señalando a lo largo de este trabajo.

El desarrollo del modelo extractivista agrominero exportador,[77] que representa el modelo de desarrollo hegemónico en los territorios de Nuestramérica, viene dejando múltiples consecuencias socioeconómicas y socioambientales, nefastas y aterradoras, como describimos anteriormente. Pero también, como resistencia a este modelo de desarrollo, vienen emergiendo luchas y experiencias que, en su búsqueda por denunciar a este modelo depredador, y por subsistir a sus efectos perversos, muestran que “otro modelo de desarrollo es posible”, que “otra economía es posible” y por ende que “otra sociedad es posible”. Entre el abanico de prácticas y experiencias que se ubican dentro de lo que hemos dado en llamar economía social y solidaria[78] encontramos entonces a las prácticas, experiencias y sujetos de la “agricultura familiar, campesina, indígena”.

Más precisamente, estas experiencias pertenecen, según Coraggio, al universo de la economía popular realmente existente. Este subsistema, que representa la economía popular dentro de la economía mixta[79] existente, se encuentra conformado por el conjunto de estrategias que llevan adelante los sujetos populares del campo y de la ciudad para subsistir, estas prácticas y experiencias representan una economía producto y resistencia del sistema capitalista hegemónico.

En palabras de Caballero:

 

En general se usa el término agricultura familiar para referirse a un conjunto diverso de actores e identidades –pequeño productor, minifundista, campesino, chacarero, colono, mediero, productor familiar, trabajador rural sin tierra, pueblos originarios, agricultor urbano/periurbano, etcétera–, y sus actividades, entre ellas, agrícolas, pecuarias, pesqueras, forestales, de producción agroindustrial, artesanal y recolección. Algunas definiciones hacen énfasis en las características económico-productivas del sector, mientras que otras la definen como una “forma de vida” y una “cuestión cultural”.[80]

 

Las significaciones del término agricultura familiar y sus delimitaciones son, como dijimos anteriormente, un tema de debate, debate que aún está abierto y en construcción, por lo que sin ánimos de abordar ese debate en este trabajo, lo que sí podemos remarcar, entonces, es que concebimos a la agricultura familiar como perteneciente al universo de la “economía popular”, tal como señalamos en el párrafo anterior, entendida esta economía popular como un conjunto inorgánico y desarticulado de actividades y actores que comparten las siguientes características:[81]

 

* su reproducción depende –centralmente– de su capacidad de trabajo;

* desarrollan estrategias diversificadas –reactivas y transitorias– y comportamientos adaptativos, desde su matriz cognitiva y de hábitos, valores, tradiciones;

* su acción no es absolutamente imprevisible ni totalmente predecible, sino que es respuesta a determinados aspectos de la realidad, determinada por estímulos condicionales y convencionales;

* a su vez, su acción es producto de experiencias anteriores en contextos y situaciones similares, lo que asegura un dominio práctico de situaciones de incertidumbre y permite realizar previsiones prácticas; y

* comprende las actividades que realizan para la satisfacción de sus necesidades: los hábitos, reglas, valores y conocimientos que orientan tales actividades; el conjunto de recursos –subjetivos y materiales, privados y públicos– que comandan; y los agrupamientos, redes y relaciones (de concurrencia, de regulación, de cooperación) que instituyen, formalmente o por costumbre o repetición.

 

En este punto, resulta entonces necesario aclarar que, si bien a veces se utilizan como sinónimos, “economía popular no es economía social”. Sin explayarnos en demasía, y al haber hecho algunas sugerencias de lecturas al respecto, podemos sintetizar según las palabras de Coraggio que:

