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EXPERIENCIAS Y PRÁCTICAS
Casona Cultural Humahuaca: transformaciones urgentes entre el posneoliberalismo y la pandemia
Número 233 / Año 2021 / Por Flury, Jorgelina - Jungberg, Mariela
La Casona Cultural Humahuaca nació hace 20 años con una fuerte impronta territorial-comunitaria, lugar de encuentro e intercambio socio-cultural del barrio de Abasto, ciudad de Buenos Aires, que busca reconstruir lazos vecinales y convertir el espacio público en lugar de festejo, albergando en su interior diversos colectivos y organizaciones. En febrero de 2019 la comunidad casonera se encontraba en proceso de transformación, debido al fuerte impacto que tuvieron los 4 años de políticas neoliberales durante la gestión de Mauricio Macri como presidente de la Nación. Pero el desembarco de la pandemia en nuestro país y en particular en la ciudad de Buenos Aires trajo nuevos problemas urgentes y la profundización de los ya existentes. A través de la narrativa de una de las protagonistas de la experiencia en interacción con una investigadora fue posible identificar las principales dificultades, tensiones e innovaciones sociales que se produjeron en la Casona como colectivo cultural, entre mediados de 2019 y finales de 2020, ponderando la incidencia de factores internos y externos, así como también reconociendo los principales desafíos que afronta hoy la organización a los fines de procurar su sostenibilidad
Casona Cultural Humahuaca: urgent transformations between postneoliberalism and the pandemic. La Casona Cultural Humahuaca was created 20 years ago with a strong territorial and community imprint. This meeting point located in the Abasto neighborhood, in the city of Buenos Aires, seeks to rebuild neighborhood ties and turn public space into a place of celebration. It also promotes socio-cultural exchange and hosts various groups or organizations. In February 2019, the community of the Casona was in the process of transformation, as a consequence of the strong impact caused by the 4 years of neoliberal policies of former Argentinian President Mauricio Macri. But the break of the pandemic in our country, and, in particular, in the city of Buenos Aires, brought new urgent problems and the deepening of existing ones. Through the narrative of one of the main figures of the experience, who interacted with a researcher, the main difficulties, tensions and social innovations that occurred in the Casona as a cultural group, between mid- 2019 and the end of 2020 were identified. The author weighs the incidence of internal and external factors, and recognizes the main challenges faced by the organization today in order to ensure its sustainability
Casona Cultural Humahuaca: Mudanças urgentes entre o pós-neoliberalismo e a pandemia. A Casona Cultural Humahuaca nasceu há 20 anos com uma forte marca territorial-comunitária, foi local de encontro e intercâmbio sociocultural do bairro do Abasto, cidade de Buenos Aires, que procura reconstruir os laços da vizinhança e transformar o espaço público num local de lazer, recolhendo no seu interior diversos coletivos e organizações. Em fevereiro de 2019 a comunidade da Casona estava em processo de transformação, pelo forte impacto causado durante os quatro anos de políticas neoliberais, durante a gestão de Mauricio Macri como presidente da Nação. Entretanto a chegada da pandemia a nosso país, e, em particular, à cidade de Buenos Aires trouxe novos problemas urgentes, e a profundeza dos já existentes. Por meio da narração de uma das protagonistas da experiência, interagindo com uma pesquisadora, foi possível identificar as principais dificuldades, tensões e inovações sociais que se produziram na Casona, na sua atuação como coletivo cultural, entre mediados de 2019 e fim de 2020. Foi ponderada a incidência de fatores internos e externos, assim como o reconhecimento dos principais desafios com que se depara hoje a organização visando assegurar sua sustentabilidade. Transformações de uma Cooperativa familiar de trabalho de agricultores e agriculturas, na província de Misiones.

Revista Idelcoop nº 233. Marzo 2021 - ISSN Electrónico 2451-5418 /  Sección Experiencias y prácticas

Idelcoop Fundación de Educación Cooperativa

 

Casona Cultural Humahuaca: transformaciones urgentes entre el posneoliberalismo y la pandemia

Jorgelina Flury[1] y Mariela Jungberg[2]

 

Artículo arbitrado

Fecha de recepción: 16/12/2020

Fecha de aprobación: 26/02/2021

 

Resumen

La Casona Cultural Humahuaca nació hace 20 años con una fuerte impronta territorial-comunitaria, lugar de encuentro e intercambio socio-cultural del barrio de Abasto, ciudad de Buenos Aires, que busca reconstruir lazos vecinales y convertir el espacio público en lugar de festejo, albergando en su interior diversos colectivos y organizaciones.

En febrero de 2019 la comunidad casonera se encontraba en proceso de transformación, debido al fuerte impacto que tuvieron los 4 años de políticas neoliberales durante la gestión de Mauricio Macri como presidente de la Nación. Pero el desembarco de la pandemia en nuestro país y en particular en la ciudad de Buenos Aires trajo nuevos problemas urgentes y la profundización de los ya existentes.

A través de la narrativa de una de las protagonistas de la experiencia en interacción con una investigadora fue posible identificar las principales dificultades, tensiones e innovaciones sociales que se produjeron en la Casona como colectivo cultural, entre mediados de 2019 y finales de 2020, ponderando la incidencia de factores internos y externos, así como también reconociendo los principales desafíos que afronta hoy la organización a los fines de procurar su sostenibilidad.

 

Palabras Clave: crisis, cooperativa, cultura, sostenibilidad

Introducción

La Casona Cultural Humahuaca es un espacio socio-comunitario que alberga a cinco agrupaciones diferentes y complementarias: el Almacén-Bar Casonero (cooperativa de trabajo), el grupo Franca Matina (trabajadores y trabajadoras que se integraron al Bar a partir de un dispositivo terapéutico de inserción laboral para usuarios y usuarias del sistema de salud mental), el Colectivo audiovisual “Vaca Bonsai” y el Centro Cultural, asociación civil que a su vez contiene varios grupos comunitarios como: el Grupo Casonero de teatro de las personas oprimidas, La cumbre de juegos callejeros -CUJUCA-, Vecinos de Baldosas por la Memoria, talleres artísticos y recreativos y un atelier. Más recientemente se incorporó Circo Reciclado cuyos integrantes, facilitadoras y facilitadores ambientales que trabajan con el lenguaje del circo, hicieron parte de su formación en el centro cultural.