 

por economía popular entendemos a la economía de los trabajadores que, en una sociedad capitalista, están presionados a buscar la propia sobrevivencia, amenazados por el desempleo, la exclusión, el hambre. Pero la economía popular no es una “economía de pobres”, ni una “economía para los pobres”. La economía popular nos incluye a todos nosotros. La economía popular comprende a quienes dependen para la reproducción de su vida del ejercicio de su capacidad de trabajo. Comprende a todos aquellos que, si no pueden trabajar, si no pueden realizar sus capacidades de trabajo porque pierden su tierra para producir [como en el caso de COOPOP abordado en este trabajo], porque no consiguen trabajo asalariado, o por el motivo que fuese pierden en calidad de vida y comienzan un proceso que los situará por debajo de las necesidades elementales. (…) La economía popular tampoco es una economía “buena y solidaria” por definición. Los agentes de la economía popular están introyectados por los valores individualistas del sistema de mercado capitalista (…). La propuesta de la economía social no es la de ampliar la economía popular, porque la economía popular es parte del sistema capitalista, sino superarla. Desarrollar su potencial para constituirse en una economía solidaria, en una economía del trabajo, trabajadores libremente asociados y corresponsables por la vida de los otros trabajadores y por la vida en general.[82]

 

En este sentido, las experiencias de la economía popular, en tanto iniciativas que parten de la atención de necesidades básicas no cubiertas, pueden devenir en economía social toda vez que puedan avanzar en la constitución de espacios de interacción que impliquen otro tipo de subjetividad y formas de relacionarse que puedan derivar en la conformación de organizaciones sociales, y en tanto desplieguen su capacidad de construir espacios de reflexión en torno a sus prácticas y de discusión respecto a las estructuras económicas hegemónicas. Así, si logran afianzar y avanzar en este proceso, la economía popular puede devenir en economía social ya que se construye una subjetividad distinta donde se prioriza el trabajo asociativo para la resolución colectiva de necesidades, al disputar, ante el capital, formas de organizar el trabajo, al discutir a su vez las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales hegemónicas. Podemos decir, entonces, según la definición de Coraggio, que la ESyS representa:

 

una propuesta transicional de prácticas económicas de acción transformadora, conscientes de la sociedad que quieren generar desde el interior de la economía mixta actualmente existente, en dirección a otra economía, otro sistema económico organizado por el principio de la reproducción ampliada de la vida de todos los ciudadanos-trabajadores, en contraposición con el principio de la acumulación de capital.[83]

 

Ahora bien, en esta resistencia y en esta construcción de otros mundos posibles, tanto de la mano de la economía popular como de la ESyS, aparece la noción de “soberanía alimentaria” levantada por la agricultura familiar, campesina, indígena. Este concepto, de manera más concreta, emerge de la mano de Vía Campesina (un movimiento internacional que nuclea a más de 140 organizaciones de 69 países) al cuestionar el concepto de “seguridad alimentaria” propuesto por la FAO, en la Cumbre Mundial de la Alimentación realizada en 1996. La soberanía alimentaria, sobre la que profundizaremos en los párrafos venideros, entrecruza su andar con los caminos que va construyendo la ESyS, al compartir principios, valores, lógicas de acción, prácticas y horizontes comunes.

Los principios de integración social que orientan las prácticas y las experiencias de la ESyS y a los y a las sujetos de las mismas son variados, y refieren a la integralidad del circuito socioeconómico al partir de una definición sustantiva de economía.[84] En este sentido, según Coraggio,[85] el conjunto de principios hace referencia tanto a la producción (trabajo digno-emancipador, autogestión colectiva de la producción y reproducción), a la distribución (justicia social, no explotación del trabajo ajeno), a la circulación (autarquía, reciprocidad de relaciones simétricas, el dinero como medio y no como fin, intercambios justos), a la coordinación (organización comunitaria, complementariedad, asociación, planificación), al consumo (consumo consciente y responsable, evitar el consumismo) y a la transversalidad (pluralismo, diversidad, iniciativa e innovación, territorialidad), al asumir características específicas de estos principios de acuerdo a los valores y ejes rectores de las prácticas de la ESyS. Nos es posible observar, luego de esta breve caracterización de los principios de integración social, que cada uno de estos principios atraviesa integralmente a la experiencia de COOPOP en todo su circuito económico-productivo.