Muchas de las actividades de La Casona suceden en la calle, desde festivales, proyecciones de cine en la vereda, juegos callejeros, museo vivo del Abasto y otras relacionadas con la comunidad, con una perspectiva de derechos, salud mental y resistencia al individualismo.

El presente estudio es un trabajo en coautoría realizado entre una investigadora del proyecto “Dinámicas Culturales Urbanas. Un análisis comparado de las ciudades de Buenos Aires y Barcelona” (Zarlenga, UNTREF 2018-2020) y una de las integrantes y miembro del equipo de coordinación de Casona Cultural Humahuaca. Haciendo uso de las técnicas y métodos que brinda la mencionada investigación de corte cualitativo y sobre la base de una entrevista exploratoria realizada en 2019 a uno de los y las integrantes de la Cooperativa Bar, las autoras compartimos tres entrevistas en profundidad que buscaron recuperar una narrativa sobre la experiencia de La Casona, capaz de construir sentido en forma dialógica; y posteriormente elaboramos juntas los significantes de lo que allí ocurrió, recuperando además algunos aportes puntuales de otros y otras compañeros y compañeras de la organización.

Las entrevistas y el intercambio del material tuvieron una modalidad semiestructurada permitiendo que fluya la narración de la experiencia, entendida como “aquello que los protagonistas conservan de lo que han visto de sí mismos” porque “es contando historias...y el sentido que le damos a lo que nos pasa, que nos damos a nosotros mismos una identidad en el tiempo”.[3]

Valiéndonos de un marco conceptual procedente de la economía sustantiva[4] y comprensiva,[5] de la sociología económica[6] y de la innovación[7] nos propusimos analizar aquel proceso de transformaciones organizacionales que se dieron entre mediados de 2019 y finales de 2020, situándonos inicialmente en el período final del gobierno neoliberal de Mauricio Macri como presidente de la nación (2015-2019). Pero a poco de empezar tuvimos que dar lugar a la ponderación del impacto que tuvo en el sector cultural la pandemia del Covid-19 y la disposición del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO)[8] en la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo incorporamos una mirada acerca de los orígenes del proyecto que nos permitió atar cabos con procesos innovadores previos.

Nos preguntamos: ¿qué dificultades, tensiones e innovaciones sociales[9] se produjeron en La Casona como colectivo cultural, entre mediados de 2019 y finales de 2020? ¿Cuáles se originaron en factores internos y externos? ¿Cuáles son los principales desafíos pendientes? Vale aclarar que entendemos a las innovaciones sociales[10] como aquellos aspectos simbólicos innovadores dependientes de los factores sociales. En este caso partimos del supuesto que en una organización regulada por la reciprocidad[11] (cuyos integrantes se vinculan entre sí desde posiciones simétricas, en procura de un beneficio mutuo o hacia otros y otras) es posible reconocer innovaciones tanto en los aspectos político-organizativos como en los arreglos económicos y en sus dinámicas territoriales. Sin embargo, aunque en el sector estudiado prevalece la reciprocidad y se orienta por una racionalidad con arreglo a valores, los procesos de dinamización cultural deben sortear muchas dificultades y obstáculos, porque los valores y normas ligadas a la racionalidad instrumental predominan en el contexto e inciden también en las dinámicas internas del sector socio-comunitario. Estos son, en términos de Fernández Esquinas[12], elementos de la cultura de mayor jerarquía y posibilidades de influencia que las propias instituciones encarnadas en organizaciones culturales autogestivas y comunitarias.

En el primer apartado presentamos los orígenes de La Casona y referimos de manera sintética a su devenir histórico durante el cual surgen las distintas agrupaciones y colectivos que coexisten en el proyecto comunitario, dando cuenta de su inscripción territorial.

En el segundo y tercer apartado caracterizamos diversas dimensiones organizacionales que es posible correlacionar: su configuración socio-cultural, los aspectos organizativos y políticos y su configuración económica-financiera.

En el cuarto y quinto apartado nos detenemos en los dos períodos críticos consecutivos por los que viene atravesando La Casona, procurando identificar dificultades, tensiones e innovaciones que se produjeron como consecuencia de la extensión del neoliberalismo a la política nacional entre 2015 y 2019 y, a partir de marzo 2020, por el impacto de la pandemia de Covid-19, el ASPO y la emergencia cultural. Este análisis procura correlacionar las dimensiones organizacionales previamente reseñadas. En las reflexiones finales se sintetizan algunas conclusiones y se señalan los desafíos que persisten y requieren ser abordados para garantizar la sostenibilidad de la organización.

1. Los orígenes del proyecto y su desarrollo en el territorio

En los 20 años transcurridos desde su nacimiento hasta el presente, La Casona Cultural Humahuaca ha ido madurando desde una iniciativa individual con adhesiones familiares y amistosas hacia un proyecto con un neto carácter colectivo-comunitario. Todo comenzó cuando uno de los socios fundadores junto a algunos amigos y amigas empezaron a crear diversos proyectos culturales en la parte de atrás de la casa, abarcando las siguientes áreas: Juego, Psicodrama y salud, Arte y Comunidad. Desde ese momento, la ocupación del espacio se fue dando a partir de la observación del uso y significado que se hacía del mismo, es decir reconociendo “los senderos” que efectivamente recorría la gente que lo habitaba. La adhesión de nuevos/as integrantes se promovió desde una lógica colectiva y asociativa, aunque la creación de las entidades jurídicas llegaría mucho después. Se fueron incorporando talleristas de diversas disciplinas y cuando quedaban espacios vacantes se invitaba a vecinos y vecinas a que presentaran proyectos, lo que dio origen a los grupos barriales. Por entonces, había una frase expuesta en el espacio que decía “La Casona se reserva el derecho de estar en constante transformación. Esa responsabilidad puede ser de tu creatividad”, la cual constituía una invitación abierta a la comunidad.

Una cuestión que marca la identidad de La Casona es que nació en el año 2000, es decir en la antesala de una garrafal crisis económica, política y social provocada por políticas neoliberales que estalló en la Argentina hacia fines de 2001 con una revuelta popular generalizada bajo el lema “¡Que se vayan todos”, provocando la salida del entonces presidente de la Nación, Fernando De la Rúa.  

Como sabemos, con posterioridad a la renuncia del presidente, se abrió un período de inestabilidad política y una fuerte crisis de representación que tuvo su significante más virtuoso en las asambleas populares realizadas en todo el país y en distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires. En ese contexto, las vecinas y vecinos que se reunían en la asamblea de Medrano al 400, en un predio abandonado del barrio de Almagro, llevaron la propuesta de trasladarla a La Casona y, la asamblea, funcionó allí durante los siguientes 3 a 4 años. En ese marco se debatía y producían actividades procurando llevar bienestar y/o alivio a diferentes lugares y situaciones críticas que transcurrían en el barrio. La actividad se realizaba en la calle y se organizaban grandes ollas populares.

Entre 2003 y 2004 unas/os siete vecinos y vecinas que frecuentaban el bar llegaron a organizar diez milongas callejeras, que empezaron con 300 personas y terminaron convocando a 2000/3000 asistentes. A partir de ese impulso, surgieron el CUJUCA, Café Basaglia (antecedente de Franca Matina) y el proyecto de Derechos Humanos de Memoria en los Barrios. Con las milongas y la venta gastronómica que se daba en estos eventos, se generaba un excedente que permitía pagar las inversiones realizadas y solventar el funcionamiento de La Casona en otras áreas en las cuales los gastos eran superiores a los ingresos. Este mecanismo de compensación y redistribución de excedentes fue desde entonces una invención que permitió expandir las actividades y el acceso a derechos culturales de la comunidad.

Otras actividades que fueron dinamizando el espacio de La Casona han sido los eventos organizados por diversos grupos con frecuencia mensual, por ejemplo “Ventana aborigen”, “Teatro espontáneo Abierto” y “Juegos callejeros”. Los vecinos y vecinas se sumaban, y venían personas especialmente que trabajaban en recreación y psicodrama, de diversos barrios de la ciudad y también del conurbano, porque en esas áreas La Casona se fue constituyendo como una especie de faro o referente.

El Bar cooperativo surgió con esta búsqueda de un sostenimiento integral de las actividades de La Casona y en 2014 se constituyó como cooperativa de trabajo, para poner un marco legal específico a las labores desarrolladas en ese ámbito. Al principio eran las mismas personas en ambos espacios, luego se fue independizando un equipo de trabajo que tenía por finalidad administrar el Bar y sostener el mantenimiento de la casa (haciéndose cargo del alquiler), programando además una agenda cultural. El Bar junto con el Centro Cultural, alojó el proyecto Café Basaglia (2009) el cual contó temporariamente con personal de salud mental del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, para trabajar la inserción socio-laboral de personas usuarias del sistema de salud mental y fue financiado en la primera etapa por un subsidio (ISOLE) de Italia. En la actualidad dicho proyecto se transformó en Franca Matina Bar Cultural, que busca integrar a un pequeño grupo de personas en el trabajo productivo desde el acompañamiento y el cuidado, pero ya sin contar con el dispositivo terapéutico, y plenamente integrados/as a la cooperativa de trabajo. En este sentido, la cooperativa afronta los desafíos característicos de una cooperativa social, que son aquellas que promueven la integración social a través de un trabajo de calidad y adecuado a una condición o situación particular que están atravesando sus integrantes,[13] en este caso, entre los/as cooperativistas se incluyen personas con padecimientos psíquicos. Por lo tanto, la actividad productiva de la cooperativa cultural debe necesariamente incorporar una política de acompañamiento y cuidado que evite la sobreexposición de sus compañeros y compañeras, y que al mismo tiempo les brinde la posibilidad de desplegar su potencial de trabajo buscando una integración plena.   

 

2. ¿Qué identidades se encuentran en La Casona y cómo lo hacen? Configuración social-cultural y organizativa

Tal como venimos contando, La Casona como organización es una estructura compleja, con diversos actores y colectivos que en oportunidades contienen otros, como las mamushkas. Empezando desde el centro hacia la periferia podemos identificar las cinco agrupaciones mencionadas en el punto 1, que constituyen una asociación o entramado cooperativo de hecho, más allá de su inscripción a la asociación civil o a la cooperativa de trabajo. Estos grupos que tienen un compromiso afectivo pero también socio-económico estable aportan sus voces en una asamblea de representantes a la que llaman “cerebro colectivo” para pensar la cotidianeidad de la casa, sus problemas concretos, su forma de atravesar diversas circunstancias y las estrategias.

Si nos alejamos un poco del núcleo, podemos visualizar que a diferencia de muchas organizaciones asociativas en las cuales se distinguen claramente sus integrantes de la comunidad con la que interactúan, La Casona se singulariza por la participación activa y operante de un “primer anillo” de esa comunidad, cuyos/as miembros comparten una relación afectiva con la casa, el espacio público y el territorio donde se encuentra. El mismo comprende a las agrupaciones mencionadas anteriormente pero también a voluntarios y voluntarias, ex- asociadas o asociados a la cooperativa o a la asociación civil, vecinas y vecinos, artistas, cooperativistas, investigadores/as, personas con quienes se puede contar como entramado concreto para impulsar, imaginar e implementar acciones comunitarias. 