En esta línea, la noción de soberanía alimentaria se encuentra atravesada también por cada uno de estos principios y sus características, al asumir una preponderancia el principio de autarquía. Ahora bien, ¿a qué nos referimos cuando decimos soberanía alimentaria?

 

La soberanía alimentaria es el derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas agropecuarias y en materia de alimentación, a proteger y reglamentar la producción agropecuaria nacional y el mercado doméstico a fin de alcanzar metas de desarrollo sustentable, a decidir en qué medida quieren ser autosuficientes, a impedir que sus mercados se vean inundados por productos excedentarios de otros países que los vuelcan al mercado internacional mediante la práctica del dumping (…). La soberanía alimentaria no niega el comercio internacional, más bien defiende la opción de formular aquellas políticas y prácticas comerciales que mejor sirvan a los derechos de la población a disponer de métodos y productos alimentarios inocuos, nutritivos y ecológicamente sustentables.[86]

 

Desde la soberanía alimentaria, se entiende que la “alimentación” de un pueblo es un tema de seguridad nacional, de soberanía nacional.[87] Como manifiesta Miryam Gorban:[88] “El alimento no es una mercancía, forma parte de la vida, de la perpetuación de nuestra especie”.[89]

Si desde el modelo dominante se concibe al alimento como una mercancía, desde el modelo de la soberanía alimentaria se entiende que los alimentos son un derecho humano, y estos alimentos deben ser saludables, nutritivos, asequibles y culturalmente apropiados y producidos localmente, en lugar de ser importados y con gran cantidad de residuos tóxicos.

Los conflictos que aparecen en la construcción de esta soberanía alimentaria son vastos, toda vez que la conflictualidad es permanente e inherente al modelo de producción capitalista que produce inexorablemente desigualdad y contradicción, tal como venimos señalando reiteradas veces en este trabajo. El choque de lógicas y cosmovisiones entre el modelo productivo extractivista hegemónico y el modelo de desarrollo que propone la soberanía alimentaria aparece con claridad en diversos aspectos, por ejemplo, en cómo se concibe el alimento tal como explicamos en el párrafo anterior.

Mientras el modelo dominante plantea que la “prioridad productiva” se encuentra en las agroexportaciones y que los precios de los cultivos los dictamina el propio mercado, el modelo de soberanía alimentaria entiende que la prioridad son los alimentos para los mercados locales y que el precio que se debe establecer a los mismo es el “precio justo”, que cubre los costos de producción y permite a los agricultores vivir dignamente (aparte de ser un precio justo para el consumidor ya que en este modelo también se intenta evitar la cadena interminable de intermediarios entre el productor y el consumidor). En relación a cómo conciben el acto de producir, desde el modelo dominante se plantea la producción como una opción para los más eficientes. El hambre es un problema causado por la baja productividad y se logra la seguridad alimentaria a través de la importación de alimentos. Mientras que desde el modelo de la soberanía alimentaria, se entiende que producir es un derecho de los pueblos rurales, en el cual el hambre es un problema de acceso y distribución de las tierras, y la seguridad alimentaria se logra cuanto mayor es la producción de alimentos que se produce localmente en manos de los que menos tienen. Como estos, existen otros temas en los cuales el contraste entre los modelos es crucial:[90] el control sobre los recursos productivos, el crédito y las inversiones rurales, el dumping, la sobreproducción, el monopolio, la tecnología agropecuaria, la mirada sobre los consumidores urbanos y la posibilidad de construcción de otros mundos alternativos. Interesa remarcar, en esta lista de temas, tres cuestiones que son nodales en la concepción de la soberanía alimentaria dentro del escenario actual de producción agrícola caracterizada por la utilización de semillas transgénicas. Por un lado, aparece la cuestión de las “semillas”, mencionadas también en la entrevista a Romina, integrante de COOPOP. Desde el modelo dominante, las mismas son vistas como mercancías, pasibles de ser patentadas, cuando desde la soberanía alimentaria, las semillas son una herencia común de los pueblos, son de todos y todas ya que están al servicio de la humanidad y nadie puede patentarlas ya que sería como patentar la vida misma.[91] En este sentido, desde la soberanía alimentaria tampoco se comparte la utilización de organismos genéticamente modificados ya que son peligrosos para la salud y el medio ambiente, representan una tecnología innecesaria y fundamentalmente no se tiene un conocimiento concreto y certero sobre las consecuencias y efectos que pueden producir a futuro en los territorios donde se cultivan y principalmente en las especies que los ingieren (incluyéndonos, fundamentalmente, a nosotros, los seres humanos). Por último, y uno de los ejes más interesantes a subrayar es la concepción sobre los agricultores. El modelo hegemónico los expulsa de sus tierras, lo denigra y los condena a desaparecer, mientras que desde el modelo de la soberanía alimentaria son ellos los “guardianes de la biodiversidad”, de los cultivos, de los bienes naturales productivos, de los conocimientos y saberes ancestrales. Como vemos, la soberanía alimentaria no está limitada al problema de las fumigaciones y de la siembra de soja. Pensar la soberanía alimentaria implica abordar una multiplicidad de aristas y temáticas que en definitiva nos llevan a abordar la cuestión de la soberanía económica y política de nuestros pueblos.

De la mano de la soberanía alimentaria va caminando también la “agroecología”, como otra de las “pistas” o señales que nos muestran que la construcción de “otros mundos” es posible, además de anhelada. Una reforma agraria popular, así como la construcción de sistemas agroecológicos y de mercados alternativos donde se pueda comercializar o intercambiar la producción, junto con la construcción de soberanía alimentaria, son algunas de las propuestas que plantean los sujetos de la agricultura familiar, campesina, indígena, en su praxis permanente en la construcción de otros modelos posibles alternativos al modelo de desarrollo hegemónico. Y en tanto propuestas en desarrollo o a ser desarrolladas, representan también, en algún sentido, desafíos concretos que entran en tensión y conflicto constantemente con el sistema capitalista hegemónico de producción, distribución, consumo, comercialización y acumulación, y con sus valores, principios y lógicas de reproducción. En este sentido, estos desafíos se le presentan no solo a los sujetos sociales que conforman a esta agricultura (familiar, campesina, indígena) sino a todos y a todas quienes conformamos el amplio y heterogéneo universo de la economía social y solidaria.

 

Palabras finales

Pensar y construir una economía para la vida, como la denomina García Guerreiro,[92] o una economía social y solidaria o bien una economía del trabajo[93], al utilizar un concepto de Coraggio para referirse a la construcción de otra economía opuesta a la economía del capital, implica necesariamente aprender de todas las experiencias concretas que desde el campo y la ciudad cuestionan en su accionar cotidiano el modelo de desarrollo hegemónico (colonial, moderno y capitalista) ampliamente descripto a lo largo de este trabajo.

Aprender de la riqueza de los mundos campesinos, de las experiencias de la agricultura familiar (como la de COOPOP abordada en este trabajo), de la variedad de sus prácticas al momento de resistir y poner en acciones un desarrollo alternativo al modelo hegemónico, resulta nodal si pretendemos avanzar en la construcción de otros mundos posibles. Y resulta nodal porque la tierra, lejos de ser considerada como un “factor de producción” es concebida desde las cosmovisiones campesindias y de la agricultura familiar como el alimento, el hogar, la naturaleza, la comunidad, la vida misma. Y aquí se ve reflejada la mayor expresión contrahegemónica. Y como señala García Guerreiro, por tener esta cosmovisión y por sentirse parte de la Pachamama, han sabido cuidar su biodiversidad y conservarla.[94]