Tanto los grupos centrales como integrantes del primer anillo se reúnen según sus necesidades pero también existe un pequeño equipo coordinador que ejerce un liderazgo de tipo democrático[14] legitimado por la presencia, compromiso y dedicación al proyecto a lo largo de los años, el cual va orientando las acciones de una manera cooperativa, grupal y comunitaria. Este equipo de coordinación se encarga fundamentalmente de comunicar y articular con el cerebro colectivo, el primer anillo y el barrio los aconteceres grupales, sociales y barriales, integrando diferentes dimensiones.

En cuanto a la caracterización socio-cultural, se pueden identificar diversos tipos de militancia que han transitado y compartido el espacio de La Casona. Por un lado, una generación de participantes que procura trabajar en temas de salud mental y derechos humanos, un segundo grupo preocupado por las cuestiones de derechos de géneros, diversidades y sexualidad y un tercer grupo que se podría enmarcar en el movimiento de integración latinoamericana y en el cooperativismo.

Pero si nos preguntamos por la composición del entramado cooperativo de hecho en términos vocacionales y/o profesionales, las y los integrantes de La Casona se reconocen como trabajadores de la cultura y de la educación, gestores/as y emprendedores/as culturales, artistas, talleristas, etc. Todavía les resulta más ajena la identidad de gastronómicos/as, si bien el bar se piensa cada vez más como un sostén fundamental al sistema social comunitario.

Si se quiere buscar una identidad común a todas las vertientes mencionadas a partir de la pregunta ¿Qué es ser casonero? La respuesta es: formar parte de un refugio cultural en el contexto de una gran ciudad signada por políticas neoliberales de larga data. Esta idea de refugio[15] apela a una lógica autoafirmativa de este tipo de experiencias que, como señala Zibechi, son hacia fuera el reflejo de su dinámica interna, no hay una lógica instrumental sino una identificación entre quienes integran la red promotora del centro cultural y quienes se suman luego por razones de trabajo o por su proximidad territorial y subjetiva. Esta dinámica pone en evidencia el compromiso de estos espacios “en la construcción de ciudadanía mediante la participación plural entre creadores y comunidad”.[16]

3. ¿Cómo se sustenta materialmente? Configuración económica-financiera

Como venimos diciendo, la actividad cultural de La Casona se enmarca principalmente en una lógica comunitaria y en la necesidad de habitar el espacio público en vinculación con la cultura, la salud, la salud mental y los derechos humanos. En este sentido la acción colectiva de este grupo contribuye con el acceso a derechos de una comunidad, y por lo tanto, sería necesario pensar el financiamiento con una lógica de solidaridad democrática[17] dentro de la cual la redistribución se conciba como una fuente legítima de acceso a recursos estables y previsibles. Sin embargo, hace pocos años que se están empezando a presentar solicitudes de financiamiento al Estado. Hasta ese momento la mayor parte de los recursos provenían principalmente del bar, es decir, del intercambio mercantil en el rubro gastronomía, pero los mismos no eran suficientes y se estaba generando una deuda de alquiler de una magnitud preocupante.

El problema del financiamiento del sector cultural socio-comunitario[18] es una cuestión de larga data que tiene a su vez su repercusión en la dificultad de lograr retribuciones efectivas para los y las trabajadoras de este ámbito.[19] Los altos costos de los alquileres y tarifas y el mantenimiento del espacio consumen una gran parte de los ingresos que, en proyectos de índole comunitaria, se limitan a algunos subsidios, alquileres por el uso de las salas, aranceles de los talleres, la gorra en las presentaciones artísticas e ingresos por actividades complementarias (gastronomía). En 2019 se implementó una campaña de sostenimiento colectivo a través de aportes mensuales de un círculo de personas pertenecientes al primer anillo y habitués de La Casona realizados de manera automática a través de un sistema provisto por el Banco cooperativo Credicoop.[20] Así, se buscaba tratar de lograr una base fija para el pago del alquiler, pensando en asociar esta suscripción en el futuro a una serie de beneficios para quienes aportan.

En síntesis, La Casona se sostiene por una hibridación de recursos[21] que combina: el intercambio mercantil (de la venta en el bar) e intercambio solidario (de la comercialización en un recientemente creado almacén casonero), la redistribución estatal a través de diversos subsidios procedentes de Nación y Ciudad de Buenos Aires, líneas de apoyo al trabajo autogestionado o para la adquisición de capital de trabajo y la reciprocidad, por medio de aportes y esfuerzos que asociados, asociadas y comunidad coordinan en pos de objetivos comunes.

Recordemos que mientras el intercambio remite a una circulación de objetos, la reciprocidad es una relación entre sujetos donde intervienen objetos, y donde se producen y reproducen valores.[22] Es también una dinámica económica característica de una economía sustantiva[23] y plural, pero se da en el marco de un reconocimiento socio-cultural que se reproduce en el lazo asociativo y se pone de manifiesto con diferentes matices.[24] En este caso podemos ver los siguientes matices: a) la cooperación en el trabajo que se da entre el conjunto de asociadas y asociados (los cuales se retribuyen equitativamente en proporción a las horas trabajadas), b) la comensalidad en el uso de recursos comunes al colectivo según un criterio de necesidad (las distintas mamushkas hacen uso de la casa, la infraestructura y los medios de producción siguiendo este criterio), c) el intercambio solidario que se produce entre el propietario de la casa y la organización inquilina (que es a un precio justo y accesible y no al precio de mercado), y por último d) la gratuidad que se observa en la campaña de sostenimiento en la que participan personas comprometidas con el proyecto, sin ser necesariamente asociadas (realizando aportes monetarios sin contraprestación).