Pensar entonces en modelos alternativos contrahegemónicos implica pensar en términos globales, ya que como mencionamos al inicio de este escrito la crisis es también global, es una crisis civilizatoria en la que se pone en cuestionamiento el paradigma de crecimiento y desarrollo occidental, moderno, capitalista e industrialista. Lo expresa con suma claridad Bartra “si los agravios provenientes del sistema son multidimensionales también han de serlo las resistencias y los actores”.[95] Tejer redes entre esta multidimensionalidad de resistencias y actores resulta imperioso si estamos pensando en la construcción de otros mundos más justos, humanos y solidarios. Y esta construcción nos enfrenta día a día a una batalla cultural y al desafío de “descolonizar(nos) de nuestras prácticas, nuestros pensamientos, nuestra construcción política, económica, subjetiva, a la vez”.[96]

Como cierre de este trabajo, considero más que oportuno y relevante mencionar la advertencia que plantea García Guerrero en este camino hacia la construcción de “otras economías”:

 

Muchas veces la colonialidad del poder, del saber y del ser, que construye y reproduce inferiorizaciones e invisibilidades, desigualdades y objetivaciones, persiste también cuando intentamos construir nuevos pensamientos y teorías [y agregaría, nuevas prácticas y acciones en el marco de construcciones colectivas], aun desde paradigmas críticos.[97]

 

La construcción de otras economías, otras sociedades, otros mundos implica, entonces, el desafío de combatir no solo las formas de explotación y dominación capitalista, sino cualquier modo de dominación, injusticia y explotación (entre los seres humanos y hacia la naturaleza), a través de la construcción de nuevas subjetividades, intersubjetividades, sociabilidades, institucionalidades, donde primen vínculos de reciprocidad, solidaridad, cooperación, corresponsabilidad.

 

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[1] Licenciada en Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente, cursa la especialización en Gestión de la Economía Social y Solidaria en la Universidad Nacional de Quilmes. Investigadora del Departamento de Cooperativismo del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Tutora en el Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales, dependiente de IDELCOOP. Profesora en la Tecnicatura Superior en Economía Social orientada al Desarrollo Local y Rural en la Ciudad de Viedma. Profesora en escuelas de nivel medio. Correo electrónico: malenus@hotmail.com.

[2] Sousa Santos (2013).

[3] Como pueden ser las fábricas y empresas recuperadas por sus trabajadores; las distintas cooperativas de trabajo, vivienda, educación y salud; los emprendimientos asociativos, comunitarios y autogestivos; los bachilleratos populares; los espacios culturales autogestivos; las huertas urbanas comunitarias, entre otra diversidad de experiencias.

[4] A modo de ejemplo, podemos citar al MoCaSE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero), el resurgimiento del MAM, diversidad de cooperativas de trabajadores rurales, campesinos y agricultores familiares que surgen en distintas regiones del país como es la CTR (Cooperativa de Trabajadores Rurales) de San Vicente nucleada en el FPDS (Frente Popular Darío Santillán), la cooperativa Unión de Campesinos de Poriajhú, la Cooperativa Savia Andina en Viedma, COOPOP también del Valle Inferior del Río Negro, entre una infinidad de experiencias que se suceden a lo largo y ancho del territorio argentino.

[5] Como es el caso de la Red Tacurú, Puentes del Sur, Colectivo Solidario, Caracoles y Hormigas, entre otras.

[6] Sousa Santos (2013).

[7] No es el caso de COOPOP que, tal como señalamos en próximos apartados al indagar en su historia, veremos que ha nacido deliberada y conscientemente con el objetivo de sostener la filosofía de la economía social y solidaria en la expresión de la práctica y organización cooperativa.

[8] Sousa Santos (2013).

[9] García Guerreiro (2012).

[10] Sobre el concepto de “cuestión” podemos decir que expresa la amenaza de fractura en una formación social concreta ante los problemas de legitimidad del Estado por la puesta en escena de esta falla estructural del capitalismo moderno. Cada época se particulariza en problemas sociales que son la expresión hegemónica del modo en el cual una sociedad se interroga, que ponen en cuestión su capacidad para existir como un conjunto vinculado de relaciones de interdependencia.

[11] Al retomar lo que señala García Guerreiro, Armando Bartra sugiere el uso del concepto “campesindio” para caracterizar al sujeto campesino latinoamericano: “Los hombres y mujeres de la tierra fueron recreados por sucesivos órdenes sociales dominantes y lo que hoy llamamos campesinos, los campesinos modernos, son producto del capitalismo y de su resistencia al capitalismo. Solo que hay de campesinos a campesinos y los de nuestro continente tienen como trasfondo histórico el sometimiento colonial y sus secuelas. Los campesinos de por acá son, en sentido estricto, campesindios” (Barta, en García Guerreiro, 2012, 187).

[12] García Guerreiro, op. cit., 186.

[13] Mançano Fernandes, op. cit.

[14] Ídem, 2.

[15] Mançano Fernandes, , op. cit.

[16] Ídem.

[17] Ídem, 4.

[18] Ídem, 17.

[19] Sarandon, entrevista radial Programa Decí MU (2014).

[20] Sobre estas dos nociones volveremos más adelante.

[21] Pengue (2009).

[22] Pengue, op. cit., 63.

[23] Es interesante remarcar que el destino de la soja no es “erradicar el problema del hambre en el mundo”, postulado también proclamado por la llamada “Revolución Verde” y también incumplido, sino que la soja, que se comercializa a nivel mundial (y que vende nuestro país), se destina a la producción de aceite y al “engorde” de animales (como forraje).

[24] Pengue, op. cit., 71.

[25] Sarandon y Flores (2014), 15.

[26] Pengue, op. cit.

[27] Sarandon y Flores, op. cit., 16.

[28] Ídem.

[29] En palabras de Sarandon y Flores, op. cit., una “erosión cultural”.

[30] Aunque es importante “estar alerta” ya que los avances en la biotecnología, y puntualmente en las investigaciones que trabajan sobre la modificación de los genes en los alimentos, avanzan día a día. Por lo que no es de sorprender que dentro de unos pocos años pueda aparecer una semilla de soja transgénica que resista el clima de la estepa patagónica característico de esta zona.

[31] Savia Andina es una cooperativa de la zona integrada por quince pequeños productores dedicados a la horticultura diversificada, desde hace ya más de veinte años.

[32] El nombre completo de COOPOP es: Cooperativa de Provisión y Comercialización Agropecuaria Apícola y Granjera Productores Orgánicos Patagónicos Limitada (COOPOP).

[33] Martínez, entrevista (2014).

[34] Emprender Social (2012).

[35] Ídem.

[36] Ídem.

[37] Instituto de Desarrollo del Valle Inferior del Río Negro (IDEVI). Para mayor información, véase: http://www.idevi.rionegro.gov.ar. Ultima fecha de acceso: 02/10/2017.

[38] Escuela Secundaria de Formación Agraria (ESFA). Para mayor información, véase:

 https://www.facebook.com/EsfaCetN11/ Ultima fecha de acceso: 02/10/2017.

[39] Martínez, entrevista (2014).

[40] Ídem.

[41] Moreno, entrevista (2014).

[42] Ídem.

[43] Ídem.

[44] Ídem.

[45] Ídem.

[46] Cabe recordar que las chacras del IDEVI presentan un sistema de canales de riego que se abastece con las aguas del Río Negro. Particularmente, en esta zona, el río presenta diariamente una modificación muy importante de su caudal debido a la cercanía al mar (Viedma se encuentra tan solo a treinta kilómetros de la costa marítima). Por lo que cuando “entra el mar”, es decir, cuando se produce la pleamar, el río sube y así crece también el agua de los canales que luego fluye cuando el río “baja” producto de la bajamar. Todos los desechos químicos de los productos que se utilizan en las chacras se diluyen en esas aguas de los canales y es muy común observar el agua “sucia” con líquidos vertidos en la misma. Es decir que, como señalamos al momento de detallar los impactos del modelo de agricultura industrial dominante, se está produciendo “un aumento en el deterioro de los cuerpos de aguas superficiales y subterráneas”, lo que implica en este caso la contaminación de las aguas del Río Negro con plaguicidas o derivados de fertilizantes.

[47] Martínez, entrevista (2014).