 

4. Las debilidades y tensiones que el neoliberalismo puso al descubierto

Tal como se ha anticipado, el Bar cooperativo tenía a su cargo el pago del alquiler por ser supuestamente el sector que podía generar mayores ingresos y de acuerdo con esta lógica redistributiva de los recursos que se destaca como innovación en La Casona desde sus inicios, con la finalidad de expandir la actividad cultural. Sin embargo, algunos factores externos fueron horadando los cimientos de estos acuerdos. Conforme disminuía el consumo y las tarifas aumentaban durante los años de gobierno de Mauricio Macri en la presidencia de la Nación (2015-2019), en una ciudad en la que, como ya se dijo, el gobierno tiene una impronta neoliberal y se ha ido consolidando desde el año 2007, se fueron produciendo demoras en el pago y hacia fines de 2019 se llegó a adeudar un año de alquiler. El tamaño del problema llegó a ser tan grande en relación con los bajos ingresos de las y los cooperativistas que muchos decidieron desvincularse. El grupo de Franca Matina y algunas asociadas del bar cooperativo permanecieron. Hasta el inicio de la pandemia este grupo había logrado un acuerdo con la Fundación de acompañantes terapéuticos Ágora quienes iban a supervisar sus casos en La Casona y consumían en el Bar. Pero, aun así, la situación de vulnerabilidad económica en la que se encontraban los asociados y asociadas era muy preocupante. A lo que se sumaron complicaciones en la cobertura de seguridad social ligados a la salud mental de algunos integrantes de Franca Matina.

Fue entonces cuando se decidió innovar organizacionalmente constituyendo una comisión ad-hoc a la que se llamó “Equipo de tarde” con integrantes del centro cultural y del Bar cooperativo, la cual se dispuso a analizar las raíces de esta problemática y a imaginar perspectivas posibles, funcionando desde diciembre 2019 a marzo 2020. Una de las cuestiones que se buscaba promover era que quienes aún integraban el Bar pudieran ampliar la perspectiva hacia el centro cultural y que recíprocamente el centro cultural pudiera mirar más hacia el bar.

A través de un análisis retrospectivo fue posible identificar junto a las causas externas otros factores de orden interno propios del modelo de gestión que sin tener esa intención conspiraban contra la sostenibilidad. Por un lado, el hecho de que cada día trabajaban personas distintas en el bar, significaba que cada uno/a individualmente no lograra acceder a un mínimo nivel de seguridad económica; por otro lado, aunque el valor hora era muy bajo, el mismo se establecía con independencia de lo que se obtenía en concepto de excedentes, y además, los precios comenzaron a ser relativamente caros para la gente del ámbito comunitario que frecuentaba el centro cultural, por lo cual disminuyó el consumo de las personas habitué del espacio. Mientras que en un principio se esperaba que el bar sostuviera el proyecto cultural en cuestiones de infraestructura, la realidad estaba muy lejos de ese propósito. La gestión se estaba pensando desde la dinámica de los asociados/as del Bar y no desde una mirada integral de La Casona como proyecto cultural socio-comunitario, como lo había sido en sus inicios.

De esta experiencia también se recogieron aprendizajes y logros como por ejemplo el armado de protocolos de comunicación, de trato con los/as músicos/as y artistas que se programan en el Bar y la valiosa experiencia de inclusión a través del trabajo del grupo Franca Matina que en 2018 pasó a integrar la cooperativa de trabajo formalmente. Pero, por otra parte, se dejó de ver el entorno más amplio en el cual se insertaba el proyecto gastronómico y la programación cultural del bar no tomaba en cuenta lo que ocurría en el centro cultural. Como decíamos antes, también se aprendió que no resulta sostenible sumar muchos/as compañeras y compañeros que trabajen un sólo día o se hagan cargo de un espacio de manera aislada porque, si bien esta lógica era afín con la actitud de continua apertura a la transformación del espacio, implicaba que en la vida de muchos/as integrantes no llegara a significar un proyecto económico-profesional significativo como para defenderlo y destinar todas las energías, porque se deben priorizar otras actividades que garantizan la supervivencia. Y si bien este es un proyecto cultural de carácter socio-comunitario, para que el mismo pueda reproducirse, requiere de una búsqueda de sostenibilidad socio-económica de la organización en su conjunto pero también de la valorización de quienes aportan todo su fondo de trabajo[25] al colectivo. Siguiendo a Razeto (2017) podemos afirmar que en toda empresa u organización hay una racionalidad económica, es decir una combinación de factores productivos en donde uno de ellos se constituye en categoría organizadora (quien define los objetivos y convoca a los demás factores). A su vez, las empresas de la economía solidaria son aquellas cuya categoría organizadora puede ser el trabajo (por ejemplo en una cooperativa de ebanistas o diseñadoras) o la comunidad (por ejemplo en una biblioteca popular o un club). Lo que sucede en La Casona es que ambos (trabajo y comunidad) se constituyen en factores organizadores al mismo tiempo y, si bien se trata de una dinámica innovadora, es preciso encontrar mecanismos de participación y coordinación que permitan reproducir ampliamente el trabajo mientras que se reproduce ampliamente la comunidad, sin que uno vaya en detrimento del otro.[M1] 

A partir de estas problemáticas desde el anteriormente citado equipo de tarde comenzaron a interrogarse hacia qué público debía estar orientado el Bar; teniendo en cuenta las características del proyecto socio-comunitario sería coherente planificar la actividad de aquél alentando un enfoque del consumo transformador[26] en el cual las personas elijan consumir allí asumiendo su dimensión política en el marco del ejercicio de la ciudadanía, es decir teniendo en cuenta que la Casona es parte del circuito de la economía social, comunitaria y solidaria.[27] Pero, a la vez, buscando formar precios que permitan convocar y recuperar en parte a los y las consumidoras del ámbito socio-comunitario ligados a los grupos de militancia y colectivos identificados anteriormente.

En este proceso se promovieron reuniones con organizaciones de segundo grado como la Federación de Cooperativas Autogestionadas de Buenos Aires (FEDECABA), con la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y se procuró un acercamiento a cooperativas de trabajo del área gastronómica para analizar alternativas y proyectar a futuro una mayor integración a nivel sectorial.[28] A su vez se barajaron diversos escenarios para el Bar: la formación de una cooperativa de trabajo del sector gastronomía, asociando a quienes ya trabajaban en el Bar; una co-gestión con una cooperativa de gastronómicos/as que provea de insumos alimenticios y que sus trabajadores/as trabajen parte de sus horas en La Casona, o que puedan brindar una formación en este rubro.

Todas estas discusiones e hipótesis tenían como horizonte el deseo de conservar la estructura asociativa, para no llegar a convertir el Bar en un emprendimiento privado. Y en medio de estos dilemas desembarcó la pandemia de Covid-19.

5. Las transformaciones que aceleró la pandemia

Con la llegada de la pandemia a nuestro país y en particular a la ciudad de Buenos Aires, la Casona tuvo que permanecer cerrada y las actividades fueron totalmente interrumpidas durante los dos primeros meses. Luego, una compañera del bar cooperativo que había quedado varada en otra localidad con la disposición del ASPO pudo regresar y se convocaron en el espacio quienes tenían la intención de producir alimentos a demanda para su distribución domiciliaria, entre ellas y ellos, un integrante de Franca Matina quien además se mudó a la casa debido a una situación de vulnerabilidad habitacional en la que se encontraba y empezó a desempeñarse como cuidador del espacio. Este pequeño grupo se fue complementando en diferentes roles: la producción de alimentos, la comunicación y comercialización y la logística y distribución, generando las primeras ventas hacia el núcleo de personas habitué del espacio.

En una segunda etapa se empezó a pensar cómo incorporar más emprendimientos para diversificar los productos que se ofrecían en la comercialización a domicilio, para lo cual se complementaron a través de la red barrial con otros centros culturales que estaban experimentando problemas parecidos a causa de la pandemia y empezaban a producir (por ejemplo pastas caseras) o a convertirse en nodo de distribución de productos agroecológicos como la Cooperativa Archibrazo y el Centro Cultural Teresa de Israel. Adicionalmente algunas y algunos integrantes del centro cultural empezaron a proveer productos artesanales que preparaban en su casa. Transcurridos dos meses de haber llevado adelante esta distribución bajo el nombre “Casona YA”, un pequeño grupo de ex-compañeros y ex-compañeras que habían empezado a trabajar en la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) llevaron la idea de conformar en la casa un nodo de distribución de esa organización, lo que se hizo realidad a mediados de año 2020. Esto terminó de madurar la idea de convertir a la cooperativa de trabajo Casona de Humahuaca con su nombre “Casona YA” en el “Almacén-Bar casonero”. Este nuevo nombre significó de alguna manera un proceso de redefinición de identidad para el colectivo.

A raíz de la incorporación de verduras y frutas agroecológicas aumentó significativamente la cantidad de consumidores y consumidoras,[29] lo que tuvo sus consecuencias favorables incrementando la demanda de alimentos de producción propia. Los compañeros y compañeras de Franca Matina que, antes de la pandemia, gestionaban el bar los días viernes y sábados al mediodía, fueron incorporándose en nuevos roles como administración y logística, limpieza y cuidado de la casa y preparación del plato del día que se sumó a los demás productos del Almacén.

De este modo, la decisión acerca de cómo continuar con el futuro del Bar estuvo orientada por una dinámica innovadora ya transitada en este gran colectivo cultural en sus inicios: las actividades se van institucionalizando a partir de reconocer los senderos que habitan sus integrantes con sus saberes, intereses y necesidades y contando con los recursos y vínculos que tienen en el territorio.

Habiendo asegurado alguna fuente de sustento y de reactivación de la tarea gastronómica y de almacén, las actividades culturales se fueron poniendo en marcha: de manera presencial con la realización de la olla popular y la gestión de un ropero comunitario para las personas del barrio o en situación de calle, así como en la modalidad virtual en la que diversos colectivos realizaron videoencuentros; “El cumple de los 20 años de la Casona”, “La quema del muñeco” junto a las organizaciones barriales, un festival en articulación con la Red Cultura Almagro, muestras virtuales de artes plásticas con entrevistas a artistas destacados, taller de murales comunitarios, teatro espontáneo, etc. Las diferentes mamushkas que se insertan en el área específicamente cultural se reunieron virtualmente, pero al ser iniciativas que se proponen trabajar en la calle, sus actividades “hacia afuera” se están reanudando poco a poco. Hacia fines de noviembre 2020 y en la búsqueda por adaptarse a lo que creen que podría ser una “nueva normalidad” se encontraban planificando desde el CUJUCA un evento virtual de juegos entre personas mayores que residen en instituciones, con chicos y chicas de escuelas primarias, que funcionara como piloto de eventos mensuales a implementar el año próximo, asumiendo que los grupos de riesgo seguirán participando de actividades virtuales por un tiempo.

Con respecto al financiamiento, si bien en la ciudad no se declaró formalmente la emergencia (aunque sí lo hicieron los trabajadores y trabajadoras del sector[30]) la pandemia visibilizó la extrema vulnerabilidad de los colectivos culturales y la Casona después de algunos meses pudo ampliar los ingresos procedentes de la redistribución. Así, se incorporaron subsidios correspondientes a la Línea 1 del Programa Trabajo Autogestionado (PTA) del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación[31] que en las cooperativas vino a suplir parcialmente la dificultad de acceso al Programa de asistencia de emergencia al trabajo y la producción (ATP)[32] que llevaba alivio a empresas y trabajadores/as afectados/as por la caída de la actividad económica a raíz del ASPO y la emergencia sanitaria. Estos fondos procedentes del PTA fueron gestionados en forma colectiva y nuevamente con una dinámica innovadora se redistribuyeron, incluyendo a las personas a quienes no se les habían otorgado, con un criterio igualitario pero también considerando algunas situaciones personales de mayor precariedad económica. En un primer momento se adoptó como criterio vincular la percepción de ese porcentaje a la presencia en La Casona al menos un día a la semana para hacer una contraprestación de trabajo, acordando realizar evaluaciones cada dos meses para ajustar el criterio.