[48] En relación a este tema, podemos ver lo perverso de este modelo de agricultura industrial-capitalista hegemónico en contraposición a los modos de producción de la agricultura campesina-indígena-familiar, toda vez que los productos orgánicos terminan por tener un precio bastante elevado, a causa en parte de los trámites y certificaciones que deben realizarse para que conste como productos orgánicos, y tiene entonces mayores posibilidades de consumir los mismos la parte de la sociedad con mayor poder adquisitivo, mientras que los productos que contienen, por ejemplo, transgénicos o químicos nocivos para la salud humana son la mayoría de los productos que se venden masivamente a bajo precio (y por ende al alcance de la mayoría de la población con un poder adquisitivo más bajo), los cuales a su vez no se ven obligados a pasar por un control estricto que certifique, además de no ser orgánicos, todos los componentes nocivos para el cuerpo humano y la naturaleza.

[49] Martínez, entrevista (2014).

[50] Sarandon, entrevista radial Programa Decí MU (2014).

[51] Pengue, op. cit.

[52] Sarandon y Flores, op. cit.

[53] Martínez, entrevista (2014).

[54] Ídem.

[55] Ídem.

[56] Ídem.

[57] Ídem.

[58] Moreno, entrevista (2014).

[59] Sindicato de Obreros y Empleados Municipales (SOYEM), Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación de Río Negro (UNTER).

[60] Coraggio (2010), 101.

[61] Martínez, entrevista (2014).

[62] Ídem.

[63] Ídem.

[64] El canon de riego refiere al monto que deben abonar los productores por el servicio de riego que otorga el IDEVI, abasteciendo con agua del Río Negro a las chacras del Valle Inferior, a través de un sistema de canales. Este sistema de riego es temporal, es decir no funciona los doce meses del año, sino que se inicia en la “temporada de riego”, en el mes de agosto, y finaliza aproximadamente en el mes de mayo.

[65] Ídem.

[66] Sobre la noción de “economía mixta” volveremos más adelante.

[67] Mançano Fernandes, op. cit.

[68] Martínez, entrevista (2014).

[69] Ídem.

[70] Ídem.

[71] Gras y Hernández (2010).

[72] García Guerreiro, op. cit.

[73] Sousa Santos (2003).

[74] Pengue, op. cit.

[75] Martínez, entrevista (2014).

[76] Expresión de esta noción en debate y construcción son los artículos de León, Martins de Carvalho, Montón-Carrizo y la Declaración de los Movimientos Sociales ante la 33va Reunión de FAO, que aparecen en la Revista ALAI (Revista América Latina en Movimiento, Nº 496) en su número especial con motivo del año de la agricultura familiar. Dentro de este campo en debate, aparecen las definiciones otorgadas por otros actores sociales, es decir, no solo por académicos y por organizaciones y movimientos sociales, sino también aparece el interés de organismos gubernamentales y organismos internacionales por definir a la agricultura familiar y sus límites, así como por remarcar sus diferencias con otros tipos de agricultores-productores.

[77] Este modelo de desarrollo presenta múltiples y diversas expresiones, aunque todas ellas comparten la de ser procesos con gravísimas consecuencias socioambientales y socioeconómicas: la agriculturización-sojización (con la utilización de semillas genéticamente modificadas y con el uso-abuso de agrotóxicos para su “buen” crecimiento), el monocultivo forestal para pasta de celulosa, la megaminería a cielo abierto, la extracción de petróleo y gas por fractura hidráulica (fracking), los monocultivos para agrocombustibles, la producción frutihortícola de exportación, entre otras caras que adquiere este modelo extractivista. Las consecuencias y características de estos diversos procesos productivos son también bastante similares: se depende de insumos externos para su desarrollo; se despliegan cadenas subordinadas a empresas transnacionales que controlan casi todos los eslabones del proceso productivo o bien eslabones estratégicos (como las semillas, y crece así el número de semillas transgénicas que se utilizan), y se quedan estas empresas con la mayor parte de las ganancias; se avanza en sistemas productivos de monocultivo (destinados fundamentalmente para la exportación) en extensiones cada vez más grandes, que ocupan generalmente las tierras más fértiles y desplazan a los pobladores locales y originarios de las mismas; se profundiza el uso intensivo de las maquinarias y de los agrotóxicos, y generan contaminación y múltiples costos socioambientales en las comunidades locales.