Otro subsidio, el Fondo Desarrollar del Ministerio de Cultura de la Nación[33] que podía utilizarse  sencillamente para sostener la casa, les posibilitó pagar tres meses de la deuda de alquiler y renegociar el precio del mismo. El costo del alquiler se redujo sensiblemente en parte porque el propietario es familiar de uno de los integrantes del colectivo por lo cual se dan las características del intercambio solidario,[34] según el cual el precio del alquiler no es el mejor que podría obtenerse en el mercado teniendo en cuenta la oferta y la demanda, sino el que ambas partes acuerdan en el marco de un reconocimiento socio-cultural más amplio.

También se recibió el un financiamiento procedente del Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias del Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires,[35] que permitió pagar otros meses de alquiler y retribuir algo de trabajo de coordinación.

En el último trimestre de 2020 se presentó un proyecto al Fondo Nacional de las Artes[36] para el mantenimiento de una de las salas, que fue aprobado. Además se presentó una solicitud al Programa Manos a la obra (PMO) del Ministerio de Desarrollo social de la Nación[37] para poder mejorar la dotación de medios materiales, y se decidió comprar equipamiento para la cocina e infraestructura tecnológica que permita optimizar los eventos virtuales, además de un parlante para utilizar a futuro en la calle.

Por último, el sistema de sostenimiento colectivo reseñado anteriormente se mantuvo, lo que también permite hacer frente al pago del alquiler, tarifas y mantenimiento de infraestructura. Las donaciones espontáneas (solidaridad filantrópica) también se producen aunque de manera esporádica, y principalmente provienen de personas allegadas al proyecto cultural que tienen ingresos por su trabajo en otras instituciones. Las familias del barrio también donan alimentos para la olla popular que es organizada por vecinos/as y casoneros/as. En este espacio con frecuencia semanal se sirven 120 platos y participan personas en situación de calle o quienes se han quedado sin trabajo y que sólo pueden acceder al alimento cotidiano de esta forma y alternando en organizaciones de la comuna cada día de la semana. [38]

 

6. Reflexiones finales

Durante el período que transcurrió de mediados de 2019 a finales de 2020, se produjeron una serie de dificultades y tensiones en La Casona que pusieron el proyecto socio-comunitario en una situación de emergencia. Si bien los factores externos que generaron esta situación de crisis todavía persisten en cierta medida, la disposición del colectivo cultural a interrogarse y el derecho que se reservan sus miembros de “estar en constante transformación” habilitaron una serie de innovaciones sociales para afrontar más eficazmente aquellos y para revertir los factores internos que también tuvieron su incidencia.

Los dispositivos de participación colectiva permitieron hacer foco en la necesidad de ampliar la perspectiva de las agrupaciones que conviven en la casa, fundamentalmente del centro cultural y del ahora Almacén-Bar cooperativo. Por ejemplo, se empezó a gestionar de manera conjunta la compra y/o donación de materias primas para el almacén y la olla popular, inclusive para las ollas que se hacen en los otros centros culturales. Los y las trabajadoras programan actividades culturales y también gestionan el ámbito del bar y del almacén. A su vez se ampliaron las fuentes de financiamiento, hibridando recursos y distribuyendo los mismos según diversos matices de reciprocidad.

Uno de los actuales desafíos consiste en sostener la producción mientras las actividades culturales hacia dentro y en la calle empiezan a crecer. Esto implica la necesidad de fortalecer un equipo de trabajo que pueda equilibrar las expectativas personales y colectivas, siendo sustentable para la vida de cada asociado y asociada, de modo de afrontar el aumento de trabajo que afortunadamente se avecina.

Otro desafío tiene que ver con el hecho de que el colectivo, como decíamos anteriormente, tiene un carácter de cooperativa social con la inclusión de asociados usuarios del sistema de salud mental. Por lo tanto al llevar adelante las transformaciones es necesario prestar atención al temor y la ansiedad que las mismas pueden producir, con estrategias adecuadas. Esta es una de las funciones que asume el equipo de coordinación, con formación y trayectoria en psicología social, recreación y psicodrama.

Desde una perspectiva de economía comprensiva[39] podemos afirmar que en La Casona se presentan dilemas o problemáticas que se originan principalmente en los siguientes factores: el hecho de que la reciprocidad es siempre parcial y tensiona con el contexto cuya racionalidad es más bien instrumental, como sostiene Temple[40], “en las sociedades en las que triunfa el mercado, los hombres sufren por la reducción del campo de reciprocidad: son mutilados de su lazo social”. Así, si bien esta organización siempre mantiene sus contornos muy permeables hacia el barrio y las demás organizaciones y éste es un rasgo virtuoso y fundante de su identidad, también es extremadamente vulnerable a los cambios de política económica y a la influencia de los valores individualistas que se promueven en la ciudad de Buenos Aires. El otro factor es de carácter interno y tiene que ver con el propósito fundamental de la organización y quienes lo definen. Como decíamos más arriba en La Casona los factores trabajo y comunidad se constituyen a la vez en organizadores de la actividad económica (desde una perspectiva de economía sustantiva que pone en el centro, la reproducción de la vida). Esta complejidad implica la necesidad de seguir calibrando un modelo de gestión que atienda a esa configuración singular, en el que todos los actores y colectivos puedan alcanzar sus aspiraciones y satisfacer sus necesidades desde posiciones simétricas. En ese camino se encuentran andando quienes integran La Casona, conscientes de que la salida para esta organización siempre ha sido colectiva, que requiere de la creatividad, del cuidado de quienes son más vulnerables (dentro y fuera de la casa) y de la participación de todos y todas para inventar un futuro sustentable.