[78] En los últimos años, se ha dado un interesante debate teórico en torno a las nociones, similitudes y diferencias de la economía social, economía popular, economía del trabajo, economía solidaria y economía de la solidaridad. Como no es el eje de este artículo adentrarnos en estos debates conceptuales y teóricos, sugerimos como lectura para este tema los siguientes textos: Coraggio (1996 y 2002), Quijano (2002), Singer y Souza (2002), Razeto (1999) y, especialmente, Guerra (2007). Fundamentalmente, resulta interesante la noción de “economía del trabajo” que propone Coraggio para comprender la construcción de un nuevo sistema socioeconómico contrapuesto a la economía del capital. Sobre el tema, véase: Coraggio (2003).

[79] La noción de economía mixta implica la existencia de tres subsistemas, cada uno regido por una lógica concreta, y prima, no obstante –o sea, es hegemónica–, la lógica del “subsistema privado-capitalista”, es decir, la lógica de reproducción del capital y de la acumulación de ganancias. Los otros dos subsistemas son: el “subsistema estatal”, el cual se rige por la lógica de reproducción del poder político, y el “subsistema de la economía popular”, que responde a la lógica de la reproducción de la vida. A este último subsistema hacemos referencia en este artículo. Para profundizar sobre esta temática, véase: Dieguez (2009).

[80] Caballero et al. (2011), 13 y 14.

[81] Ídem.

[82] Coraggio (2010), 57 y 58.

[83] Coraggio (2007), 37.

[84] Una mirada sustantiva de la economía la concibe como “el sistema de procesos de producción, distribución, circulación y consumo que, a través de principios, instituciones y prácticas, en cada momento histórico, organizan las comunidades y sociedades para obtener las bases materiales de resolución de las necesidades y deseos legítimos de todos sus miembros, actuales y de futuras generaciones, de modo de permitir la reproducción y desarrollo de la vida, sosteniendo los equilibrios psíquicos, interpersonales, entre comunidades y con la naturaleza (vivir bien o buen vivir)” (Coraggio, 2011, 345).

[85] Coraggio (2011).

[86] Extracto de la Declaración sobre la Soberanía Alimentaria de los Pueblos.

[87] Rosset (2004).

[88] Nutricionista, docente a cargo de la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Medicina de la UBA.

[89] Gorban, entrevista radial Programa Decí Mu (04/07/2014).

[90] El cuadro comparativo entre el modelo dominante de producción y el modelo de la soberanía alimentaria, que aparece en el texto de Rosset “Soberanía Alimentaria: reclamo mundial del movimiento campesino” (2004) es muy gráfico e ilustrativo en cuanto a las diferencias entre ambos modelos.

[91] En relación a lo que representan las semillas para los agricultores y específicamente en la agricultura familiar, es muy interesante lo que comentan los agricultores en el video “Agroecología y agricultura familiar” realizado por la Fundación Proyecto Pereyra. La semilla debe circular, no debe estancarse y mucho menos patentarse. Se guardan de una cosecha para que luego brote vida de esa semilla al año siguiente. Vinculado a la guarda y al intercambio de semillas, en los últimos años han surgido múltiples ferias y redes de intercambio de semillas a lo largo y ancho de Nuestramérica que retoman, en algún sentido, prácticas ancestrales que adquieren en el contexto actual plagado de semillas transgénicas, un significado y relevancia especial e importantísimos.

[92] García Guerreiro, op. cit.

[93] Coraggio (2003).

[94] García Guerreiro, op. cit.

[95] Bartra, en García Guerreiro, op. cit., 200.

[96] García Guerreiro, op. cit., 200.

[97] Ídem, 183.