 

Bibliografía

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Proyecto de investigación “Dinámicas Culturales Urbanas. Un análisis comparado de las ciudades de Buenos Aires y Barcelona”. (Zarlenga, UNTREF 2018-2020).

 

 

[1] Mg. en Ciencias Sociales con orientación en Educación (Flacso). Docente-investigadora Centro de Estudios de la Economía Social- UNTREF. Correo electrónico:  jflury@untref.edu.ar

[2] Lic.en Administracion (UBA), Psicóloga Social (Primera Escuela de Psicología social fundada por Pichon Riviere) y Psicodramatista ( Instituto Moreno). Co-coordinadora general de la Casona Cultural Humahuaca. Correo electrónico: maruju21@gmail.com

 

[3] Larrosa (1995), 308.

[4] Polanyi (1976).

[5] Razeto (2017).

[6] Levésque (2004).

[7] Fernández Esquinas (2012).

[8] El aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) fue una disposición nacional regulada por Decreto 297/2020 del PEN que comenzó a regir el 20 de marzo de 2020 y se prorrogó en reiteradas oportunidades que tuvo por finalidad la protección de la salud pública, en el marco de la declaración de la OMS respecto del nuevo coronavirus como una pandemia, y alcanzó a todas las personas que habitan el país o se encontraran en él en forma temporaria. La disposición implicó una limitación al desplazamiento de las personas en la vía pública así como la suspensión de muchísimas actividades, entre ellas los eventos culturales, lo que afectó por completo el funcionamiento de La Casona.

[9] Podemos entender la innovación genéricamente como un proceso social que está estrechamente

interrelacionado con los componentes de la estructura social y la cultura, componentes que afectan tanto al surgimiento como a la difusión de las innovaciones (Fernández Esquinas, 2012).

[10] Fernández Esquinas (2012); Levésque (2002).

[11] Polanyi (1976)

[12] Fernández Esquinas, Op. cit.

[13] Flury & Laborda (2018).

[14] Burin, Karl & Levin (2014).

[15] Zibechi (2004) utiliza la denominación “refugios” para referirse a esos espacios en donde sus integrantes lograron afirmar una identidad política distinta a la hegemónica o triunfante de los noventa, y un modo de hacer también diferente al de las organizaciones políticas burocráticas, más autónomo. Ese modo de hacer implica una lógica autoafirmativa en tanto las experiencias son capaces de desplegar una lucha por la vida, afirmando su identidad y su propia cultura y poniendo en juego una nueva sociabilidad que surge del aprendizaje colectivo y de las búsquedas emancipadoras de cada individuo.

[16] Cervellera (2019).

[17] Laville (2004).

[18] Cervellera (2019).

[19] Zarlenga (Proyecto de investigación 2018-2019). 

[20] El Banco Credicoop Cooperativo Limitado es el banco cooperativo más importante de América Latina, creado en 1979 a partir de la fusión de las 44 cajas de crédito cooperativo.

[21] Laville (2004).

[22] López Cordova (2012).

[23] Polanyi (1976).

[24] Flury (2019).

[25] Coraggio (2004).

[26] Fernández Miranda (2016).

[27] Bragulat & Flury (2018).

[28] Sosa (2018).

[29] Sterling Plazas; García, García Tarsia, Fontanet, Rosa, & García (2020).

[31] A través de esta Línea se asiste a los/as trabajadores/as de las unidades productivas autogestionadas con un monto individual para cada uno/as de los/as socios/as trabajadores/as cuando dicha ayuda sumada al ingreso que percibe cada uno/a de ellos/as no supere el monto establecido para el salario mínimo, vital y móvil.

[32] El programa ATP fue creado por Decreto del PEN en abril de 2020 para dar alivio económico inmediato a aquellas empresas y trabajadores/as afectados/as directamente por la caída de la actividad económica luego de las medidas de contingencia implementadas durante la Emergencia Sanitaria. Paradójicamente no incluyó a las cooperativas de trabajo, por lo cual se buscó compensar con la aplicación de la Línea 1, anteriormente descrita.

[33] Este Fondo del Ministerio de Cultura de la Nación, está dirigido a espacios multifuncionales abiertos a la comunidad en los que actores y colectivos culturales desarrollen la producción, formación, investigación y promoción del arte y la cultura. Si bien es concursable, otorga una ayuda económica que puede destinarse a la cancelación de sus gastos corrientes u operativos.

[34] Flury (2020).

[35] La línea para el Funcionamiento de Espacios Culturales del Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias estaba destinada al pago de servicios y gastos de mantenimiento de espacios culturales.

[36] El FNA es un organismo descentralizado actuante en el ámbito del Ministerio de Cultura de la Nación, el cual financia el desarrollo de artistas, gestores y organizaciones culturales sin fines de lucro con una visión federal.

[37] El Plan Nacional de Desarrollo Local y Economía Social “Manos a la obra” (PMO) funciona desde el año 2003 en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y busca promover el desarrollo de trabajadores y trabajadoras de la economía social otorgando subsidios para la adquisición de insumos y equipamiento con el objetivo de favorecer la organización socioeconómica y mejorar las capacidades productivas de los emprendimientos asociativos.

[38] Como vecinos y vecinas muchos integrantes de La Casona participan del comité solidario de crisis que se armó en la comuna, allí se confeccionó un recursero con orientaciones para que las personas que los necesiten concurran a diferentes lugares que brindan bienes y servicios esenciales.

[39] Razeto (2017).

[40] Citado en López Cordova (2012), 174.